Búrlate de quien encuentres en el cielo o en el infierno, 'Monsi'

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Héctor Subirats *

Fotografía de Carlos Monsiváis que se expuso en su capilla ardiente. / Alex Cruz (Efe)

Para no andar caminos trillados en esto de las necrológicas,  diré que Carlos Monsiváis, ¡humano, demasiado humano!, cometió muchas injusticias en su vida, casi todas relacionadas con apoyar para puestos y premios a gente que no se lo merecía, pero que pertenecían a la comunidad homosexual. Supongo que los perseguidos por su opción sexual, dirían: "Qué valiente Carlos, siempre con los oprimidos". No estoy de acuerdo, creo que era una canallada, pero vamos ahora a lo bueno.

Desde muy joven me declaré admirador de Monsi, de su fina ironía, su implacable crítica con los poderes, su gracia escéptica para hacer "sociología" de cualquier evento, lo mismo un campeonato de fútbol que una pelea de boxeo o un concierto de Gloria Trevi. De aquella mirada salía un tratado de las miserias de la masa, de la manipulación de los políticos y mucho más que todo lo que puedan haber escrito los "cronistas oficiales de la ciudad".

Resulta que Monsi vivía en la misma calle que yo y muchos sábados, al acompañar a mi madre al mercado en nobles tareas de cargador de los futuros banquetes familiares, me cruzaba con él. Me admiraba que aquel hombre con cara de indígena inexpresivo -una especie de Buster Keaton de la literatura-, fuera capaz de lanzar finos dardos contra todo lo que le pareciera mal y, no es poco, de hacerlo con un humor casi más inglés que mexicano. Su columna semanal, "Por mi madre bohemios",  título tomado de la cumbre de la poesía cursi mexicana, era para mí como una droga. La semana se me hacía eterna leyendo a todo tipo de pelmazos, daba lo mismo si querían que el sistema se eternizara que si nos avisaban de la inminencia de -¡ahora sí!- La Revolución Socialista (estos últimos tuvieron su prueba en el 68 y no fueron capaces ni de intentar el 69).

Pocos años después, en la galería del anarcosindicalista catalán Ricardo Mestre, lo conocí en su calidad de eterno coleccionista, lo mismo en galerías, que en el equivalente del Rastro en el DF. El viejo Mestre me advirtió: "es muy listo, buen chico, pero... un poco marxista". Será preciso enmendar a Mestre y decir que si todos los marxistas -evangelistas del mundo fueran así, quizá el mundo fuese menos despreciable. Además, yo en el colegio estaba rodeado de señoritos de buen barrio -vivía en la colonia Portales, clímax del proletariado delincuente-, y eso era una humillación a la que aquellos cabrones me tenían sometido, hasta que conseguí mi mejor arma: "¡Sí, vivo en la Portales, soy vecino de Monsi!", lo que me daba etiqueta de garantía y al tiempo de ignorancia total, porque era evidente que aquellos tarados no leían a Monsi ni sabían de su existencia.

Además del placer y las risas que me invadían al leer a Monsi, de él intenté aprender una estrategia fundamental, aunque no sé si he tenido éxito en la imitación: para ser feroz con el contertulio o el político al que se va a destazar es necesario reírse un rato de uno mismo. Desde luego Monsi lo hacía con maestría. En una polémica que hizo época, Octavio Paz la intentó cerrar diciendo: "Ya escuché sus ocurrencias, ahora espero sus argumentos", ocurrencia injusta de Paz porque Monsi, entre risa y risa, argumentaba de sobra. A pesar de ello, y mientras la izquierda cerril seguía despreciando al "repugnante poeta  capitalista”, cuando Paz cumplió sus 70 años, Bellas Artes organizó un homenaje, y el único hombre de izquierdas conocido que había en el país, Carlos Monsiváis, estaba allí.

En fin, en un país tan solemne y patriotero como México, me voy quedando sin lecturas de refresco, primero Ibarbuengoitia se mató, en avionazo cerca de Barajas, ahora Monsi muere víctima de su pasión por los gatos. Ya sólo me queda Guillermo Sheridan, que seguro dura muchos años porque se cuida cual princesa Versallesca. No en vano dirigió la Casa de México en París algunos años. A Sheridan le pido que resista y a los lectores que no disfrutan todavía de su talento y mala leche les recomiendo su blog El Minutario de Guillermo Sheridan. En tanto, brindaré por el talento de Monsi con Savater, otro de sus rendidos admiradores. Allí donde estés, ¡Salud Monsi! Y búrlate de quien encuentres en el cielo o en el infierno, el sitio que te destinaba el Vaticano.

(*) Héctor Subirats. Escritor mexicano y subdirector académico de la Fundación Ibero UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México).

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