Salvador Macip *
Deberíamos alegrarnos de que una pandemia que nos tuvo en vilo durante unos meses se haya dado oficialmente por terminada. Pero cuando el 10 de agosto Margaret Chan, directora general de la OMS, anunciaba que el mundo ya había abandonado el temido “nivel seis” de alerta por la gripe H1N1, sus declaraciones fueron recibidas con franco desinterés, sino directamente burla.
Para empezar, muchos no creen que hubiera ninguna pandemia. Quizá el primer problema es simplemente semántico. Pandemia no es sinónimo de muerte, destrucción y masacre. No siempre. Se llama así a una infección que se ha generalizado prácticamente por todo el planeta. Esto no implica que sea necesariamente mortal ni que tenga que afectar a la mayoría de la población. El HIV, por ejemplo, ha causado una pandemia que dura ya más de veinte años. Los infectados son proporcionalmente pocos, al menos en los países desarrollados, y la enfermedad se puede controlar bastante bien si se dispone de los fármacos adecuados. La gripe H1N1, como el sida, cumple los requisitos para clasificarse como una pandemia en toda la regla, simplemente por definición.
Obviamente, la nomenclatura por sí sola no justifica la estrategia que las autoridades montaron para hacer frente a la gripe. Esto es lo que aún ahora se discute. ¿Se exageró? ¿Nos han manipulado? ¿Nos han timado? Las respuestas son importantes ya que condicionarán como nos organizamos para hacer frente a la próxima pandemia, porque tarde o temprano habrá otra. Las sensaciones de descontento y engaño, alimentadas constantemente por una serie de voces críticas, son bastante generalizadas. ¿Tienen razón de ser?
Contra la duda no hay nada mejor que la información. A toro pasado y con la mayoría de los datos en la mano, debería ser más fácil llegar al fondo del asunto. Y a pesar de eso, la paranoia ha arraigado tan convincentemente que cuesta sacársela de encima aún cuando las pruebas indican lo contrario. No hace falta hacer encuestas formales: hay una buena parte de la población que cree que la vacuna se hizo demasiado deprisa, que era peligrosa, que se fabricó en exceso para que algunos se enriquecieran y que las farmacéuticas presionaron a los expertos de la OMS que influían en las decisiones de salud pública.
El proceso para obtener la vacuna se aceleró todo lo posible, eso es cierto, pero no se saltaron ningún paso esencial. La prueba es que la vacuna no ha provocado más reacciones adversas que las que se ven normalmente cada año y además parece que es efectiva. Muy lejos, pues, de ese supuesto producto tóxico e inútil para el cual todos serviríamos obligatoriamente de cobayas. A pesar de las prisas, el problema real es que llegó tarde. Si el virus hubiera sido realmente agresivo no se hubiera podido evitar una primera oleada importante de muertes. Así pues, en el futuro hay que encontrar la manera de ir aún más rápido. Además, no hubiera habido suficiente cantidad: las dosis fabricadas no hubieran cubierto a toda la población que la hubiera necesitado. La otra lección es que tenemos que ser capaces de fabricar aún mucha más.
Sobre el supuesto juego sucio de las farmacéuticas, hasta ahora sólo ha habido acusaciones sin pruebas lanzadas por individuos que a menudo tenían intereses políticos en el tema. La mayoría de expertos en gripe y sanidad pública defienden que la OMS actuó correctamente, considerando los pocos datos de que disponía en los primeros meses de la crisis, cuando era el momento de tomar decisiones. No olvidemos que este era un virus surgido “de la nada” contra el cual la población en principio no tenía defensas. Además afectaba de forma más grave a gente joven y sana, en lugar de niños y personas de edad avanzada, como pasa habitualmente. Había motivos de sobra para asustarse.
Habrá que ver si realmente la OMS se dejó influir, se está investigando, pero de momento quizá sería más justo atenernos a ese principio tan democrático de la presunción de inocencia. El punto central de muchas teorías conspirativas es el panel de expertos con los bolsillos llenos de dinero de las farmacéuticas. Aquí la OMS pecó de idealista, ocultando la identidad de sus asesores para evitar que se intentara presionarlos. La falta de transparencia levantó demasiadas suspicacias. Ahora que sabemos los nombres se ha podido comprobar que, como la OMS aseguraba, ninguno de ellos se guardaba un paquete de acciones que lo iba a hacer millonario si se vendían más vacunas.
Alguien se podría quejar de que unos cuantos tienen relaciones obvias con las farmacéuticas. Naturalmente. Hace décadas que los sectores públicos y privados colaboran y que las compañías invierten dinero en los laboratorios universitarios. Además, es lógico que si eres un experto mundial en un tema, cuando una compañía busque asesoramiento te llame a ti (y te pague por las molestias). Siguen siendo las personas más capacitadas para tomar decisiones en caso como este, a pesar de que en algunos casos hayan recibido cheques por cantidades tan desorbitantes como siete mil dólares.
Han sobrado vacunas. Millones de ellas. ¿Hemos tirado el dinero? ¿Lo tiramos cuando pagamos un seguro de vida o una mutua médica? Si pasa lo peor, no. Y lo peor a veces pasa, por esto se ha inventado la prevención. ¿Estaríamos más tranquilos si el virus hubiera sido verdaderamente letal y hubiéramos tenido que usarlas? Esto sería como alegrarse de tener un accidente de coche para poder amortizar el seguro. ¿Se han forrado las farmacéuticas? Pues claro. Y suerte que tenemos, porque si no hubiera este fuerte incentivo económico les tocaría a los gobiernos encargarse de invertir miles de millones en montar laboratorios de investigación y fábricas que produjeran las dosis requeridas de cualquier fármaco importante. Con lo tristes que son los presupuestos para ciencia de algunos países, es más fiable que sea el sector privado quien cubra estas necesidades. De hecho, ahora mismo no tenemos otra opción que contar con las farmacéuticas, así que, sin dejar de vigilarlas, hay que reconocer también la importancia de su papel en nuestro sistema sanitario.
Con una buena parte de la población inmunizada y el H1N1 rebajado casi a nivel de virus estacional, la principal conclusión que podemos sacar de la pandemia es que tuvimos suerte. Suerte porque el virus era poco agresivo (según un estudio, causó la mitad de muertes que la gripe “normal”), porque de momento no ha mutado para convertirse en algo más peligroso, porque no aparecieron cepas resistentes al tamiflú y porqué no estábamos preparados.
Lo hicimos bastante bien, pero en esta carrera no hay premio para el que llega segundo. A pesar de todos los esfuerzos, todos los descubrimientos y todos los millones invertidos esta última década, aún no somos capaces de responder con suficiente eficacia a la aparición de un virus nuevo. La parte científica ya casi está a punto. La parte humana no. Si algo han aprendido la OMS y los gobiernos de esta gripe es que no se puede organizar una defensa coordinada contra una crisis sanitaria de esta magnitud si no es contando con el apoyo de la gente. Hay que crear las armas para descubrir, frenar y eliminar a tiempo el virus potencialmente peligroso, pero si no sabemos convencer al público y a los políticos de que esto es necesario y vital, todo el conocimiento acumulado no servirá de nada.
(*) Salvador Macip és médico, científico y escritor. Investiga las bases moleculares del cáncer en la Universidad de Leicester (Reino Unido). Ha publicado libros para niños, novelas, cuentos y los libros de divulgación Inmortales y perfectos (2008) y Las grandes plagas modernas (2010), este último sobre el impacto de la gripe y otras enfermedades infecciosas.
Salvador Macip és médico, científico y escritor. Investiga las bases moleculares del cáncer en la Universidad de Leicester (Reino Unido). Ha publicado libros para niños, novelas, cuentos y los libros de divulgación Inmortales y perfectos (2008) y Las grandes plagas modernas (2010), este último sobre el impacto de la gripe y otras enfermedades infecciosas.
Un artículo excelente, Dr. Macip. Ojala tenga toda la difusión que merece para pararles los pies a tantos cospiranoicos que han leído solamente medio libro al que encima no tenían ni derecho.
Un abrazo.
En su extenso artículo en defensa de las multinacionales farmacéuticas, se le ha olvidado hacer mención de dos motivos muy importantes por los que las farmacéuticas, propietarias de los mismos, estaban interesadas en que la gripe por virus H1N1 alcanzase una gran difusión. ¿Cuáles son los motivos?, sencillamente: Tamiflú y Relenza, dos fármacos investigados para tratar la gripe común y que fueron un fracaso para controlarla; cuando todos nos íbamos a morir de la gripe Aviar se produjeron a mansalva pero, cosas de la naturaleza, la gripe Aviar apenas tuvo incidencia en los humanos igual que la H1N1 (al principio porcina), sin embargo esta gripe ha proporcionado ventas masivas de los fármacos antes mencionados y pingües beneficios para Roche y Glaxo, fabricantes de los mismos.
Soy lerdo en la materia pero tengo entendido que una de las características de los virus es: «especificidad de especie». ¿Cómo es que ahora los virus del mono, las aves, los cerdos, etc. afectan a los humanos?, ¿qué hacen las farmacéuticas en sus centros de biotecnología además de investigar fármacos?.
Conspiranoicos que encima se permiten el lujo de decir: «soy lerdo en la materia…» 😉
Para que hayan un fin tiene que haber un principio. La pandemia simplemente no existió. Lo único cierto es que los de la OMS fueron unos indignos.