La crisis, contra la socialdemocracia

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Rafael García Rico *

Todo se desmorona en el entorno de Zapatero. Los que debían refundar el capitalismo lo han hecho sobre nuevas bases políticas que ponen fin a más de un siglo de socialdemocracia. El pacto social constituido al final de la segunda guerra mundial era el objetivo de los liberales conservadores desde que el reaganismo dio comienzo a la revolución conservadora, al movimiento neocon. La crisis financiera actual, reflejo crítico de un modelo de capitalismo financiero y especulativo en el que la creación de riqueza y la productividad han sido sustituidos por la circulación y la transacción de capitales en un mundo globalizado convertido en mercado total, es el remate a la nueva era posindustrial predicha con acierto por los gurús del fin de la historia.

Y en ese escenario, un socialdemócrata como Zapatero ha intentado, con una capacidad de resistencia encomiable, sostener los pilares del Estado de Bienestar intactos ante la demoledora inercia de la respuesta liberal. Los mismos que anidan en las sedes donde se alimentó la crisis son los que ahora, una vez recogidas las ayudas gubernamentales, despotrican contra el elevado déficit público y lo aprovechan para realizar ataques especulativos sobre la deuda. Como en un campo de batalla, rodeado por toda suerte de artillería enemiga, el Gobierno socialista ha mantenido un pulso contra la reacción económica confiando en que el respaldo sindical sirviera como fuerte muro de contención. Y ha sido inútil.

Vale más perder respaldo social que dejar que el país se pierda en una quiebra económica provocada intencionadamente por los que disponen de armas suficientes para ello. A diferencia del PP, que es capaz de votar contra las medidas económicas que ellos mismos proponen porque las ha planteado el Gobierno, Zapatero ha ejercido de líder nacional ante los ataques especulativos y la crisis. Ha calculado el alcance de la respuesta y ha recortado donde menos consecuencias indeseables se pueden provocar. Los recortes se producen tras seis años de crecimientos de salarios y pensiones alimentados por compromisos de revalorización e incremento progresivo del salario mínimo interprofesional. Política social que la ley de dependencia –boicoteada impunemente por las comunidades populares– confirmaba como eje prioritario de la acción de gobierno.

Ajuste del cinturón frente al adelgazamiento del estado. La derecha no cree en estas medidas más que como primer paso para una política de fin de ciclo histórico. Y, por eso, a nadie debe sorprender que anuncien tímidamente algunas propuestas: reducir el estado, limitar el papel de los partidos políticos y cuestionar el espacio sindical en la negociación colectiva y en la existencia de sus estructuras actuales, incluida la representación por medio de delegados sindicales.

Detrás vienen las nuevas privatizaciones de servicios públicos, como se plantea cada día en la comunidad de la lideresa; reducción de las prestaciones sociales y liquidación progresiva de lo público como igualador social. Los colegios serán todos concertados con las sectas de la Iglesia y los comerciantes amigos; los centros sanitarios se convertirán en buenos negocios de clientes cautivos y sin nadie para denunciarlo en un nuevo paradigma social postsocialdemocrata.

Zapatero no ha permanecido inmóvil: ha resistido. Lo ha hecho con la convicción de que cabía una salida regulando el negocio de los mercados financieros, acometiendo una nueva política fiscal y armonizando el control de las grandes transacciones que nos han llevado al caos. Igualar en derechos, no igualar reduciendo derechos. Esa ha sido su política desde 2004.

Los sindicatos lo saben. Y lo saben bien. No ha cedido Zapatero a ninguna tentación; ha planteado medidas que son el mínimo necesario para la supervivencia de nuestra economía, la que hoy es objetivo de quienes nos atacan, precisamente porque aquí nos rebelamos contra esa manera de plantear la resolución de la crisis. Que nadie se equivoque. Somos objetivo de la especulación por la debilidad de nuestra deuda pero, sobre todo, por la autonomía de nuestras decisiones.

Habrá que aguantar y evitar que el saldo se lo lleve la derecha sicaria. Esa que vende el país a cambio de sus negocios. Zapatero defiende el país porque es el lugar donde viven los ciudadanos y las ciudadanas que son el sujeto que no debe pagar la crisis de la ambición, el egoísmo o las mendacidades del peor capitalismo: ese que tiene, aunque algunos crean que no lo sabemos, nombre y apellidos. El mismo que quiere fundar unas nuevas relaciones sociales en las que el Estado y el bienestar sean conceptos del pasado.

Pronto habrá que recuperar el diálogo social: el imprescindible entre sindicatos y gobierno. Sin Díaz Ferrán, por supuesto.

(*) Rafael García Rico (Madrid, 1962) Es colaborador habitual de medios como Cambio 16 o Estrella Digital. Fue diputado del PSOE  y miembro del Consejo de Administración de Telemadrid. Su carrera profesional está ligada a funciones de Director de Comunicación y Relaciones Institucionales de entidades públicas y privadas.
5 Comments
  1. celine says

    La pena es que los negocios también los tienen insignes representantes de la presunta izquierda, señor García Rico. Eso es lo triste.

  2. Calabrés says

    El neocio es el negocio, la nueva modernidad

  3. Jose says

    Zapatero se ha equivocado al querer parchear la crisis con medidas de los neocons. Querer recuperar el dinero entregado al capitalismo neoliberal, sacándolo del bolsillo de los que menos tienen es un error que le va a costar caro aq él y a su partido.

  4. Luis says

    Magnífico analisis, Rafa.

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