En tiempos de pandemia y cortoplacismo, también lo necesario se antepone a lo posible

  • "El objetivo de las fuerzas reaccionarias (mediáticas o callejeras) siempre ha sido conseguir una rebaja en las reivindicaciones del movimiento obrero"
  • "Si nos intentan convencer de que la juventud sólo quiere consumir para divertirse, diremos que no"
  • "Si nos intentan convencer que hay medios ilegítimos de lucha, habrá que señalar todas y cada una de las estructuras del Estado que nos impiden defendernos de la realidad que sufrimos a diario"

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Guillermo Úcar, Secretario General de la Juventud Comunista

El pasado lunes 7 de diciembre, en plena resaca de celebración del aniversario de la Constitución española, la Juventud Comunista presentamos nuestro Programa Mínimo, una tabla reivindicativa que nos ayude a la juventud de familias trabajadoras a organizarnos. Dos días después el panfleto de OK Diario, quienes, al parecer, están muy pendientes de nuestros pronunciamientos, tachaban las propuestas que hacemos en dicho Programa como ‘’ocurrencias’’.

No hace falta extenderse mucho para ilustrar la foto fija en la que vivimos la juventud trabajadora en España: temporalidad y estacionalidad, malabares entre estudios y curros precarios que nos permitan seguir pagando los estudios, imposibilidad de emanciparnos, violencias machistas y una escasa oferta de ocio digno. A todo ello hay que sumarle que si participamos en un desahucio, una protesta o una huelga nos suele costar una multa, en el mejor de los casos, o el despido.

Quizá a OK Diario les suena a broma cuestiones como la subida del SMI, la gratuidad de todas las etapas educativas, el fin de la publicidad de los juegos de azar o la derogación de todas las leyes represivas. Pero lo cierto es que si estas medidas ya eran necesarias años atrás, ahora en plena crisis económica, social y sanitaria lo son más.

Aunque haya quien pueda pensar que vivimos en un contexto de resistencia a la ultraderecha, lo cierto es que ahora mismo estamos en mayores condiciones de exigir políticas que nos defiendan, de exigir que queremos un país republicano y una vida que pueda ser vivida. Porque precisamente el objetivo de las fuerzas reaccionarias (mediáticas o callejeras), siempre ha sido conseguir una rebaja en las reivindicaciones del movimiento obrero. Desarticularnos organizativa, política e ideológicamente. Y frente a la ultraderecha, debemos responder con políticas para nuestra clase.

A todo esto hay que sumarle que la presencia de Unidas Podemos en el Gobierno central da pie a pensar que ‘’se puede hacer otra cosa’’, y no hay margen para excusas. Si el Parlamento saca adelante unos Presupuestos Generales ‘’expansivos’’ es momento de fijar prioridades. Si realmente se dejan atrás las devastadoras políticas neoliberales, es momento de pedir que se rindan cuentas ante la juventud trabajadora. Si la UE hace parecer que hay un cambio en sus planteamientos es momento de discutir que el dinero no puede estar condicionado a las necesidades de clase del gran capital y su nueva reconversión, sino al soporte y mejora de nuestras condiciones de vida. Es hora de levantar la alfombra y demostrar que no todo puede ser conseguir pequeños rescates en el aquí y ahora, sino que hace falta organización para darle la vuelta al tablero. Por eso, es momento de pasar a la ofensiva, y por eso tenemos que apostar por construir poder popular en barrios, institutos, facultades y centros de trabajo. Una marea de jóvenes organizadas que empujen, que exijan, que reivindiquen, que estallen, y, sobre todo, que digan que no estamos dispuestas a elegir entre miseria o migajas.

Porque si este Régimen y este sistema económico nos intentan convencer de que es normal una tasa de paro juvenil superior al 40%, trabajar con contratos de 12 horas semanales y cobrar escasos 400 euros, hay que responder. Responder señalando el bolsillo de las grandes empresas que durante la última crisis no dejaron de crecer (especialmente después de 2016). Empresas que este pandémico 2020 se han repartido 10.000 millones de euros en dividendos. Y responder con propuestas que parten desde la subida del SMI hasta alcanzar el 60% del salario medio bruto (lo que supondría que por una jornada completa se cobrara algo más de 19.000 euros brutos) hasta un reparto efectivo de las horas de trabajo consiguiendo la jornada laboral de 30 horas en formato 4 días de trabajo y 3 de descanso. Esto llevaría también a la desaparición de las ETTs, las cuales se dedican a mercadear con la precariedad juvenil, ya que repartir las horas entre todas supone prescindir tanto de las horas extra que tiene que hacer algunas trabajadoras como de los ridículos contratos parciales que nos ofrecen a la mayoría de la juventud.

Si nos intentan convencer de que la Educación es un nicho de mercado más y que tiene que hacer de ‘filtro social’ tenemos que decir que no, que la Educación es un derecho. Un derecho que se garantice de forma gratuita y que se ejerza desde la base de que tiene que ser 100% pública. De lo contrario perpetuaremos una elitización que siempre prioriza a quienes pueden permitirse los fallos (porque tienen dinero para repetir curso, para pagar clases extracurriculares, porque pueden cambiar de centro,...). Por ello no sólo se debe garantizar la gratuidad de todas las etapas, sino también las necesidades específicas del alumnado. Algo que han omitido todas las leyes educativas, y que la LOMLOE vuelve a hacer, y es que sin recursos (materiales y humanos) no hay nada que ‘mejorar’ en nuestro sistema educativo por muchos experimentos pedagógicos a los que se nos someta.

Si nos intentan convencer de que la igualdad cada día es más real, habrá que recordar la cruda situación de millones de mujeres en nuestro país. Por ejemplo la de miles de mujeres jóvenes, especialmente migrantes, que trabajan en condiciones totalmente desiguales y precarizadas limpiando casas y cuidando a mayores. Recordar que mientras la pornografía y la prostitución campan a sus anchas, cada vez en edades más tempranas, no hay una educación sexual que nos instruya lejos de estas violencias. Que hace falta acabar con el Patriarcado, desde la base material que lo sostiene. Que hace falta que los trabajos reproductivos sean considerados trabajos. Que hace falta un soporte económico que permita que métodos anticonceptivos y productos de higiene femenina sean gratuitos.

Si nos intentan convencer que siempre ha sido difícil poder alzar el vuelo y salir de casa, habrá que insistir en que en este país hay pisos vacíos y gente durmiendo en las calles. Que ser joven no implica vivir mal y que tenemos derecho a poder salir de casa de nuestros padres. Que hace falta un parque de vivienda pública y la persecución de la especulación, la regulación de los alquileres. Que hay que cambiar la ley del suelo para que no sigan la receta del ladrillazo y destruyendo nuestro ecosistema. Que se nos tiene que garantizar el derecho a techo, tengamos la edad que tengamos.

Si nos intentan convencer de que la juventud sólo quiere consumir para divertirse, diremos que no. Que hay miles de jóvenes que necesitan todavía infraestructuras para construir su propio ocio, que hay bandas de música que no tienen local de ensayo, que cada vez son menos los teatros, que hay barrios sin instalaciones deportivas. Que queremos que las instituciones cedan ese espacio a la juventud para que nos podamos auto-organizar y no depender de las empresas, especialmente de juegos de azar, que se hacen de oro con nuestro tiempo libre.

Y sobre todo, si nos intentan convencer que hay medios ilegítimos de lucha, habrá que señalar todas y cada una de las estructuras del Estado que nos impiden defendernos de la realidad que sufrimos a diario. Porque derogar las leyes represivas es necesario para poder defender en las calles, en los muros, en las redes sociales o donde sea, que el paro, las desigualdades en la Educación, las agresiones machistas, el imposible acceso a la vivienda y el ocio del mercado son formas de violencia contra la juventud trabajadora.

De Marcelino Camacho recordamos muchas cosas, pero especialmente hay que recordar su contraposición entre ‘’lo posible y lo necesario’’ y este artículo no va a ser una excepción. Porque si sabemos que el Programa Mínimo es ‘’lo necesario’’ también sabemos que está lejos de ser ‘’lo posible’’ dentro del Régimen del 78. Por eso aunque se trata de una tabla reivindicativa, es sobre todo un llamado a la juventud de las familias trabajadoras a construir un movimiento político que sea capaz de articular las luchas que empujen para la consecución de esos puntos, su mantenimiento, su mejora y por supuesto la construcción de otro régimen político que sí que responda a las necesidades de la juventud trabajadora. Un nuevo régimen político al que podríamos llamar III República. Algo que tiene que suponer inevitablemente desprendernos de una UE que nos roba toda forma de soberanía, y de una OTAN que nos impone sus lógicas militaristas para el expolio de países. Porque ningún proyecto de país digno podrá construirse nunca sobre la sangre de otros. Porque nos merecemos una vida que pueda ser vivida. Y porque sí, en estos tiempos de pandemia y cortoplacismo, también lo necesario se antepone a lo posible.

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