FOTOCHOP (XXXI)

Cuento de Navidad

  • "Érase que se era una pera limonera, un repartidor de Amazon y unos peces para una pecera"
  • "El espectáculo del ‘Arraintxiki’ estuvo bien pensado desde el principio. Como apenas tiene gastos, casi todo son beneficios. Los vascos para estas chorradas son la hostia"
  • "Supongo que se habrá enterado por los anuncios de la tele que en Amazon no tenemos compañeros de trabajo, no tenemos jefes; tenemos amigos"

2

Érase que se era una pera limonera, un repartidor de Amazon y unos peces para una pecera. El ritual del Arraintxiki es conocido en toda la comarca y la policía está al tanto de lo que ocurre en ese bar, pero deja hacer porque el tugurio se ha convertido en el motor del pueblo y, de momento, los ecologistas mantienen el pico cerrado. Cada jueves los paisanos de la zona, y hasta de provincias limítrofes, se acercan a contemplar el espectáculo, y desde hace algunas semanas los aledaños del garito se han convertido en un enjambre de puestos jipis que ofrecen miniaturas de barquitos de pesca, pulseras y gargantillas de coral, caracolas con susurros de la Creedence y hasta condones con ikurriña. También se acercan vendedores ambulantes de bombonas de oxígeno, de cebo para pescar, de heroína afgana, de ostras con champán. Y orquestas callejeras amenizan la espera con ritmos de Nueva Orleans y venden el CD con sus temas a cinco euros la unidad; a cuatro si compras dos. Nunca faltan ni trileros ni malabaristas, y unas señoras con la piel como una bota raída de Las Tres ZZZ te leen la mano por cuatro duros a la más mínima ocasión. Es como El gran carnaval, pero sin Kirk Douglas.

***

El espectáculo del Arraintxiki estuvo bien pensado desde el principio. Como apenas tiene gastos, casi todo son beneficios. Los vascos para estas chorradas son la hostia. Y se las toman en serio. Cada jueves, a las ocho en punto de la tarde, una furgoneta de Amazon enfila la concurrida calleja y aparca frente al local. En ese momento, un operario de la compañía de Bezos desciende del vehículo y extrae de la parte de atrás una bolsita llena de agua y pececillos naranjas, como las túnicas de los Hare Krishna que se acercan hasta allí para acompañar al repartidor hasta la puerta del bar, donde Imanol, el dueño, recoge la mercancía. Los peces de colores no son sino el almuerzo de Trin y Tron, la pareja de pirañas que reside en un acuario enorme incrustado en la pared que queda detrás de la barra. El garito, ese día y a esa hora, está siempre abarrotado —incluso hay constancia documental de la presencia de un grupo de japoneses con cámaras y todo—, pero el silencio que se respira allí —según comentaron una vez unos filólogos de Vitoria— supera en intensidad al de La Maestranza cada vez que Imanol, el dueño, libera uno de los vergonzosos boquerones en la pecera. Al principio, el alevín de chicharro permanece absolutamente quieto, sin mover una aleta, como si intuyera que alguna desgracia está a punto de acontecer. En el fondo del estanque, las pirañas ni pestañean; seguramente porque las pirañas, aunque lo parezca, no tienen pestañas.

***

La espera es tensa. Puede prolongarse durante varios minutos. Mientras el pececillo permanezca inmóvil no corre peligro, y así parece advertirlo también la desdichada criatura, pero al final, más tarde o más temprano, acaba agitando las aletas y firmando su sentencia de muerte. Las pirañas se abalanzan sobre él y es devorado en cuestión de segundos. La operación se repite varias veces, pero la tensión que se respira en el local es la misma desde el primer sacrificio hasta el último, cuando el agua de la pecera se presenta turbia y teñida de un rojo pálido.

***

El otro día las cosas fueron diferentes. Yo estaba allí y lo vi todo. Era jueves y el empleado de Amazon se presentó a las ocho en punto frente a la puerta del bar, como siempre, pero esta vez con las manos vacías.

—Ha habido un problema con los peces —dijo el repartidor a Imanol—, pero no se preocupe, porque todo está controlado.

—¿Controlado? ¿Cómo que controlado? ¿Y los peces? Necesito los peces. ¿No se da cuenta de que medio pueblo vive gracias a esos malditos peces?

—Tranquilícese. No hay de qué preocuparse. Supongo que se habrá enterado por los anuncios de la tele que en Amazon no tenemos compañeros de trabajo, no tenemos jefes; tenemos amigos. La compañía nos recoge de la miseria, nos forma y nos convierte en padres de familia sobrios y responsables. No nos dejan afiliarnos ni a la UGT, eso sí, y te ponen un temporizador en el culo cada vez que vas a mear, pero pagan a fin de mes. ¡A veces, hasta cotizan por ti!

—No lo sabía.

—Vale. Se lo digo porque es importante. Para mí Julián, mi jefe, es mi brother. Sus problemas son mis problemas. Y los problemas de la compañía también lo son. ¿Lo pilla?

—Creo que sí.

—Bien. He visto en las pelis que estos bichos también se comen a la gente. Así que dígame. ¿Cuántos dedos necesita?

—No sé. Al tratarse de una situación excepcional y teniendo en cuenta que las pirañas están sobrealimentadas creo que con el dedo gordo de la mano izquierda será suficiente. ¿Tiene seguro médico?

—Ya te digo. Como los yanquis.

—Entonces voy a encender la plancha, porque habrá que cauterizar la herida.

—Sí. Será lo mejor…

***

P. D. Supongo que no hará falta que os diga que no termina de bajarme la fiebre.

CUARTOPODER ACTIVA SU CAJA DE RESISTENCIA
Tras los acontecimientos de los últimos meses, cuartopoder ha decidido activar una caja de resistencia periodística donde cada uno aportará lo que pueda, desde 3€ hasta 200€. Hasta ahora nos financiábamos solo por publicidad, pero hemos decidido dar un paso hacia delante e ir a un modelo mixto donde el lector también pueda hacer aportaciones. Sin embargo, apostamos por mantener en abierto todos los contenidos porque creemos en la información como derecho de toda la ciudadanía. Puedes colaborar pinchando aquí.

 

2 Comments
  1. NG says

    Bueno, requetebueno!!!

  2. ana says

    Me ha gustado. Cáustico y vivaz.

Leave A Reply

Your email address will not be published.