El capitalismo y los ricos

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Germán Gómez Orfanel

Ante los sinsabores y preocupaciones generados por la crisis económica, con el agravante de que se hace pagar por ella a sectores que no son responsables de su origen, algunos se habrán preguntado si podríamos dejar de ser un país capitalista, pero por supuesto, sin tener que emplear medios revolucionarios, ni  cambiar la Constitución, que es muy complicado. Por curiosidad, y de acuerdo con la Constitución ¿tenemos que mantener un modelo capitalista?

El texto constitucional no se pronuncia de modo expreso, pero en su artículo 38, reconoce la libertad de empresa en el marco de la economía de mercado, lo que se considera como la constitucionalización de un modelo económico concreto, tal como se pensó en 1978 en el momento de elaborar y debatir la Constitución. Por otro lado no se puede olvidar que formamos parte de la Unión Europea, siendo una de sus finalidades, el desarrollo sostenible de Europa basado en un crecimiento económico equilibrado……en una economía social de mercado altamente competitiva ( artículo 3.3 del TUE).

Nuestra Constitución reconoce la iniciativa pública en la actividad económica y la posibilidad de nacionalizar recursos o servicios esenciales, actividad, por cierto, que sería complicado compatibilizar con la pertenencia a la Unión Europea, y aunque  cualquier Estado puede abandonar dicha organización, no parece que sea aconsejable.

Pero lo que quiero destacar es un entrañable artículo de la Constitución, que no ha dejado nunca de llamarme favorablemente la atención, el 128.1, donde se afirma que, “ Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general”.Considero  que a determinar el interés general lo podemos llamar Política, y ahí es nada, estaríamos ante el triunfo de ésta sobre la Economía, del Estado sobre el Mercado, de la soberanía sobre la propiedad.

Con este artículo que podría haber suscrito el mismísimo Maximiliano Robespierre, parece afirmarse la supremacía de lo político tanto frente a las invisibles leyes del mercado (Adam Smith), como a las determinaciones generadas por las fuerzas y relaciones de producción (Karl Marx).

En realidad  tal precepto supone una influencia de los liberales radicales y socialistas de la Segunda República española (artículo 44 de la Constitución de 1931), y en la actualidad puede considerarse como un reflejo del Estado social. Por ello hay que interpretarlo conjuntamente con el resto de la Constitución, con el respeto a los Derechos fundamentales (libertad de empresa, propiedad…) y a principios constitucionales (racionalidad, proporcionalidad). Serviría para justificar expropiaciones, intervenciones de empresas, o establecimiento de tributos, pero  su verdadero alcance es más limitado de lo que se piensa.

En un sistema democrático y parlamentario como el nuestro, la definición del interés general corresponde al Gobierno, apoyado y controlado por el Congreso de los Diputados.

Todo esto podría ofrecer una notable cobertura de legitimidad al Gobierno de  R. Zapatero, para aplicar medidas básicamente de carácter fiscal a quienes sean “los que más tienen”, es decir, para expresarlo  claramente, los ricos o muy ricos.

Durante los últimos años y quizá hasta 2007, hemos asistido en España a un sostenido proceso de acumulación de riqueza y especulativo, basado sustancialmente en la apropiación de los beneficios generados por la construcción, y aunque tímidamente nuestra Constitución afirma que, la comunidad participará en las plusvalías que genere la acción urbanística de los poderes públicos (art.45), está claro que las enormes ganancias  obtenidas han ido en otra dirección y aparentemente se han volatilizado.

En el imaginario colectivo de muchos españoles anida por una parte la idea de que los funcionarios que en principio tienen un puesto para toda la vida, no pegan golpe, juicio que me parece demasiado genérico, pues gran parte de los empleados públicos trabajan y bastante, aunque ello explicaría que los recortes a sus remuneraciones hayan sido aceptados mayoritariamente según las encuestas. Por otro lado el sentido justiciero de expropiar, hacer pagar o al menos gravar a los ricos, está mucho más extendido,aunque pueda espantar a inversores, o no pueda aplicarse con carácter retroactivo.

Además, no faltan sectores de opinión, expertos en pasiones, que piensan que así como los que rechazan el crucifijo en las aulas públicas lo hacen por ODIO a la religión, a los que piden que se establezcan impuestos para los ricos no les mueve otra cosa que la ENVIDIA.

En síntesis, sospecho que hay que considerar que fuera del capitalismo,  a pesar de su injusticia estructural y distributiva, no hay salvación. Ni tampoco alternativas generales. Sí es posible establecer reformas o actuaciones que compensen sus aspectos mas insoportables o caóticos. Su gran mérito ha sido el lograr que sus intereses se identifiquen con los de la generalidad. Los ciudadanos de numerosos países hemos tenido que  aportar mucho dinero para salvar bancos y empresas, para evitar el hundimiento del sistema. Era como cuando Sansón empezó a  mover las columnas del Templo, con todos nosotros dentro y sin poder salir, había que hacer algo.

Para terminar, un poquito de sana demagogia: He leído que José Mourinho se va a convertir en entrenador del Real Madrid, con diez millones de euros al año. Por favor, no podría alguien decirle que se lo piense, que a lo mejor le quitan un cinco por ciento.

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