La Tercera Cultura. La versión 'ibérica'

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Ángel J. Gordo López *

Durante las últimas décadas hemos sido testigos de la aparición de una vanguardia científica, conocida como la Tercera Cultura, de marcada naturaleza mediática y que suscita el interés de intelectuales de muy diversa índole aunque todos ellos a favor de que la ciencia sea juez y parte en la toma de decisiones de profundo calado social y político. A modo tentativo planteo que algunas de las colaboraciones y los discursos que simpatizan con la Tercera Cultura en el contexto español ayudan a visualizar un complejo entramado de afinidades sociopolíticas y un pensamiento evolutivista en expansión.

Las primeras manifestaciones de la Tercera Cultura datan de finales de los años cincuenta cuando C. P. Snow repara en la fractura entre las ciencias y las letras y en la posibilidad de tender puentes. Para saber cómo se realizaría este acercamiento habría que esperar hasta la década de los noventa cuando un grupo de científicos procedentes de áreas tan diversas como la biología, las matemáticas, la física, la paleontología, la ciencia cognitiva, la informática y la psicología, decide tomar por asalto el terreno que consideraban ocupado por las letras. Entre estas iniciativas destaca la labor editorial de John Brockman, un artista interesado en los avances científicos quien reúne entrevistas divulgativas con científicos representantes destacados de estas disciplinas en el libro La Tercera Cultura: más allá de la revolución científica.

Uno de los antecedentes más proximos a la Tercera Cultura en su intento de puesta en común de diferentes ramas del conocimiento lo hallamos en la revolución cibernética.  La máxima ambición de la cibernética consistía en describir y predecir el comportamiento de cualquier sistema o cosa, humano o no humano. A pesar de su grandilocuencia le interesaba básicamente el comportamiento de “las cosas” en lugar de su naturaleza más profunda.

La Tercera Cultura va más allá cuando propone desentrañar los grandes enigmas de la humanidad, desde el origen de la vida y la creación del universo hasta una comprensión veraz y objetiva de la mente o, incluso, el sentido más profundo de nuestra vida.  Esta autoproclamada nueva filosofía natural plantea la necesidad de percatarse de la complejidad de la evolución de los sistemas,  ya sean organismos, cerebros, la biosfera o el propio universo. Para lograr semejante objetivo propone evitar intermediarios y aliarse con los medios para expresar sus hallazgos de un modo directo y accesible al gran público.

Tanta es la importancia de los medios para la Tercera Cultura que algunos divulgadores científicos como Javier Sampedro, en una entrevista que concede a la revista Mètode en 2004, denuncian el error que supone dejar la ciencia en manos distintas a los propios divulgadores científicos,  ya que –según este colaborador asiduo del El País– temas candentes como la clonación humana, la investigación con embriones, o los transgénicos  “no se pueden dejar en manos de los científicos, ni de los políticos científicos. Son materias sobre las que la sociedad debería pronunciarse, y sobre las que necesita ser debidamente informada. La ciencia no se puede entender si no se divulga”.

Además del nuevo poder que reclaman para sí los divulgadores cientificos,  los avances científicos procedentes de la Tercera Cultura aparecen envueltos en altas dosis de sensacionalismo. Sus hallazgos, por especializados y opacos que resulten, siempre tienen algo que decir sobre el modo en que vivimos y nos comportamos. De hecho el interés que la Tercera Cultura suscita en la opinión pública sería inconcebible al margen del creciente afán de saber quiénes y cómo somos, por qué hacemos esto o aquello, e igualmente inconcebible al margen de la gran importancia que últimamente concedemos al mundo de las emociones y saber cómo regularlas.

Nuestro interés en la Tercera Cultura dista de este tipo de sensacionalismo y encantos comunicativos aunque ¿quién no se ha dejado llevar alguna por la cadencia intensa pero relajante que envuelven los documentales de Redes y la voz de Punset en esas entrevistas con los máximos representantes de la Tercera Cultura? Otra asunto bien distinto es estar de acuerdo con lo que se dice, pero no por ello deja de interesarnos. Por ejemplo una de las coletillas favorita de Punset en sus conferencias versa sobre la confianza que deposita en la plasticidad del cerebro humano. Según Punset, de haber sabido de esta plasticidad en sus años jóvenes nunca hubiera militado en el Partido Comunista. Por el contrario se habría percatado que la transformación social comienza en la transformación de nuestro propio cerebro.

Estas ideas, por descabezadas que puedan parecer, coinciden en parte con las de Javier Sampedro cuando advierte en un artículo del suplemento Babelia que “La nación, la comunidad, el pueblo y otros grupos son meras entidades estadísticas. No tienen cerebro, y por tanto no pueden tener libertad, cultura, lengua ni religión, que son atributos del cerebro y sólo pertenecen a cada individuo” (El País, Babelía, 25-02-2006).

Que los representantes de la Tercera Cultura trasmitan al gran público conocimientos científicos de manera más o menos atractiva y asequible, o hagan visible las preguntas que formulan los científicos, debería ser para mucho de nosotros motivo de envidia sana. Lo preocupante a mi entender es que este sensacionalismo permitan que determinados usos políticos de la tercera cultura pasen desapercibidos o sean considerado  “naturales”. Veamos algunos  ejemplos próximos.

El portal Edge, referencia obligada para los máximos representantes anglosajones de la Tercera Cultura, sirvió de modelo para el desarrollo de la plataforma española Cultura 3.0 en 2008. En la plataforma leemos la siguiente declaración de intenciones:

"Cultura 3.0 es una iniciativa dedicada a propagar la ciencia de vanguardia y los valores seculares en nuestra sociedad. Nuestros intereses abarcan la cultura científica, política, tecnológica, literaria, artística y lúdica, enfocados desde una nueva conciencia social libre de elementos sobrenaturales y dogmáticos, una “tercera cultura” que favorece el diálogo de las ciencias y las humanidades. Pretendemos impulsar eventos, presentaciones, conferencias y publicaciones atractivos para el entorno social que comparte los valores del pensamiento crítico y el naturalismo positivo, con el fin de poder combatir conjuntamente el pensamiento fláccido y las malas prácticas que erosionan nuestro potencial evolutivo como sociedad".

La lista de colaboradores y asesores de Cultura 3.0 incluye un nutrido elenco de intelectuales, académicos, divulgadores científicos además de directores de museos de ciencia y tecnología y de revistas divulgativas. Según Teresa Giménez, antropóloga y cofundadora de la plataforma, espera que esta iniciativa de divulgación científica pueda “ayudarnos a opinar acerca del aborto, de las células madre, pero también hay muchos temas relacionados con la neurología que ayudan a comprender la política, la ética, la toma de decisiones”.

Arcadi Espada, otro confundador de la plataforma y conocido divulgador científico, coincidiendo con la inauguración de la plataforma, celebra de la siguiente forma esta iniciativa: “Un grupo de valientes ha puesto en marcha el proyecto español de la Tercera Cultura. 3.0… Pásalo, amigo mío, aunque sea a las orquídeas”. La misiva, en formato epistolar, prosigue con la pregunta “¿Qué quieren esta gente?” a la que el propio autor responde: “Algo sencillo de decir, pero violentamente subversivo en lugares como España: añadir el punto de vista científico a la toma de decisiones. Es decir que la política, la economía, la literatura, el periodismo, la psicología, la religión, ¡y hasta la misma ciencia!, se encaren con el método científico” (Mundo.es/Blogs, 22/11/ 2008).

El tono de este reclamo cobra mayor sentido político cuando Arcadi Espada presenta la plataforma como iniciativa de la formación política Ciutadans para “promover valores cívicos y seculares y defender el gobierno constitucional”. Arcadi también señala que Ciutadans es una formación “estrictamente apolítica” (Mundo.es/Blogs, 26/11/ 2008).

Este tipo de opiniones propias de la Tercera Cultura muestra hoy en día la senda de nuevas coaliciones entre la ciencia, los medios y la política. Algunos  se suben al carro de la Tercera Cultura para dictar orden desde planteamientos supuestamente apolíticos, según ellos, cargados de razón científica.  No dudamos que el conocimiento científico proporcione una opinión más informada si bien la ciencia por sí misma no genera ni conciencia ni cambio social. Las ciencias –como señala Fernández Buey– tampoco esclarecen cómo las personas pasamos del pensar al hacer. A nuestro entender tampoco sirven para dilucidar si existe alguna relación por implicita que sea entre usos interesados de la ciencia y formaciones “apolíticas” soterradas que resuenan idearios renovados de épocas pasadas.  Hace falta algo más que un buen conocimiento científico para afrontar los problemas sociales, y algo más que una tapadera científico-divulgativa para que estas nuevas formaciones pasen desapercibidas.

(*) Ángel J. Gordo López es profesor titular del departamento de Sociología IV de la Universidad Complutense de Madrid. Su última obra publicada, en colaboración con I. Sádaba, es Cultura Digital y Movimientos Sociales (Catarata, 2008).
6 Comments
  1. drop says

    Este es un tema fascinante y le animo a seguir en su estudio y a publicarlo aquí o donde sea. Estas supuestas élites presentaron hace poco al rey un manifiesto/programa/memoria «transforma España»que si no lo ha leido, no sabe ud. lo que se pierde. Ha nombrado ud. a Punset, personaje que merece un libro, donde encontrariamos las peripecias de un supuesto comunista que dice que escapó por casualidad -marchandose al Reino Unido y Estados Unidos- de una redada donde cayeron sus compañeros comunistas y aparece pocos años después de ministro en la transición sin pertenecer a ninguna de las familias del régimen… Estos elementos de la Tercera Cultura ni son inofensivos ni son inocentes.

  2. lucho1975 says

    hola escribo de italia y veo q halla como aca,los medios de comunicacion de masa,como uds no ensenan nada nuevo. no se dan cuenta de lo q implica la tercera cultura,es libre y no divulga noticias cientificas sino una vision de la sociedad capaz de crear y condividir informaciones orizontalmente,sin utilizar los medios tradicionales de informacion.
    te educa a no caer en la retorica conservadora de la sociedad actual.gracias a esta vicion de la realidad q nos la presentan en continua evolucion y no mas como una realidad estable de tipo conservadora,esta creando una toma de consciencia de parte de la gente q los esta emancipando de la viejas viciones de la realidad.
    internet y la tercera cultura,q es libre de condicionamentos politicos a diferencia de los medios de comunicaciones tradicionales,estan ganando cada vez mas terreno y la revolucion cultural llegara pronto.los academicos y periodistas q ahora defienden lo tradicional y conservador,los vamos a ver pronto defender la nueva vision.

  3. clubber says

    He llegado a esta entrada por medio de Edge.org.
    Me ha parecido interesante el enfoque que se le ha dado a la Tercera Cultura. El único «pero» que puedo encontrar son las abundantes faltas gramaticales que extrañan y destacan en un profesor de universidad.

    Un saludo.

  4. Glynda Mcgoldrick says

    “Why didn’t anyone tell me that Uncle Clinton was my dad? I thought I didn’t have one.” Her voice broke and her lower lip quivered. I put my arm around her shoulders, pulling her close.

    wimat.com.pl

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