DÍA MUNDIAL CONTRA LA TRATA

Son los puteros

  • "Es imprescindible poner el foco en los beneficiarios del sistema prostitucional, empezando por los puteros, como lo haríamos en el caso de la explotación laboral"
  • "Es la demanda de prostitución la condición de posibilidad de todo el sistema prostitucional. Sin puteros no hay sistema"
  • "El actual Gobierno de coalición tiene la responsabilidad de acompañar una Ley Integral de Lucha Contra la Trata con una legislación abolicionista de la prostitución"

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Raúl Cordero Núñez, Secretario general de la Comarca Sur de CCOO de Madrid

En el Día mundial contra la Trata, conmemorado ayer 30 de julio, tenemos que hacer, sin duda, un esfuerzo por la visibilización del drama que sufren las víctimas. Este fenómeno del capitalismo global es terrible precisamente por las consecuencias en la vida de las personas tratadas, y de eso no hay ninguna duda. Pero conviene que aprovechemos la efeméride para realizar un esfuerzo de análisis de las causas estructurales del fenómeno. En el caso de la trata con fines de explotación sexual, que supone dos tercios del beneficio que produce el trabajo forzado en todo el mundo, ese esfuerzo de análisis tiene que ayudarnos a poner el foco en quienes verdaderamente sostienen el negocio: los clientes.

Tenemos que entender que si en la trata con fines de explotación laboral los beneficiarios del sistema no son los trabajadores y trabajadoras, ni el mercado de trabajo en general, sino las redes de explotación, lo mismo ocurre con la trata con fines de explotación sexual. Es imprescindible, por lo tanto, poner el foco en los beneficiarios del sistema prostitucional, empezando por los puteros, como lo haríamos en el caso de la explotación laboral. ¿Acaso relativizaríamos la trata para el trabajo forzado incluyéndola en un debate sobre la libertad y el consentimiento? En una institución masculina como la prostitución, sostenida por la demanda masculina en un 99,7%, el problema está en los consumidores, los proxenetas y los tratantes.

Es cierto que el mercado nos ha ofrecido en las últimas décadas una lógica regulacionista y legitimadora de la demanda, que ha probado suerte en países como Tailandia, Holanda o Alemania. Su hipótesis de que en un mercado regulado el efecto sustitución, esto es, mujeres que se lanzarían a ejercer de manera voluntaria, compensaría el efecto escala (incremento de la demanda producido por la legalización del acceso al sistema prostitucional), ha resultado ser un rotundo fracaso. El hecho de que en Alemania sólo se hayan regularizado 44 mujeres de un total estimado de 400.000 en situación de prostitución (desde el año 2002 a 2012) evidencia que la regulación es una estrategia del proxenetismo y no una demanda de las mujeres (Guerra Palmero). En todo caso, es la puerta de atrás para el blanqueo de la actividad de las redes de proxenetas que gestionan pisos y burdeles. Estos datos se suman a las evidencias presentadas en el informe de Neumayer, Cho y Dreyer, que tuvieron que admitir, tras el estudio de 150 países, que allí donde se regula la prostitución se dispara la trata. Su hipótesis inicial de que el efecto sustitución anularía el efecto escala, ha resultado ser un chiste: lo percibido en Alemania (44 regularizaciones sobre 400.000 en diez años) es la constante en los países que han optado por regular.

Todo parece indicar que la persecución de la demanda es la única forma de poner fin a la trata. No obstante, es la demanda de prostitución la condición de posibilidad de todo el sistema prostitucional. Sin puteros no hay sistema. Además, son los puteros los que modulan con su demanda la tipología de la oferta. Desde que en los años 90 el flujo migratorio permitió una captación suficiente de mujeres y niñas, el colonialismo sexual del turista que se desplaza miles de kilómetros para demandar una oferta étnica o racializada, ha dado lugar a una provisión de mujeres de origen extranjero en los países occidentales. En España, por ejemplo, más del 80% de las mujeres y niñas en prostitución son de origen migrante según la ONU. Este colonialismo sexual, en el que se cruzan opresiones de género, clase, etnia y nacionalidad (con el varón en la cima de la pirámide), sólo es sostenible a través de un recambio permanente de la oferta a través de las redes de trata. Una actualización de la oferta requerida por los demandantes de prostitución que sostienen el sistema.

Hoy tenemos, por tanto, dos formas de colonialismo ligados al consumo de prostitución. Por un lado, un turismo sexual que supone el 10% del turismo total; y por otro, un flujo migratorio de mujeres y niñas forzadas para cubrir la demanda en países occidentales, que pasan a su vez a la escala global del mercado del sexo (Alemania y Holanda, países que han regulado, son los primeros destinos europeos de turismo sexual).

Por otro lado, esta conexión de la prostitución con la trata es conocida por los clientes, que salvo excepciones negacionistas, reconocen ser conscientes del fenómeno, lo que les hace requerir de estrategias de desconexión moral selectiva (Bandura) para continuar demandando mujeres y niñas (Ranea). El demandante de prostitución ejerce una masculinidad que requiere de la pérdida de empatía hacia su objeto de consumo cuando no hacia la totalidad de las mujeres. O bien necesita de un relato, facilitado por el mercado global del sexo, acerca de la voluntariedad de la mayoría de mujeres y niñas prostituidas. Pero en ambos casos, lo que sucede en el espacio prostibulario es un juego de poderes en el que el varón somete a partir de la intersección de sexo, clase, etnia y nacionalidad. Y además se desentiende de su posible responsabilidad con el sistema global de trata de mujeres y niñas.

En definitiva, no es pensable una lucha decidida contra la trata que no contemple un tratamiento de la demanda de prostitución tendente a su desaparición. Parece lógico, como dice María José Guerra Palmero que “en un mundo en el que las reformas laborales arrollan derechos sociales y económicos del colectivo trabajador pretender que la conceptualización del trabajo sexual vaya a proteger a las mujeres en situación de prostitución, la mayoría además inmigrantes indocumentadas es, como ha demostrado la legalización en países como Alemania y Holanda, una quimera”. El modelo nórdico, proteccionista con las mujeres en prostitución y activamente desincentivador de la demanda tiene ahora el relevo frente a las estrategias neoliberales regulacionistas de Alemania, Holanda, Tailandia y otros. El actual Gobierno de coalición tiene la responsabilidad de acompañar una Ley Integral de Lucha Contra la Trata con una legislación abolicionista de la prostitución (garantía de rentas, políticas públicas de vivienda, mayor integralidad de los servicios sociales, reformas educativas, etc.). Pero sobre todo, es responsabilidad de la sociedad en su conjunto poner el foco del debate en los puteros, los grandes sostenedores del sistema prostitucional y de la trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual.

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