La encrucijada de la UE: política o mercado

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La crisis financiera surgida a finales de 2007 ha violentado toda la relación entre el poder político y los mercados financieros. El pinchazo de las burbujas de activos y el cierre de los mercados de crédito ha originado una destrucción del tejido productivo como no se conocía en décadas. La amenaza real de un colapso general ha provocado una reacción de los gobiernos occidentales inusitado, rompiendo usos y costumbres macroeconómicos, así como presionando a las autoridades monetarias para que modificasen, incluso, tratados constituyentes, en el caso del BCE, pero manteniendo el status quo de la legislación financiera.

En este sentido, se ha hecho bien visible que una parte significativa de los mercados financieros, lejos de la supuesta transparencia o racionalidad, no han pasado de ser un amasijo de operaciones fuera de toda la posibilidad de control, e incluso, conocimiento, pues tras tres años de calvario en la economía internacional, no se conoce el mapa de los productos financieros más sofisticados, muchos de los cuales siguen cotizando en mercados OTC (mercados no organizados).

Con este apriorismo en mente, el próximo día 9 de diciembre la UE se enfrenta a su enésima cumbre a vida o muerte. Sin embargo, lo que de verdad está en juego, al margen de la supervivencia del euro, es la relación entre política y mercados financieros.

Podemos afirmar, en primer lugar, que el modelo de relación entre políticas y mercados vigente en las últimos decenios se ha acabado. Esto nace en los ochenta con el comienzo de los mercados financieros globalizados, su progresiva desregulación y la propensión a las puertas giratorias entre el poder financiero, académico y político y se puede decir que finaliza con la quiebra de Lehman Brothers, su icono.

La consecuencia más relevante a futuro es que, lejos de los deseos de estabilidad y crecimiento que los actores neoclásicos auguran, si se lleva a cabo el saqueo del sector público actual y se elimina prácticamente el gasto público, se abre un periodo de incertidumbre, desequilibrios macroeconómicos notables, paro muy elevado, que traerá como consecuencia un gran malestar social e inestabilidad política. Ésta será corregida con un progresivo abandono de las consultas democráticas tradicionales, facilitando una transición hacia el gobierno de miembros de las oligarquías financieras ociosos. La persistencia de lo que Richard Koo denomina, “la recesión de balance” (exceso de apalancamiento, básicamente privado), es la causa de este deterioro político y social, sin que haya habido nadie que conjurara este proceso, a través de quitas ordenadas y reducción del balance financiero mundial. En esencia, lo que está finiquitado es el modelo de la transferencia de renta y riqueza desde el sector industrial y servicios productivos hacia los mercados y servicios estrictamente financieros, fuera del mercado de préstamos. Esto es particularmente claro en países como España, donde la incapacidad para absorber todo el empleo poco cualificado expulsado, llevará a un conflicto social, si no es atajado mediante políticas públicas.

Con esta guerra declarada, los mercados financieros y las elites políticas se disponen a librar una larga batalla, que, de momento, está ganando la oligarquía financiera. No hay que olvidar, cómo se han posicionado en los últimos meses en la toma de gobiernos, Grecia e Italia, pero también en consejos asesores, Ministros de Economía, Bancos Centrales o el propio BCE. Toda la artillería de la banca de inversión y gran banca está vigilando y tomando todas las decisiones tendentes a no modificar el marco legal, ni restringir los movimientos de capitales opacos, limitar la información o apropiarse para el sector privado de buena parte de los sectores productivos, aún en manos del sector público.

Por tanto, a pesar de los cantos de sirena de algunos políticos, no cabe esperar ninguna modificación significativa sobre la regulación financiera, ni la introducción de trabas para el funcionamiento de los mercados financieros OTC,  ni controles de capital, como proponen ya el FMI o el economista jefe de Nomura para algunos activos. Por ende, y en base a la experiencia acumulada, no debemos esperar la instauración de una gobernanza global, que pudiese reequilibrar la globalización desequilibrada hacia las finanzas.

La quiebra del modelo anterior de relaciones entre la política y las finanzas, podrían conducir hacia un marco nuevo en el que las políticas macroeconómicas ganasen grados de libertad, en especial la fiscal contracíclica, aunque no soy muy optimista en el caso de la UE. Es urgente apoyar políticas menos doctrinarias como las impulsadas desde el eje franco-alemán y el BCE. Estos hechos han hecho saltar también otros dogmas, como la independencia de los Bancos Centrales o el criterio de que son mejores reglas que discrecionalidad de las políticas.

La nueva política económica de la poscrisis se enfrentará a una realidad muy compleja y ciertas contradicciones. El trade off, por ejemplo, entre el mantenimiento de los desequilibrios macroeconómicos y el proceso de desapalancamiento crediticio que nos llevará al estancamiento. Esto supone, de facto, concienciar a la población de que nos esperan muchos años sin crecimiento y con un abultado paro, salvo que se acometan proceso de quitas inmediatos y coordinados. Contra eso, hay que incentivar fiscalmente la economía frente a la teoría enfermiza del ajuste presupuestario, impulsar el consumo y la inversión, frente a la recomposición de las tasas de ahorro, y un riguroso control sobre bancos para que cumplan con ratios y reglas, apoyando la creación de una banca pública fuerte que financie el riesgo y el emprendimiento, así como la vivienda social.

En resumen, tras el triunfo de los mercados financieros sobre la política, se abre un periodo de tremenda incertidumbre sobre el bienestar y el desarrollo económico. Los próximos años en la UE van a ser particularmente dolorosos, salvo que se produzca un cambio drástico y se logre reducir significativamente el balance financiero y se modifique la legislación financiera. El asalto de la banca de inversión y la gran banca a los principales gobiernos europeos y sus instituciones no lo auguran.

(*) Alejandro Inurrieta es economista y director ejecutivo de Inurrieta Consultoría Integral.

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