Calendarios, fiestas y poder político

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Germán Gómez Orfanel

Suelo trabajar en mi casa en un despacho no muy grande en el que amontono más libros y papel  que lo conveniente. De ahí que sea frecuente que no halle los libros que busco y me encuentre inesperadamente con otros. Tal cosa me sucedió hace unos días, a primeros de año, con un curioso texto  de Condorcet, el Almanach anti-superstitieux, probablemente redactado a fines de 1773 e inédito hasta su publicación en 1992, que me ha inspirado estas líneas.

Condorcet pretende enfrentarse a la Iglesia católica y sustituir  los nombres de los Santos de cada día por referencias a personajes  ilustres como filósofos y escritores, o verdugos y victimas de la persecución de la religión católica, a la que considera dentro “de las comuniones cristianas la más ridícula y en consecuencia la más intolerante”. (Prólogo). Así, como muestra, dedica notas a Montesquieu (10 de febrero), Erasmo (12 de julio), o a nuestros Felipe II (13 de septiembre) y arzobispo Carranza (2 de mayo).

Sin embargo el gran cambio de calendario, no se produciría hasta años más tarde, ya iniciada la Revolución francesa, cuando el 5 de octubre de 1793 la Convención Nacional aprobó el nuevo calendario republicano, cuyo inicio se situaba en el 22 de septiembre de 1792, fecha de proclamación de la República y comienzo de una nueva era, el año I para  diferenciarse de todo lo anterior, del Antiguo Régimen, y abandonando el calendario gregoriano, que había sustituido en 1582, al juliano.

El año comenzaba con el equinoccio de otoño, y los meses de 30 días quedaban  divididos en tres décadas, desapareciendo las semanas.Correspondían al otoño los meses de Vendémiaire (vendimia), Brumaire (bruma), Frimaire (escarcha), al invierno, Nivóse (nevado),Pluvióse (lluvioso) y Ventóse ( ventoso), a la primavera, Germinal (semilla), Floréal (flor), Prairial (pradera), y al verano, Messidor (cosecha), Thermidor (calor) y Fructidor (fruta). Además cada día del mes se asociaba con una planta, un animal o una herramienta y los cinco días que faltaban para completar el año se dedicaban a fiestas nacionales (Virtud, Talento, Trabajo, Opinión y Recompensas).

El calendario republicano estuvo vigente hasta el 9 de septiembre de 1805, y entre las causas para su abandono se suelen mencionar el hecho de que establecía menos días de descanso, uno de cada diez en lugar del día de descanso semanal.

Paul Ricoeur, ha descrito como rasgo común de los calendarios, la existencia de un acontecimiento fundador, considerado como el inicio de una nueva era, y el establecimiento y organización de los ritmos de la vida social, indicando que días deben ser catalogados como fiestas, a las que se concibe también como instrumento para la integración nacional y para el adoctrinamiento.

Si aplicamos ésto a una etapa de nuestra historia, en concreto al franquismo, nos encontramos con que en un primer momento intentó establecer una fecha fundadora basada en el 18 de julio, a partir de la cual se aludía a un Primer Año Triunfal, y así sucesivamente, hasta llegar a 1939, Año de la Victoria ( Recomiendo el libro de Zira Box: España , año cero. La construcción simbólica del franquismo). En relación con las fiestas se osciló entre las conmemoraciones de la “revolución nacional”, y el peso de las tradiciones católicas.

En primer lugar hubo que eliminar las festividades republicanas, como el 11 de febrero (I República), el 14 de abril y el 1 de mayo, aunque posteriormente esta última resucitaría bajo las advocaciones de San José Obrero y si ello parecía excesivo, Artesano.

Un decreto del  Ministerio de la Gobernación de 9 de marzo de 1940 fijaba el calendario de fiestas. Aparte de todos los domingos del año y una lista de fiestas religiosas entre las que estaban, el 1 de enero, Día de Reyes, San José,  Viernes Santo, Corpus Christi, Ascensión, Santiago, Asunción, Pilar, Inmaculada Concepción, y Navidad.,se incluían como  “fiestas nacionales”, el 19 de abril, Fiesta de la Unificación, el 18 de julio, Fiesta del Trabajo Nacional, el 1de octubre, Fiesta del Caudillo y el 12 de octubre, además Fiesta de la Raza, hasta 1958 . Por otro lado el 2 de mayo y el 20 de noviembre eran calificadas como “fiestas nacionales meramente oficiales”, y las de la Unificación y del Caudillo podían trasladarse a los domingos más cercanos.

Ya en la etapa constitucional, conviene recordar los debates parlamentarios de la década de los ochenta sobre la Fiesta Nacional de España, resueltos finalmente por la ley 18/1987 de 7 de octubre, a favor del 12 de octubre (Día de la Hispanidad, Virgen del Pilar, patrona de Aragón y de la Guardia Civil)   frente a la alternativa del 6 de diciembre, Día de la Constitución.

Por otro lado la fijación de las fiestas laborales debe tener en cuenta lo dispuesto en el Acuerdo entre el Estado Español y la Santa Sede de 3 de enero de 1979, sobre Asuntos jurídicos, en cuyo artículo III se afirma que El Estado reconoce como días festivos todos los domingos. De Común acuerdo se determinará que otras festividades religiosas son reconocidas como días festivos.

Si analizamos el calendario de fiestas laborales para 2011, observaremos que de las calificadas como de ámbito estatal, y si tenemos en cuenta que el 1 de mayo, Fiesta del Trabajo, cae en domingo, solamente la de la Constitución tiene un carácter estrictamente civil, ya que como he indicado la Fiesta nacional del 12 de octubre se superpone con la Virgen del Pilar.

A ello hay que sumar que aparte de la fiesta de cada Comunidad Autónoma, las dos festividades locales de cada Municipio son en su mayoría de origen religioso, y que las diversas profesiones e instituciones celebran la fiesta de su patrono, así por ejemplo la Facultad de Derecho de la UCM cierra sus puertas el día de su patrono específico, San Raimundo de Peñafort ( 23 de enero) y el del patrón de los estudiantes Santo Tomás de Aquino (28 de enero)

En el fondo estas cosas siguen sucediendo porque , como diría  Max Weber una vez más , así se viene haciendo desde hace mucho tiempo. Mayormente, el Estado facilita que la Iglesia católica continúe  cumpliendo, con éxito, sus tareas políticoreligiosas.

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