Joyeros de la violencia en esta democracia

Guillermo Úcar, Secretario General de la Juventud Comunista

Llevamos una semana oyendo que ‘’en democracia no cabe la violencia’’. Y la verdad es que todavía no sabemos ni a qué tipo de democracia ni a qué tipo de violencia se refieren. Tampoco si hablan de un proceso de años o de las últimas semanas. Como no queda claro, imaginemos que se refieren a la ‘’violencia de las últimas semanas en una democracia como la española’’. En ese caso podemos decir que a la vista de los acontecimientos no sólo cabe, sino que se encuentra perfectamente engarzada. Los joyeros del Régimen se dedican precisamente a eso, a engarzar la violencia como un decoro en esta ‘democracia’.

Podemos destacar tres ejemplos de violencia (en orden cronológico): el blanqueo claro de organizaciones abiertamente fascistas, el crecimiento electoral de los ultraconservadores de Vox y la normalización (cuando no directamente la promoción) de la violencia del Estado hasta límites insospechados. Tres rasgos de que el ciclo de movilización popular de la pasada década queda ya atrás, quizá por eso nos parezca ''novedoso'' pero no podemos decir que sean hitos nuevos.

Empecemos por el acto de 300 fascistas glorificando a la División Azul. Quizá el hecho en sí nos escandalice, pero se trata de una conmemoración que se realiza cada año en Madrid. Poco tiene entonces de ''nuevo''. Lo novedoso ha sido su repercusión mediática, precisamente porque un medio de comunicación (La Marea) lo denunció de forma ejemplar y sin titubeos. Ese señalamiento ha traído consigo una cascada de noticias sensacionalistas que lejos de destacarlos como fascistas y peligrosos han dado pie a interpretaciones místicas de quienes participan en este homenaje. No hace falta detallar el contenido y discurso de una marcha que conmemora a un agrupamiento militar ''voluntario'' que acompañó al Ejército Nazi a su guerra de agresión a la Unión Soviética. Pero sí que hace falta detallar la connivencia con la que, en plena pandemia, se ha podido realizar. ¿En qué momento y por qué se decide autorizar? Argumentos de todos los colores se han puesto encima de la mesa, pero todos con la firme convicción ''liberal'' de que en una democracia hay que ceder a la capacidad de expresión. La extensión de la visión, propia de la era posmoderna en la que vivimos, de que ''todas las opiniones son igual de respetables'' nos ha hecho mucho daño. Respetar a quien señala al 'judío' como responsable de una confabulación para la destrucción de Europa o de quienes son capaces de defender el genocidio planificado de millones de personas no te hace más demócrata; te convierte, literalmente, en cómplice del fascismo.

Pero dejemos al margen el fascismo (1) y vayamos a Vox y su resultado electoral del pasado 14 de febrero. El partido ultraconservador ha conseguido en las últimas elecciones catalanas situarse como cuarta fuerza en escaños. Y no sólo eso, sino que obtiene representación en las cuatro provincias. El voto a VOX bebe profundamente de aquellos que en Catalunya buscan un vuelco revanchista frente a la casi una década de procés. Alarmante es que sea esta formación política la que absorba el voto de la derecha españolista en Catalunya, pero no es novedoso, dado que su agenda y su discurso no difiere en absoluto del resto de partidos de la derecha españolista (Ciudadanos y PP) en los años álgidos del conflicto nacional en Catalunya.

Y del conflicto nacional, y su espoleo por la versión más reaccionaria del Régimen y del centralismo español, saltamos al conflicto en las calles. Tras la detención de Pablo Hasél, miles de personas (especialmente jóvenes) hemos salido a la calle para denunciar la atrocidad de las leyes mordaza que tenemos en nuestro país. España se consolidó en 2019 como el país del mundo con mayor número de procesos abiertos contra artistas. Evidentemente esas causas abiertas tienen una profunda raíz política, vinculada a los agentes más reaccionarios del Régimen, quienes defienden abiertamente ese enorme retroceso en derechos y libertades. Y de la misma forma que se detuvo a Pablo Hasél, se reprimieron duramente estas movilizaciones. A partir de ahí, los aparatos del Régimen (no sólo el Estado con su policía) se han encargado de deslegitimar la lucha en defensa de la libertad de expresión y de la organización popular contra lo que es una agresión a nuestros derechos civiles. Los grandes grupos de medios de comunicación y los diferentes partidos serviles al Régimen del 78 se han apresurado en señalar los disturbios y el destrozo de mobiliario urbano. Ninguno en cambio ha dado cobertura a los heridos y detenidos, ni siquiera a la fórmula de represión empleada (conviene señalar cómo en Madrid o Valencia, los mismos manifestantes que fueron golpeados habían sido acorralados previamente por la policía, impidiendo siquiera su desalojo). No convenía dar luz a la movilización masiva, convenía criminalizar y deslegitimar la lucha. Por el contrario, sin ser una casualidad, la brutalidad policial en Linares una semana antes había sido tachada de ‘’fallo’’ y ‘’error’’. De esta forma no sólo intentan desarticular los movimientos antirrepresivos generando miedo, sino que entonan una oda al punitivismo avanzando posiciones en la justificación de un mayor número de multas, un incremento de las penas y, sobre todo, la normalización de uno de los Códigos Penales más duros de Europa.

En todo esto hay además un género especialmente oportunista y fariseo de tertulianos y representantes políticos. Aquellos que se llevan las manos a la cabeza con el asesinato salvaje de George Floyd y otros ciudadanos negros por la policía estadounidense, y arremeten sin piedad contra el trumpismo por blanquear esa violencia sistemática; pero que ante hechos parecidos en España (como la no investigación de torturas en dependencias policiales, los indultos a miembros de las fuerzas policiales condenados por maltrato y abuso, las pérdidas de ojos por pelotas de goma y un largo etcétera) callan de forma cómplice. Incluso a veces se posicionan del lado del agresor. Podríamos referirnos a ellos como lobos autoritarios con piel de dulces corderos, liberales y progres.

Sabemos que nadie se acuesta en dictadura y se levanta en democracia (salvo que fueras el Tribunal de Orden Público y ahora seas la Audiencia Nacional), al igual que el fascismo no campa a sus anchas de un día para otro. Nuestro país no ha vivido todavía la ruptura de Régimen que necesita vivir y como tal ha ido asumiendo dentro de sus estructuras (aparato judicial, aparato represor, medios de comunicación, partidos políticos…) discursos y posiciones profundamente reaccionarias que ante escenarios dejan verse en todo su esplendor. De la misma forma que las vimos durante la década de movilización pasada y como las hemos visto a lo largo de los últimos 43 años de Constitución borbónica. Por eso el pasado diciembre desde esta misma tribuna decía que ''el objetivo de las fuerzas reaccionarias (mediáticas o callejeras), siempre ha sido conseguir una rebaja en las reivindicaciones del movimiento obrero''. Esa es su verdadera pretensión, lo que queda a debate es la posición que tomamos y si lo vamos a permitir.

Ante una incipiente crisis económica y social, tras una pandemia que ya ha cumplido su primer año, los movimientos sociales, los sindicatos y las organizaciones políticas no podemos ceder. Ceder, retroceder posiciones, diluir mensajes y aceptar lo que Gramsci denominó ‘revolución pasiva’ es el principal objetivo de su represión (física, económica, política, ideológica…), efecto que desencadena en una normalización de esos mismos instrumentos de represión. Como escribía Alberto Cubero esta misma semana: ''Cuando nos piden que condenemos la violencia, realmente lo que nos están pidiendo es que les sigamos permitiendo ese privilegio de ejercer la violencia legítima, que sigamos no solo sufriendo su violencia sin resistirnos, que además no la cuestionemos como justa.''

Decía Bertolt Brecht que ‘’al río que todo lo arranca lo llaman violento, pero que nadie habla del lecho que lo oprime’’. Porque…¿qué es más violento? ¿Tener el liderato de paro juvenil de entre todos los países de la UE o que arda un contenedor? ¿Una tasa de emancipación juvenil cada vez más decreciente o una multitud que no pide burocráticos permisos para manifestarse? ¿Tener el índice de ludopatía más alto entre los menores de 21 años de toda la UE o que una casa de apuestas amanezca con su escaparate pintado? ¿Insultar a los representantes de una decrépita Monarquía o que la Casa Real llene sus cuentas bancarias a base de negocios y favores con sátrapas saudíes? Las jóvenes de hoy en día hemos vivido 3 crisis económicas, todas ellas con un retroceso de derechos y de expectativas de futuro. Han sembrado incertidumbre y ahora recogen hartazgo. Hartazgo transformado en solidaridad frente a su violencia.

Pero esa solidaridad de la que hacemos gala miles de jóvenes en las calles tiene la obligación de fortalecerse en una propuesta clara. La propuesta de que es necesaria una amplia amnistía, entendida como un proceso político en el que recuperar la dignidad de quienes están presos por delitos políticas, de dejar en libertad a quienes han entrado en la cárcel en las distintas luchas sociales, de reparar a las víctimas de la represión y de derogar todas las leyes represivas (con una amplia y profunda reforma del Código Penal, que reconozca verdaderamente los derechos fundamentales y no los cercene o deje en papel mojado). Porque aquellas cuestiones que durante estas semanas se han tachado de ‘anomalía democrática’, por desgracia, en España son simplemente el orden constitucional vigente. Ese orden vigente que se torna cada vez más hostil, y en su hostilidad encierra su misma caducidad.