FOTOCHOP XXX

Viernes 13

  • "Desde que hace once meses leí en un periódico que habían visto a la migala de Juan José Arreola campando a sus anchas por un mercado de Wuhan no duermo tranquilo"
  • "Con esta nueva tragedia asciende a 94 las personas que han perdido la vida en el mar después de que otras 74 perecieran al hundirse un primer bote"
  • "Esta misma tarde me he pillado santiguándome, como si necesitara compañía, como si estuviera solo en el mundo"

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Distingo tras la luz amarilla de un flexo medio retro una cajita de madera como esas barquillas en las que se venden las fresas, pero más consistente que contiene una vieja chapa con la frase People Have The Power, una funda de gafas, un par de mascarillas quirúrgicas, una caja de cerillas de las de antes —con su olor a cerillas y todo— y un paquete de Almax. A su derecha se perfila un recipiente como de vaso de batidora apretujado de bolis que no funcionan y que siempre digo que voy a tirar, un porta varitas para sándalo o incienso y una baqueta de batería que salió volando hacia el público, hacia la parte del público en la que yo me encontraba durante un concierto de B. B. King en el pabellón Anaitasuna.  Medio metro por encima de la mesa, a la altura de mis ojos, está la repisa en la que tengo ordenadamente desordenados algunos objetos relevantes: un Homer Simpsom de plástico, una cajita de música con una manivela que cuando le das vueltas reproduce Alfonsina y el Mar, un escarabajo de la suerte, un Zippo desgastado muy chulo que me regaló el amigo Jesús Navares, una figurita de San Fermín sin cabeza —porque se la vuelvo a pegar y a los diez minutos ya está otra vez decapitada— y un calendario de bolsillo de los que editan cada año los trabajadores del cementerio de Pamplona con el lema: “Su enterrador le desea Feliz Año”. Hay unas cuantas carpetas al final del estante, pero no sé de qué son ni qué demonios hacen ahí… Ese es el sitio en el que estoy.

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El hijo de unos vecinos toca el saxo. Lleva un buen rato surfeando por las notas del Over the Rainbow. Tengo un vinilo de Paul Gonsalves donde borda la pieza con un saxo tenor. Da gusto oírle tocar; no a Paul Gonsalves, que también, sino a mi vecino. Llevo años escuchándole y la evolución ha sido prodigiosa. Las malditas escalas del principio se han transformado en cascadas armónicas y no armónicas, en composiciones sugerentes, en interpretaciones sabrosas y bien acabadas. Si regentara un bareto con música, un restaurante con glamur o un circo de pulgas le contrataría de inmediato, sin dudarlo. Y procuraría pagarle decentemente. Creo, incluso, que una vez se lo dije, pero mis buenas intenciones no parecieron reconfortarle demasiado. Está en el paro, claro. Parece que cambia de bucle. Ahora es más rítmico, más de Coltrane, pero no termino de identificarlo… Eso es lo que escucho.

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Desde que hace once meses leí en un periódico que habían visto a la migala de Juan José Arreola campando a sus anchas por un mercado de Wuhan no duermo tranquilo. Procuro fingir que no pasa nada, que todo va bien, pero cuando apago la luz su imagen obesa, peluda, decidida, se me cuela bajo las sábanas y me roba el pensamiento. No he escuchado todavía sus almohadillados movimientos junto a la cómoda, debajo de la cama, trepando por la cortina, pero el estridente crujir de sus mandíbulas me abrasa los tímpanos y lo chirría todo desde el aparato de radio que tengo en la mesilla. Algunas noches acabo empapado en sudor. Será por la incertidumbre, será porque soy un tipo de riesgo o por los números que voy tachando de la agenda o por esa sensación de que llega el invierno. Quizás por todo un poco. No sé. Lo que sé es que yo también estoy en el paro, como el saxofonista, y que no espero demasiado de los Presupuestos… Eso es lo que pienso.

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“Al menos otros 20 migrantes perdieron la vida el jueves al naufragar un segundo bote con el que pretendían cruzar el Mediterráneo y huir a Europa desde la ciudad libia de Khoms", ha informado este viernes la Organización Internacional de las Migraciones (IOM). Con esta nueva tragedia asciende a 94 las personas que han perdido la vida en el mar después de que otras 74 perecieran al hundirse un primer bote que había salido de las playas de la ciudad costera de Al Khoms, unos 50 kilómetros al este de Trípoli, con 121 pasajeros a bordo”… Eso es el Telediario.

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Unos niños desnudos y con botas de agua chapotean en el barro durante la actuación de Joe Cocker en el Festival de Woostock. Canta With A Little Help From My Friends, pero todos mis amigos están encerrados en sus casas y, desde hace algún tiempo, cada uno va a lo suyo. Resulta extraño asumir que cada vez me quedan menos, y no porque se hayan muerto. Esta misma tarde me he pillado santiguándome, como si necesitara compañía, como si estuviera solo en el mundo. No soy capaz de imaginar lo que estarán pasando algunos abuelos en algunas residencias… Eso es lo que siento.

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La pipa de kifi reposa entumecida al otro lado de la mesa, junto al cenicero de Cinzano y una lata de Mahou. Hace rato que se ha echado la noche… Ese es el final.

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1 Comment
  1. NG says

    Me ha emocionado el artículo. He vuelto a leerlo.
    Dios!!! qué bien escribes. Ves la verdadera realidad. Tienes un don. Cómo dicen los americanos aunque no te guste. Tienes un don.

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