Obama y el futuro

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Retóricas de presidente y el futuro de la realidad (I)

Por Darío Villanueva *

Desde mis primeras estancias en los Estados Unidos, hace ya treinta años, siempre me sorprendió la versatilidad y amplitud de la moderna Retórica norteamericana, que se manifiesta en todas las facetas de la vida social y muy especialmente a través de los medios de comunicación, entre los cuales la televisión no ha perdido todavía la preeminencia consabida, pero que cada vez más debe compartir espacios y tiempos de audiencia con internet.

Retórica, por supuesto, en los discursos politicos tanto de los miembros del ejecutivo como de los congresistas y senadores; retórica en las vistas de los procesos judiciales, de los que Hollywood ha hecho todo un género cinematográfico; retórica en desenfadados parlamentos cuando las nominaciones y entregas de premios en el ámbito del show bussiness, en las tertulias de los late night shows de Jay Leno o David Letterman, y, de modo especialmente llamativo, en los oficios religiosos concebidos y producidos como auténticos espectáculos televisivos que copan los espacios de las mañanas durante los fines de semana.

La postulación, campaña y triunfo de Barak Hussein Obama como cuadragésimo cuarto presidente de los Estados Unidos ha representado para mí la confirmación de aquellas percepciones, nacidas cuando viví in situ el proceso homólogo que llevó a Ronald Reagan a la Casa Blanca en 1981.

Fue el canadiense Marshall McLuhan, fallecido precisamente en 1980, quien nos recordó cómo los sistemas de comunicación eléctrica ─pensemos en la radio y la televisión sobre todo─ representaron un claro retorno de la oralidad a la esfera de la comunicación humana, después de la relativa tirania del ojo sobre el oído que la escritura, extraordinariamente potenciada por la imprenta, había representado a lo largo de los cinco siglos de la Galaxia Gutenberg.

Porque es un hecho que esa Tecnópolis, que es el nombre que Neil Postman le da, con tintes poco amables, a los Estados Unidos de Norteamérica, constituye un campo privilegiado de aplicación y desarrollo de las nuevas tecnologías, pero a la vez, incluso en pleno Siglo XXI, ostenta también rasgos inconfundibles de una vasta comunidad humana en la que, como en las tribus ancestrales, la oralidad y la palabra conservan un poder sustancial.

Bien es cierto que en la campaña de Obama fue decisiva la incorporación de todos los recursos de internet, en forma de blogs, chats, redes sociales y, sobre todo, el visionado en el portal You Tube de alguno de sus discursos más importantes. Pero en el origen de todo ello está la palabra, que es el sustento de esa oralidad comunicativa que caracteriza a los humanos como seres racionales y, por descontado, como animales sociales. A este respecto, Obama no hace sino aprovechar las nuevas posibilidades tecnológicas de lo que se ha dado en denominar la Galaxia Internet, como otro de sus predecesores había hecho lo propio con los recursos de lo que McLuhan denominaba “la constelación de Marconi”.

Me estoy refiriendo, claro está, a las “fireside chats”, la serie de treinta charlas radiadas que Franklin D. Rooselvelt difundió entre 1933 y 1944 y que tanta influencia tuvieron en la comprensión por parte de la ciudadanía de dos trascendentales iniciativas presidenciales: por una parte, la política del New Deal y, posteriormente, la decisión de entrar en la gran guerra que asolaba Europa.

Las charlas radiofónicas del presidente Roosvelt han pasado a la historia de la comunicación como piezas extraordinarias, en las que el ochenta por ciento de las palabras usadas se contaban entre las mil más comunes de la lengua inglesa. Obama comparte con Lincoln y con Roosevelt la virtud de la elocuencia, pero lógicamente en su caso estamos hablando de un orador actual que se dirige a ciudadanos del Siglo XXI y que dispone de recursos tecnológicos antes desconocidos para potenciar al máximo lo que en principio no es sino resultado de la aplicación de los principios de la Retórica y de géneros dicursivos como el deliberativo o político, y el demostrativo. Al candidato no le era tampoco ajeno, sino todo lo contario, el género retórico forense o judicial, pues de ahí viene su formación, primero en Ciencias políticas en la Universidad de Columbia y luego, hasta el doctorado, en la Facultad de Derecho de Harvard.

En esta cultura de la palabra oral rediviva nació, se formó y se mueve el actual Presidente. Su educación universitaria potenció en él unas condiciones personales que sin duda poseía de forma innata, como también las disfrutó el presidente Ronald Reagan, cuya profesión de actor no dejó de serle de gran ayuda en las lides comunicativas y políticas (no se puede decir lo mismo, por cierto, de George W. Bush junior). Pero en el caso de Obama, es obligado destacar además un punto de pasión y de talento literario que sus comentaristas y biógrafos unánimente destacan.

La eficacia retórica de Obama se manifiesta también en su capacidad de empatizar con los auditorios, gracias a su pertinente actio, la sobria pero suficientemennte enfática actuación con la que acompaña sus alocuciones. Y no se nos debe escapar, asimismo, el buen tino en la selección de los redactores de sus discursos y en la capacidad de transmitirles las ideas fundamentalees, la inventio retórica o contenido del mensaje, a las que ellos luego habrán de poner las palabras justas, la elocutio, y por debajo de ellas la estructura o dispositio más eficaz.

La Historia de la Retórica griega preserva un sucinto apartado para guardar memoria de unas figuras modestas pero imprescindibles. Son los llamados logógrafos, como Antifonte o Lisias, ambos del S. V antes de Cristo, que fueron escritores de discursos a sueldo. El logógrafo principal de Obama es Jon Favreau, un joven de 27 años que tardó dos meses en redactar el discurso de veinte minutos que su jefe pronunció en el Lincoln Memorial al comienzo de su campaña y que, por supuesto, amén de escribirle el Victory Speech para el 4 de noviembre de 2008, hizo lo propio con otro discurso de la derrota que no se llegó producir. Es tal la compenetración entre ambos que el Presidente define a su logógrafo como un verdadero “lector de mentes”, como alguien capaz de empatizar casi telepáticamente con él, condición imprescindible para ser un ghost de primera categoría, un “fantasma” insustituible, que tal es el nombre que la lengua inglesa utiliza para denominar lo que en castellano llamamos un “negro” para referirnos a los redactores de discursos ajenos.

El resultado de tan eficaz colaboración es un bagaje de textos que merecen ya un sitio en la antología de la Retórica. Discursos hermosos, poéticos y eficaces en cuanto a la capacidad de conmover y movilizar a los oyentes. Otra cosa –y esa es la gran objeción que se le puede hacer a la Retórica− es la fuerza performativa, como dirían los Lingüistas, de piezas tan bellas. O, lo que es lo mismo, no se puede perder de vista la cruda realidad de que del dicho al hecho hay un gran trecho; de que obras son amores y no buenas razones.

Ya la propia Hilary Clinton, en el fragor de las primarias, había afirmado malévolamente: “Mi rival da discursos. Yo ofrezco soluciones”. Y la amenaza de ese posible estigma de palabrería inane se ha recrudecido con motivo de la concesión a Obama del Premio Nobel de la Paz en octubre de 2009. Más que un premio merecido por los hechos del galardonado, este Nobel parece un reconocimiento a la donosura de las palabras sobre la paz espigadas de entre sus discursos, que algunos periodistas han llegado ya a calificar como los más brillantes jamás pronunciados por un presidente norteamericano.

El candidato presidencial y sus logógrafos no fueron, al acuñar el universalmente famoso lema de su campaña, totalmente originales. De hecho, el precedente directo del Yes we can tiene acento hispano. En 1972 el líder chicano de los derechos humanos César Chávez, cofundador con Dolores Huerta y Philip Vera Cruz del sindicato agrario United Farm Workers, utilizó por primera vez el eslogan “Sí, se puede”, cuya traducción inglesa es “Yes, it can be done”.

En términos de la eficacia, tanto elocutiva como perlocutiva, de este eslogan, es obligado recordar aquí el que acompañó la campaña presidencial de Dwight Eisenhower en 1952. Un especialista en mercadotecnia, Peter G. Peterson, acuñó una frase que, a diferencia de la de Obama, el candidato nunca incluyó, por razones obvias, en sus propios discursos, pero que sus seguidores coreaban constantemente, y toda la parafernalia propagandística de carteles, medañones, banderolas, pancartas e insignias de los Republicanos difundió hasta la saciedad.

Su redactor aprovechó a tal fin el nombre hipocorístico del general Eisenhower: Ike. I like Ike se convertiría, por lo tanto, en la proclamación palmaria, por parte de cada persona que pronunciaba el eslogan, de su preferencia en la carrera presidencial. “Me gusta Ike”; por lo tanto, votaré como presidente de los Estados Unidos a Dwight Eisenhower, y no a otro.

El eslogan de Obama es, sin duda, mucho más trascendente que el de Eisenhower, y todavía más compacto en su configuración formal. Lo componen tres monosílabos, lo que por sí mismo no solo significa toda una garantía mnemotécnica sino también un gran rendimiento prosódico, rítmico y perlocutivo. De hecho, en los discursos en los que Obama recurre al Yes we can, su auditorio le secunda repitiendo una frase que semánticamente encierra un cúmulo de significaciones de intenso alcance político.

El primer monosílabo del lema es una palabra tan rotunda como el sí afirmativo. El orador comienza, pues, afirmando, con lo que ello significa de pronunciamiento positivo y movilizador. Pero ese Yes inmediatamente implica a un We inclusivo, el pronombre en primera persona del plural que comprehende tanto al que habla como a los que lo escuchan, a diferencia del precedente de César Chávez, el “Sí, se puede”, que posee un carácter impersonal. Y finalmente, el verbo can expresa poder, fuerza, decisión. De tal modo, los auditorios, inducidos por el líder, acaban compartiendo el significado de estas tres palabras de una sola sílaba que tan fáciles les resultan de corear. Un significado que es tanto como decir en alta voz y compartida: afirmamos que juntos lograremos lo que pretendamos, pues entre todos reunimos potencia sobrada para ello.

El apóstrofe es una de las figuras que la Retórica calificaba como “patéticas” en el sentido de que eran idóneas para expresar las pasiones. Consiste en interpelar varias veces a lo largo del discurso al público oyente con el objeto de crear en él un climax idóneo para un mejor logro perlocutivo de los propositos del orador. Con su Yes we can, Barack Obama llamaba perentoriamente a sus seguidores a abordar y resolver tareas decisivas para el bienestar de la República y para su perfeccionamiento.

La irrupción del Yes we can en la campaña presidencial se produce en el discurso pronunciado en Nashua el 8 de enero de 2008, en la noche de las primarias demócratas de New Hampshire en las que se impuso Hillary Clinton. Pero el análisis demorado del corpus de los discursos de Barack Hussein Obama, sellado brillantemente por su “Victory Speech” del 4 de noviembre de 2009 en el Parque Grant de Chicago, muestra, entre otras peculiaridades retóricas como las que hemos ido señalando ya, una coherencia modulada a lo largo de todo el proceso en función de las circunstancias de la campaña y los propios lugares de los mítines, junto a una estrategia general que los estudiosos de la literatura barroca tantas veces han identificado como la convergencia de dos movimientos, uno de diseminación de los argumentos y otro complementario de recolección de los mismos, que es lo que caracteriza precisamente este discurso final de la victoria.

El Presidente electo comienza, así, afirmando la vigencia del sueño de “nuestros fundadores” y de otros prohombres como Lincoln, Roosevelt o Martin Luther King, “el predicador de Atlanta”, a cuya puesta en duda han dado respuesta finalmente los votos. Para reafirmar esta evidencia del refrendo electoral sus logógrafos recurren, una vez más, a la figura de la anáfora, con la repetición por cuatro veces de una misma cláusula: It’s the answer… La respuesta del cambio que sigue siendo “the true genius of America”.

El candidato vencedor apostrofa entonces, a través de los que escuchan en el parque o a través de las ondas, al vosotros que ha hecho posible tal cosa, y ese apóstrofe no incluye una recriminatio como las que todavía en esta ocasión jubilosa dedica a los escépticos, sino un auténtico encomio o panegírico del pueblo que lo ha aupado con sus aportaciones económicas, con sus miradas y aplausos cómplices, con sus votos decisivos para que asumiera retos tan colosales como “dos guerras, un planeta en peligo, la peor crisis financiera desde hace un siglo”. Y para dar cuerpo individual al pueblo unánime, una evidentia: la mención a Ann Nixon Cooper, que aquella tarde guardó cola para votar con sus ciento seis años de edad a las espaldas, anciana militante demócrata que acaba de fallecer.

El baño frio de cruda realidad le permite, sin embargo, recuperar la fuerza de la alianza entre Presidente y pueblo que conjuraba el Yes we can, eslogan que ahora, mirando hacia el futuro, adquiere forma de una variatio elocutiva: “Os lo prometo− nosotros como una nación llegaremos”..

En el portal You Tube podemos comprobar cómo a esta promesa de Obama – I promise you, we as a people will get there −, el auditorio respondió coreando el Yes we can. Precisamente ese será el cierre final de toda la campaña, en el momento en que el candidato se siente ya investido con el carisma de la victoria. Este “Victory Speech” concluye así con una nueva serie anafórica compuesta por siete reiteraciones del Yes we can en las que la voz y el enunciado del orador se funden con los de su enfervorizado público. Y en todo caso resulta otra pieza maestra de esa eficaz tecnología de la comunicación que es la antigua Retórica rediviva en la Galaxia de Internet, que los logógrafos de Obama no dejan de aprovechar en todos sus recursos, incluído el retruécano que se hace aquí contraponiendo los intereses de Wall Street –el sancta santorum del capitalismo− con los de la Main Street, esto es, la calle mayor de las villas y pequeñas ciudades norteamericanas, emblema de la ciudadanía común.

En las antípodas ideológicas de Barak Obama, me parece interesante reparar también en la personalidad del ex-presidente norteamericano Ronald Reagan, otro gran retórico a su manera, como vamos a ver en la segunda entrega del presente artículo para www.cuartopoder.es.

(*) Darío Villanueva es catedrático de Teoría de la literatura y Literatura comparada de la Universidad de Santiago de Compostela y académico de la Real Academia Española

Segunda parte de la tribuna: Reagan y la realidad

5 Comments
  1. celine says

    La palabra es una de las primeras víctimas de los tiempos de internet, me temo, profesor. En España creo que nunca se la educado a la gente en el uso y disfrute de la palabra. Los italianos tienen un sistema educativo que valora más esta facultad fundamental humana, si no me equivoco. Los franceses, también. Cesar Antonio Molina escribía hace unos días sobre lo bie construido del discurso de Clegg, con citas literarias, y cómo a los discursos que Molina escribió para ZP le quitaban las citas literarias para «limpiar» el texto y que quedara más claro. ¿Más claro? El agua.

  2. yorgelis says

    no entendi nada

  3. ruben dario says

    me gustaria dialogar con presidente obama soy latino si es posible via cel
    a las 24 horas del dia estoy disponible me alegro que su persona señor presidente ovama aya ganado
    mi numero es de cel es 087015215 trabajo en una empresa que creo su pais resido en un pais latino pleace responda ya que para mi persona es importante espero su respuesta donde radico ma moneda es el dolar

  4. ruben dario pazmino says

    estimado señor presidente de estados unidos señor ovama soy latino trabajo en una empresa creada en su pais en sentro america es un pais dunde funsiona el dolar si es posible me gustaria hablar via cel mi nombre es ruben desde luego si se puede le felisito que su persona aya ganado ya que yo estaba a su fabor y queria que gane a pesar quesoy de otro pais de latino america me gustaria dialogar con usted unos minutos o por mail ya que para mi es importante de preferencia via cel mi numero es 087015215 disponible 24 horas del dia le agradesco su atencion porfabor espero su respuesta grasias por su atencion ya que para mi es muy importante me llamo ruben

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