Esa transparente opacidad

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Juan Ángel Juristo *

Una vez más, es parte ya de nuestro imaginario, asisto, como cada año a mediados de octubre, a la ceremonia del otorgamiento del Premio Planeta. Una vez más, es parte de nuestra moralina, asisto al fingido escándalo de los que se rasgan las vestiduras ante un premio literario que, desde hace décadas, vale decir según la memoria actual, desde tiempos inmemoriales, esparce rumores de quien será el ganador días antes de que se falle. Una vez más, me consta que muchos de los escandalizados han removido tierra y aire para que se les concediera algún premio peor dotado económicamente pero, eso sí, más prestigioso respecto al valor literario, es decir, una excelencia no avalada por las ventas. Una vez más me sorprendo, esta vez me toca a mí, de que todo siga igual desde hace décadas, es decir, desde tiempos inmemoriales, y que nos suceda lo que decía Baudelaire de la moda, que cambia constantemente porque nada sucede, como en un mal sueño de eternidad fingida.

Eduardo Mendoza ha sido el ganador de ese año por su novela Riña de gatos. Madrid.1936 que me recuerda aquella inolvidable crónica de Josep Pla,  Madrid 1921. Un dietario, por lo menos en el título. Dice el narrador de la ciudad de Barcelona, ¿quién recuerda ya a Josep María de Sagarra?, que el presidente de Planeta, el mismísimo Lara, le animó a que se presentara y que ante ciertas reticencias que el escritor tuvo, el presidente le retó a que le echara cojones. Los echó, parece, y ganó. Junto a él, el afamado escritor, la joven promesa femenina, Carmen Amoraga, de quién hace tiempo leí una divertida narración erótica,  que como en el caso de Ángeles Caso y tantas otras que la precedieron, se convierten luego en escritoras hechas y derechas de la casa después de pasar por esa prueba iniciática que es quedar finalista y pasar dos meses junto al afamado escritor, o escritora, promocionando su libro por toda España en una suerte de luna de miel literaria.

Recuerdo con cierta gracia los tiempos en que la Maña, en el Molino del Paralelo, nos decía el día anterior en una actuación ad hoc montada para los periodistas, que le habían dicho que ese año iba a ganar un profesor gallego, miope y que había escrito varias novelas, mientras nosotros, jóvenes, gritábamos, “Torrente Ballester, Torrente Ballester” y recordando eventos así de otros años, todos iguales en las quinielas, tan previsibles, caigo en la cuenta de que este Premio es una metáfora arcádica de nuestro país, vale decir, algo que todo el mundo acepta está dado de antemano, cosa que no hacen los demás aunque la cuestión sea similar, y que por eso, sólo por eso, es aceptado como algo irremediable y simpático. Una transparente opacidad que diría alguien que quiere ir de enterado. Pues eso.

(*) Juan Ángel Juristo (Madrid, 1951). Crítico literario y escritor. Su última novela publicada es El hilo de las marionetas (Trama, 2008).

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