¿Qué hacemos con el 'burka'?

6

Victoria Camps *

No ha habido un debate previo, como casi nunca lo hay, sino una serie de iniciativas acumuladas a favor de prohibir el burka y el niqab en algunos lugares. En Francia, la Asamblea Nacional acaba de aprobar una ley prohibiendo ambos atuendos en todo el espacio público. Tanto allí como aquí, las propuestas de prohibición vienen de la derecha, mientras la izquierda se abstiene porque no lo tiene claro. No es nuevo que los conservadores sean intervencionistas en materia de costumbres y de moral, mientras los gauchistes son partidarios del liberal “dejar hacer”. Las razones de aquéllos tienen que ver sobre todo con la seguridad ciudadana; éstos defienden a ultranza la libertad de expresión y religión. Ambos enarbolan la cuestión de la dignidad de la mujer, pero no con las mismas consecuencias. Veámoslo.

La dignidad de la mujer, del hombre, o del ser humano en general, radica en su autonomía, en la capacidad que tiene para decidir cómo quiere vivir. Lo dijo hace siglos Pico della Mirandola distinguiendo así la condición humana de la del animal. Los animales no eligen como vivir; los humanos pueden hacerlo. La paradoja se produce cuando alguien elige hacer algo que le perjudica. Elije conducir a una velocidad alocada, elige emborracharse, drogarse o engordar. Los humanos no siempre eligen lo que debieran ni buscando el bien de todos. Es un problema antiguo que los profetas del liberalismo resolvieron hace tiempo. Dijeron, acertadamente, que la libertad dejaría de serlo si sólo se pudiera elegir en una dirección o de acuerdo con un bien supuestamente aceptado como bien común. Es paternalismo puro –dijo John S. Mill– intentar evitar por la fuerza (la fuerza de la ley también es fuerza) que alguien se haga daño a sí mismo. El único límite legítimo a la libertad es impedir que se haga daño a otros.

Pero ¿son libres las mujeres que usan burka? ¿No lo hacen obligadas por sus maridos? Ellas no dicen eso. Las cuatro mujeres que han sido entrevistadas y preguntadas en Cataluña (y me temo que son todas las que hay) no hablan de sumisión, sino de derechos, de libertad, de dignidad, de democracia y de felicidad. Reconocen que su opción no es compartida ni siquiera por muchos de los suyos, pero afirman que es la suya y quieren mantenerla. ¿Dónde está el oprobio a la dignidad si la dignidad consiste en la elección libre?

Se creen libres pero no lo son, responden los listos (y listas) que piensan que la dignidad de la mujer y el burka son incompatibles. Se me ocurren dos contrarrespuestas a la objeción. Libertad absoluta para decidir la tenemos todos a medias, pues son muchas las presiones de todo tipo, más o menos manifiestas, que nos influyen y condicionan. El segundo argumento es más grave. ¿Qué diríamos si comparáramos el caso del burka con la prostitución? También algunas mujeres dicen ejercerla libremente. Otras aceptan que no es así, que lo hacen para sobrevivir. Pero a la sociedad esa sumisión le importa poco. Como mucho, procura que las prostitutas no sean demasiado visibles. En algún momento se ha pensado en profesionalizarlas dado que la demanda existe y seguirá existiendo. Nunca en tomar medidas serias para evitar que las mujeres tengan que someterse a la vejación y esclavitud más antigua y más indigna, sin ningún tipo de dudas. Cuando –como está ocurriendo ahora– alguien apunta al escándalo de los anuncios de contactos, inmediatamente se echa tierra sobre el asunto. Demasiados intereses económicos para abrir el debate.

La diferencia mayor entre la prostitución y el burka es que la prostitución  existe y es una triste necesidad para muchas mujeres. Lo del burka es más confuso. ¿Obligación, libre opción, empanada mental, irracionalidad? ¿Cuántos nos hemos cruzado con mujeres integralmente tapadas por la calle? ¿Que quizá en el futuro será peor si no tomamos medidas drásticas ahora? ¿Y quién asegura que las medidas drásticas son siempre las más eficaces? A veces, las decisiones son perentorias y no deben demorarse. Ésta no me parece tan urgente. Decidir qué hacemos con el burka puede esperar.

(*) Victoria Camps (Barcelona, 1941). Filósofa, catedrática de Filosofía moral y política de la Universidad Autónoma de Barcelona y presidenta del Comité de Bioética de España. En 1990 obtuvo el Premio Espasa de Ensayo por su libro Virtudes Públicas (Espasa Calpe) y en 2008 le fue concedido el XXII Premio Internacional Menéndez Pelayo por su magisterio filosófico y moral. Su última obra publicada es Creer en la Educación (Península, 2008).
6 Comments
  1. ardi says

    Yo esta misma semana me he cruzado con 2 mujeres con niqab. El burka y el niqab distan muchísimo de ser simples prendas, son formas de vida. «Cubrirse el rostro de esa manera, afirma, «significa la negación de la identidad, de la personalidad». No se trata de una prenda de vestir, sino de una especie de «mortaja». El burka, añade, «es la parte visible» de la «marea negra del integrismo fundamentalista».» el que afirma es Andre Gerin, diputado comunista francés.

  2. vihernes says

    Para mi es un debate artificial que ha surgido por puro interés electoralista.
    Que bien suenan las frases en defensa de las mujeres oprimidas¡¡ No voy a comentar los paralelismos con la prostitución que tan claramente has expresado y que comparto, puedo hablar de nuestras monjas de clausura, que por cierto no hace mucho una de ellas hablo después de denunciar ante las autoridades eclesiásticas, por el tipo de trato que se daba en los conventos y que dejaba a las mujeres prácticamente carentes de autoestima, y recursos para vivir fuera de los muros del convento. Sin que nadie se plantee hacer nada por liberarlas de semejantes vulneraciones de su dignidad.
    Personalmente no he visto a nadie con burka, si con niqab hace un par de días unas mujeres jóvenes sentadas en la hierba reían mientras los niños jugaban. El problema de este debate es que al final se esta creando una idea equivocada sobre los ciudadanos musulmanes, que a la larga solo puede traer desconfianza. En conclusión, crear problemas donde no los hay.

  3. martes20 says

    en mi casa, no al burka ni al niqab.
    una cosa es si vienen de vacaciones y otra si vienen a quedarse para vivir.

    cuando yo era pequeña me decían: a donde fueres, haz lo que vieres.

    estoy en contra de las fronteras, incluso de la necesidad de papeles para trasladarse de un lugar a otro,
    y por ello estoy a favor de que cada uno haga uso de su libertad.

    pero siempre respetando las costumbres, las tradiciones y las leyes de cada país y que no nos sean impuestas desde fuera.

    de tanta cordialidad y bienvenida, de tanto decir mi casa es tu casa, muchas veces me siento extranjera sin moverme del vecindario.

    si aquí tenemos unas costumbres se deberían respetar, nadie les llama ni les echa, pueden venir, quedarse e integrarse o pueden ir a vivir a otro lugar, nuestra puerta esta abierta para quienes no les guste como vivimos.

  4. Hortensia says

    Muy bueno tu artículo. El tema no es fácil. No entiendo la polémica en torno al velo. He vivido temporalmente en Damasco y Beirut. Sé que el velo allí es una prenda «coqueta» más. Los velos de las damascenas son caros y hermosos. El modo en que muchas libanesas musulmanas se colocan el suyo, con algo debajo que lo sube y abulta en la parte superior trasera de la cabeza me parece bellísimo. La idea de prohibirlo me resulta tan terrible como que hubieran prohibido la boina o pañuelo atado bajo la barbilla en nuestros pueblos hace no tantos años. Mi abuela jamás se dejaba ver sin un pañuelo en la cabeza. El burka, en cambio, como mujer, me produce rechazo cuando lo veo. Parece algo que va contra la libertad, sí. Y sin embrgo… lo siento, no creo en las prohibiciones. Prohibirle llevarlo a quien así lo elige libremente me parece tan terrible como obligar a llevarlo a quien no quiere hacerlo. Las muestras externas de otras culturas, de otras religiones, de otras costumbres en mi país no me dan miedo. Lo enriquecen. Los países grandes no se han hecho grandes prohibiendo, se han hecho grandes asimilando.

  5. celine says

    Si la mujer que se esconde tras un burka tiene que fijarse en los pies del hombre que va delante para no caer o perderse, parece una condena mucho más que un resgo cultural. Claro que yo soy una feliz ignorante de ese tipo de vida. Aquí aún hay que batirse en cobre por cobrar lo mismo que un varón por el mismo trabajo. Que no es poco.

  6. sole says

    Yo estoy totalmente de acuerdo en que cada uno tiene queser libre para hecer con su vida lo que quiera, sin embargo considero que muchísimas de las mujeres que llevan «burka» no son tan libres como ellas quieren aparentar.

Leave A Reply