Lecciones de la pandemia para 2022

  • "Esta es la pandemia letal de nuestra vida y tenemos que aprender de ella para prevenir o paliar otras pandemias a las generaciones futuras"
  • "Si queremos evitar otras pandemias en el futuro, tenemos que afrontar también los determinantes socioambientales de las pandemias como la actual de la covid19"
  • "El rastro de vidas perdidas, de secuelas y sobre todo la destrucción de actividad económica se está repartiendo una vez más de forma desigual y afectará más negativamente a los más pobres"

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Todo apunta a que en 2022 habremos salido de la pandemia. Entonces habrá durado dos largos años, casi lo mismo que la pandemia de gripe de 1918 y dejará un rastro de muerte, dolor y destrucción sin precedentes cercanos. La gripe quedó oculta tras la tragedia de la gran guerra y solo muy recientemente nos hemos percatado de su enorme gravedad. No debe ocurrir de nuevo. Esta es la pandemia letal de nuestra vida y tenemos que aprender de ella para prevenir o paliar otras pandemias a las generaciones futuras.

Ha habido múltiples valoraciones críticas de la gestión de esta pandemia y seguramente habrá también evaluaciones y auditorias que muestren las fortalezas y las debilidades técnicas de nuestra respuesta. Creo, sin embargo, que ya podemos extraer algunas lecciones que podemos compartir, más allá del ruido y la furia de la evaluemia y la infodemia nacidas de la polarización populista. La otra pandemia que nos acompaña.

Algunas lecciones tienen que ver sobre todo con la gobernanza de la salud pública, con el fortalecimiento de la OMS y la preparación futura frente a futuras pandemias. Es verdad que nos veníamos preparando frente a una futura pandemia gripal, más que probable. Se ha demostrado que no fue suficiente y que la covid19 se ha ensañado precisamente con los continentes y los países más desarrollados, en los que creíamos (nosotros y la OMS) que las medidas de prevención, alerta y respuesta estaban más desarrolladas. Sin embargo, ha sido la experiencia en pandemias de coronavirus recientes, como el SARS o el MERS y las medidas adoptadas por los países que las han sufrido, la que ha resultado más decisiva en la rapidez y la eficacia de la respuesta a esta nueva pandemia. En particular en el sudeste asiático, pero también en Oceanía y en la empobrecida África. No deberíamos olvidarlo.

Si queremos evitar otras pandemias en el futuro, tenemos que afrontar también los determinantes socioambientales de las pandemias como la actual de la covid19, relacionados con las zoonosis y la salud ambiental y su vinculación con la explotación salvaje de los recursos naturales, el cambio climático y los modelos de alimentación intensiva. Materias que han favorecido pandemias anteriores y que con esta última, debieran ser ya una prioridad.

También en la transmisión y los sucesivos brotes de la pandemia, han tenido y seguirán teniendo mucho que ver la cada vez mayor densidad de la población en grandes ciudades, así como la movilidad día a día más frenética y en particular el turismo de masas. El cambio acelerado hacia un modelo de consumo sostenible es imprescindible.

Otro de los principales errores de los países con un mayor nivel de desarrollo de su economía y de su sanidad pública, como España, ha sido la minusvaloracion histórica de la prevención, la salud pública y la salud comunitaria, debido la orientación reparadora, hospitalaria y tecnológica de los sistemas de salud y ante el aparentemente escaso y declinante papel de las epidemias infecciosas. Por eso resultan injustos los reproches y la culpabilización de los equipos de salud pública y de su portavoz en España, que han contado desde hace décadas con escaso personal y aún menos recursos técnicos para enfrentarse al tsunami de la pandemia. Bastaría compararlos con el ECDC europeo de reciente creación y a éste con el potente CDC norteamericano para darnos cuenta de nuestra absoluta indigencia. El desarrollo de los contenidos de la ley de salud pública, paralizada desde hace años, y más en concreto, la creación de una vez de la agencia y el consejo de salud pública, sería la mejor forma de enfrentarnos a los retos del futuro y al tiempo de resarcir a la olvidada salud pública española y a sus profesionales.

También, hemos vuelto a tropezar en esta pandemia con el colapso de la cadena de suministros sanitarios esenciales como EPIs, test, respiradores o vacunas. La competencia por el coste más bajo de producción y la rentabilidad privada a corto plazo nos han impedido responder a la mayor emergencia de salud pública de nuestra generación con los medios necesarios. La implicación pública, no solo en la investigación, sino en la producción y distribución, así como en la relocalización de las industrias estratégicas como la sanitaria, debiera convertirse en una prioridad regional y global. Ello no implica dar la razón al nacionalismo frente a la globalización, sino que debe suponer una globalización ordenada al servicio de las necesidades de las personas.

En todo caso, es de prever que el compromiso público con la investigación aumentará sustancialmente, que se abrirá el debate de la suspensión de las patentes en las vacunas y los medicamentos esenciales y que provocará en Europa la preocupación por contar con una industria sanitaria propia, al menos de material como EPIs, test, medicamentos y tecnología sanitaria que evite el riesgo del colapso de la cadena de suministros en un futuro previsible.

La vacunación y la inmunidad de grupo ya está teniendo un papel importante junto a las medidas de salud pública y de distanciamiento en el tramo final de la pandemia. Dicha vacunación, si no ocurren nuevos incidentes y retrasos, es de esperar que culmine en año 2021 para los países más desarrollados en Europa y América. Queda la duda si permitirá también la imprescindible inmunización del resto del mundo a lo largo del año 2022,  tan solo con programas de solidaridad como Covax que apenas han logrado comenzar la vacunación en los países empobrecidos. Se echa de menos hasta ahora una mayor implicación de las grandes potencias, los organismos internacionales y de las empresas para lograrlo.

En ausencia de esto, la geoestrategia de las vacunas está teniendo un gran impacto político, sobre todo para China y en menor medida para Rusia de una parte y para las empresas multinacionales de los EEUU y la Unión Europea por otra. Avanzamos con todo ello hacia una suerte de bipolarismo asimétrico por el lado comercial y tecnológico entre EEUU y China, y también en el terreno militar entre los EEUU y Europa de un lado frente a China y Rusia en el otro.

En definitiva, el rastro de vidas perdidas, de secuelas y sobre todo la destrucción de actividad económica se está repartiendo una vez más de forma desigual y afectará más negativamente a los más pobres. La pandemia tampoco ha sido está vez para todos igual, al contrario, se ha distribuido de forma desigual entre clases sociales, por géneros, edades y países, acentuando unas desigualdades que ya eran escandalosas. Los ancianos han sido las principales víctimas de la pandemia, pero no solo, porque sus efectos colaterales se han empezado a cebar también con los niños y las mujeres y en particular en los países empobrecidos, con el incremento de pobreza, la precariedad, el maltrato y la desigualdad en el acceso a la educación y la salud. Una sangría que de no pararla se transmitirá por generaciones.

Por eso es imprescindible que a los planes actuales de reconstrucción europeos y estadounidenses se sume un gran plan global de recuperación, unido a la lucha contra la pobreza y el cambio climático que permita acercarnos a los objetivos del milenio, de los que si no corremos el riesgo de alejarnos aún más.

Para bien, sale reforzado el papel del Estado, de lo público y de los organismos internacionales frente a las catástrofes como está siendo la pandemia. En primer lugar, la universalización de la salud pública y de la sanidad como derechos universales.

Por último, y en un plano más específicamente político, la principal lección es que el negacionismo avalado por la extrema derecha, con el que ha coqueteado el gobierno de la Comunidad de Madrid, felizmente ha salido derrotado. No hay más que ver cómo de un tercio de rechazo inicial a la vacunación, éste se ha desplomado hasta apenas un tres por ciento. Es el símbolo de una ciudadanía responsable y comprometida a lo largo de la pandemia. El problema ha sido, sin embargo, la utilización partidista de la pandemia por parte de la derecha y la instrumentalización de las CCAA para la confrontación, obstaculizando con ello la necesaria colaboración entre las instituciones y entre las distintas administraciones. La lección a retener es que no nos podemos permitir, y menos en medio de una pandemia, una concepción tan desestabilizadora de la labor de oposición y deslegitimadora del estado autonómico y de la democracia.

La tentación simplista del populismo frente al malestar, la inseguridad y la incertidumbre, al igual que la tecnocracia, seguirán entre nosotros, en tanto en cuanto la democracia representativa no cure también sus propias heridas, entre las que se encuentran la desigualdad, social, el elitismo político y cultural y también la falta de participación y responsabilidad ciudadanas.

1 Comment
  1. walletjc says

    Todos somos contigentes. Al final el artículo del otro día lo tuviste que publicar en elespanol.com, terminarás como Rosa Díez cuando se te cierren un poco los espacios.

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