La economía occidental se encamina hacia el abismo, y solo algunos países concretos están en disposición de crecer y crear riqueza, curiosamente sólo aquellos que han optado por producir en lugar de consumir. El bloque peor parado, sin duda, es y será, el anglosajón, y el de los países latinos y del sur de Europa.
Las características de este bloque son comunes y se resumen en las siguientes. Por un lado, un modelo de acumulación de capital financiero desbocado, fruto de políticas monetarias suicidas por parte de las autoridades monetarias norteamericanas, pero también europeas. Estas políticas han llevado a expansiones de balances financieros que en algunos países han llevado a nueve veces el PIB, como es el caso de la economía española y una deuda privada que se antoja impagable en muchos casos. En España, por ejemplo, la deuda privada a finales de 2009, alcanzó el 335% del PIB, siendo mayoritaria entre las empresas no financieras y familias. Pero países como Irlanda, han alcanzado antes de la crisis de deuda que nos asola el 1.000%. El resto del modelo es el cásico de cualquier burbuja, y que tan bién describe Galbraith en su obra Historia de la Euforia Financiera. Es decir, elegir un colateral, en este caso la vivienda, y a partir de él, diseñar instrumentos financieros que permitan apalancar la inversión, dotarla de liquidez suficiente, reducir al máximo la supervisión y regulación ante la innovación y tratar de colocar estos activos entre los máximos inversores posibles. Esta colocación era sencilla en un mundo con elevado crecimiento económico, basado en alzas de riqueza, y con una creciente asimetría de información entre oferentes y demandantes ávidos de rentabilidad en un mundo sin inflación.
Este escenario, muy similar en los casos de España, Reino Unido, EE.UU e Irlanda, llevó a una expansión sin precedentes del sector inmobiliario y la construcción residencial, aunque con matices. En España fue prácticamente un monocultivo, lo que redujo los flujos de financiación hacia otros sectores productivos, se descuidó mucho la formación, a pesar de un incremento en el volumen de becarios, no se generaron sectores alternativos, ni intensivos en conocimiento, y se aniquiló prácticamente la industria. Frente a esto, Irlanda apostó también por la expansión inmobiliaria, pero fomentó la inversión extranjera en Tics, aprovechando las ventajas comparativas en materia idiomática, se lanzó a un dumping fiscal que generó una avalancha de fondos calientes, que se ha demostrado que eran extremadamente volátiles. Generó una política salarial muy generosa, atrayendo a mucho talento europeo y norteamericano, pero descuidando las infraestructuras y apostando todo su crecimiento a la inversión extranjera.
EEUU también exportó parte de los daños colaterales de la burbuja generada por la Reserva Federal, transfiriendo al sistema financiero internacional, especialmente al alemán, holandés y en menor medida británico, los bonos basuras, estructuras hipotecarias de escasa calidad. Su nivel de consumo y deuda privada ya ha superado el 500% del PIB, lo cual solo es soportable por el flujo de ahorro externo procedente del mundo asiático. Por último, el modelo británico, de nuevo, se ha sostenido sobre la base de una gran expansión crediticia y financiera para generar un crecimiento ficticio, muy volátil y escasamente productivo.
Por tanto, el denominador común de este bloque ha sido una expansión muy brusca del balance financiero, aumento desorbitado de la deuda privada, desfiscalización y expansión del gasto público a la vez, crecimiento exponencial de la riqueza inmobiliaria y financiera y abandono de la producción, salvo en algunos casos Irlanda, y fomento inducido del consumo privado.
Una vez explotada la burbuja inmobiliaria, ha llegado el rescate masivo de entidades financieras y no financieras, lo que ha llevado los niveles de desequilibrio fiscal, y desempleo, hasta cifras apenas conocidas hasta hoy, como el 33% de déficit público en Irlanda o el propio 11% en EEUU. En materia de desempleo, son ya casi más de 30 millones de empleos los que se han perdido en toda la zona de influencia de la OCDE.
Con este panorama, los mercados financieros han tomado la decisión, y se les ha permitido, de erigirse en gobiernos y poderes legislativos paralelos dictando las normas y las reformas económicas necesarias, creando un escenario deflacionsita que puede estar poniendo en riesgo a la propia moneda única, pero también al dólar. Las recetas puestas en marcha, una transferencia de renta desde los consumidores al sector financiero y no financiero empresarial, sin que los gestores y acreedores paguen ningún coste económico, ni por supuesto político o incluso penal, salvo algunos casos en EEUU. Esta presión financiera de los mercados está siendo aprovechada, de forma irracional y aprovechándose de las lagunas en regulación y supervisión, por múltiples inversores institucionales que están empujando hacia al abismo a las economías más débiles, primero Irlanda, luego será Portugal, a continuación previsiblemente España o incluso Italia, amén de Grecia.
Pero en este episodio, que podría parecer únicamente especulativo, hay un jugador esencial que es Alemania, y que ha encontrado un cooperador necesario, el mundo anglosajón, para debilitar al euro, vía deflación y recesión en Europa de la mayor parte de países periféricos. La falta de decisión política desde el principio por parte de Alemania para ayudar a los países víctimas del ataque financiero tenía como objetivo generar una transferencia neta de renta hacia Alemania para superar el agujero que tiene su banca, ineficiente, cara y mal gestionada y muy expuesta a los bonos basura americanos, y así poder financiarse a coste muy barato, amén de facilitar una expansión de su sector productivo. El problema es que la deflación europea, pero también la del mundo anglosajón, acabará perjudicando a los países productores, especialmente a Alemania, pero también a China.
En esta fase tan aguda del ciclo, con una vuelta a la recesión en 2011 prevista por algunos, entre los que me incluyo, la situación de España e Irlanda puede llegar a converger, junto con el resto de países más débiles en Europa. La falta de alternativa de crecimiento, una deuda privada que ahoga a los agentes, un proceso de emigración del talento y unas necesidades de ajuste fiscal tan ingentes, sólo se vislumbran algunas acciones que podrían mitigar el impacto. En primer lugar, que Alemania pare de exportar desempleo y relaje su ajuste fiscal, lo que permitirá a algunos países incrementar su demanda efectiva interna. En segundo lugar, federalizar la política financiera, fiscal y laboral de la UE, dotando de instrumentos reales de reducción de las desigualdades y creando de una vez una política armonizada, evitando la germanización europea, volviendo al europeísmo de los 80 y 90. En tercer lugar, parar la política monetaria de inyección de liquidez en un contexto en el que se pueden estar gestando nuevas burbujas. En cuarto lugar, ejemplarizar el castigo a los gestores de las malas prácticas, dejando de defender a ultranza a bonistas y acreedores, algo que hizo Suecia en la crisis bancaria de los 90. En quinto lugar, elevar la demanda efectiva a nivel global venciendo las reticencias de los mercados financieros, forzando la retirada, ante la imposibilidad de lograr su objetivo, retirando la liquidez excesiva y facilitando el flujo de crédito hacia el sector solvente. Por último, y tal vez más importante, hay que organizar una quita ordenada de deuda privada, obligando a provisionar al sistema financiero por las pérdidas latentes que atesora, deflacionando el parque inmobiliario ocioso o en manos financieras, y liberando liquidez para empresas y familias.
En resumen, la situación mundial es muy compleja, falta una política cooperativa que pueda deshacer las oportunidades de arbitraje financiero y sobran políticas deflacionsitas. Si no hay un cambio drástico, veremos a muchos países en una situación similar a la irlandesa, y entre ellos a España, pero también a países más grandes y otrora poderosos.
Esperemos que Cuarto Poder no vuelva a borrar este comentario que hicimos sobre Alejandro Inurrieta, en el que señalábamos como, siendo profesor de Economía de la Universidad Rey Juan Carlos en 2008,cuando se le preguntó sobre la próxima crisis inmobiliaria negó que España iba a sufrir dicha crisis.Ahora le volvemos a preguntar al profesor Alejandro Inurrieta. ¿por qué ha cambiado de opinión? esto es un debate abierto, ¿no?