Mariano Santiso *
Ahora que por fin se empiezan a cumplir tus predicciones de derrumbe del capitalismo con las que nos deleitabas y a veces nos dormías… –te lo digo con cariño–. Tus intervenciones, con aquellos informes-río que en los 80 recorrían toda la organización de CCOO desde el Consejo Confederal hasta los sindicatos de rama como el del Transporte, que yo dirigía en Asturias, y trataban de explicarnos a aquellos jovenzuelos llenos de ilusión y de ganas de cambiar el mundo los males del capitalismo y la necesidad de lucha de la clase obrera.
Te confieso una pequeña cosa: en Asturias cambiamos el orden preestablecido en las reuniones para empezar por los problemas concretos, más próximos y entendibles entonces a nuestros afiliados, para después ir a lo general con los análisis sindicales que tú elaborabas.
Nos conocimos personalmente ya en Madrid, cuando Renfe y nuestro Comité Intercentros estaba en plena batalla por sus convenios y tuvimos que convocar todo un rosario de huelgas en la década de los ochenta.
Siempre viviste de cerca aquellos conflictos y nos escuchabas para después aconsejarnos, animándonos a la lucha pero también a la prudencia; entendiendo que había que presionar, negociar, pero al final, a ser posible, alcanzar un acuerdo que significara un nuevo paso en el que consolidar posiciones y derechos de los trabajadores.
Marcelino, siempre te consideramos un ferroviario como nosotros. Naciste en una humilde casilla ferroviaria de guardagujas, junto a las vías, en Osma La Rasa, que por suerte pudimos rescatar de la piqueta y entregártela por su valor sentimental para ti.
Tu vocación de ferroviario evitó quizás que el clero –en aquellos tiempos siempre ojo avizor y en busca de buenas cabezas– te captara.
Nuestras CCOO te deben casi todo. Tú has sido la referencia, nuestra referencia con algo que todo el mundo entiende: tu ejemplo de vida, tu sencillez, tu austeridad, tu humildad, y siempre, contigo de la mano, Josefina. Estas CCOO que fueron tremendamente injustas contigo cuando te cesaron como Presidente de Honor por nuestras batallas cainitas. Pero tú mantuviste la dignidad para, una vez más, defender aquello en lo que creías.
Ya retirado de la primera línea estabas disponible para cualquier acto, por humilde que fuera, en el último rincón de nuestra geografía a petición del PCE, tu PCE, de IU o de cualquier colectivo que quisiera contar con tu presencia, y contigo siempre Josefina con su sonrisa dulce, vigilando tu salud, apoyándote con su presencia.
Marcelino, te vas ahora que haces más falta que nunca, ahora que la crisis se ciega en los más débiles y nos estamos quedando sin referencias, te vas cuando aquellos jóvenes que empezamos de tu mano tenemos canas y hemos sido incapaces de generar el relevo en las nuevas generaciones.
Marcelino, quizás lo único positivo de esta crisis es que nuestros hijos y nietos tendrán que vivir en una sociedad menos consumista, a la fuerza, y en ese camino podrán encontrar de nuevo la solidaridad, el compañerismo y la necesidad de la lucha contra el individualismo y contra las injusticias de ese fantasma de la crisis económica mundial.
Marcelino, tu cariño, tu cercanía, tu dedicación a los trabajadores hace que para muchos sea un orgullo tener en nuestro corazón y en nuestra cartera el carnet de CCOO.
Hasta pronto Marcelino, y seguro que si hay otra vida organizarás allí las CCOO con tantos compañeros y camaradas, con Labordeta, con Rosado, con Simón Sanchez Montero, Horacio y tantos otros.
Un abrazo muy muy fuerte Josefina, y ¡Vivan las Comisiones Obreras!
Pero… paisano, como que se ha ido el Maestro cuando más falta nos haces? ¿Es que contabais para algo con él? Para nada, si no otro gallo cantaría. ¡Qúe fácil ye ponese a esbarriar!