Sárka Valverde *
Cuando en septiembre de 2008 me llamaron y solicitaron mis servicios de intérprete-traductora para facilitar la comunicación entre el Presidente Václav Havel y el periodista de El País, Miguel Ángel Villena, no lo dudé ni un segundo. Era un honor.
Ya había trabajado para él durante una de las primeras visitas de presidentes que llegaban a nuestro país tras la Revolución de Terciopelo -aquella vez del mexicano Carlos Salinas-, y sabía muy bien que no era nada fácil transmitir sus palabras, a menudo desarrolladas en largas frases, llenas de reflexiones filosóficas a veces complicadas para entender correctamente con la prisa y urgencia que requiere el contacto inmediato de una entrevista calculada en minutos. Pero merecía la pena.
Havel parecía muy frágil, y no solamente en los últimos meses debido a su enfermedad y estado físico, pero tenía una fuerza interior increíble e inesperada. Personas de su gabinete, políticos de su alrededor, asistentes, colaboradores, gente mucho más joven, todos estaban cansados tras horas y días de visitas extranjeras con programas recargados de actos oficiales y a él nunca se le notaba y hasta el último momento del día se mostraba siempre muy atento y con una fuerza admirable.
Puede que por algunos sea recordado como político débil al no haber tenido la mano más dura y prohibido el Partido Comunista en la República Checa, responsable por las casi 4 décadas de decadencia moral de nuestra sociedad. Otros le reprocharán la "exagerada gratitud a los EEUU", el haber abandonado la idea original de insistir en que se disolvieran los dos bloques militares, la OTAN igual que el Pacto de Varsovia; otros, sus amplias amnistías, etc.
Hay muchas personas que no han entendido y no entenderán sus obras como dramaturgo y hay otras que le conocieron como político y no entendieron cómo el hombre que no dejaba de dudar sobre cada paso que daba, cada decisión que tomaba, podía haber escrito obras de teatro tan absurdas e irónicas. El equipo de sus "consejeros" en los primeros meses fue igual de absurdo, ya que parecía una comunidad creada ad hoc, pero todos en conjunto garantizaron el tránsito tan "fácil" y pacífico durante la separación de Checoslovaquia en dos Estados.
Lamentablemente, muchos compatriotas míos sabrán apreciar a Václav Havel tan solo ahora. Y hay pocos sobre los cuales se puede aplicar de manera tan acertada el proverbio que dice: "No hay en el mundo hombre tal que pueda complacer a todos igual".
Mi último "encuentro" con Václav Havel ya no ha sido personal, sino a través de un documental rodado por dos checos en inglés (I am Fishead, Soy cabeza de pescado) que subtitulé al español el mes pasado. ¿Qué le está pasando a este mundo? Junto con diferentes expertos profesionales en psicología, psicoanalíticos, historiadores, profesores, etc., Václav Havel es el único checo y ex-político que interviene con sus opiniones tan humanas en ese largometraje. Creo que ya en los últimos años ha sido y seguirá siendo el referente en muchos campos.
¿Cómo lo recordaré? Como una excepción absoluta entre los políticos pero también entre los personajes o personalidades que he tenido el privilegio de conocer. Como un hombre que sabía escuchar a sus interlocutores, sean presidentes o gente de a pie, humanista esencial que lograba percibir y reflexionar sobre las palabras de sus rivales o personas con las que no compartía sus ideas. Havel será recordado como el político-dramaturgo que elevó el prestigio de mi pequeña patria en todo el mundo.
Nunca olvidaré lo bien que me sentía en su compañía como ser humano. El apretón de su mano, lo que expresaban sus ojos y su sonrisa.