Camina o revienta

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Julián Sauquillo

Imagen de una de las manifestaciones convocadas en defensa de la educación pública en Madrid. / Kote (Efe)

Camina o revienta podía ser hoy el título que llevaran las vicisitudes de un funcionario enfermo de la Comunidad de Madrid. Así fue denominada una película sobre un ilustre prófugo de la Justicia en los años sesenta. Pero, pasados treinta años, ya todos somos El Lute. La baja laboral de un profesor de secundaria o primaria es valorada por nuestra Comunidad como un fraudulento declinar de las labores pedagógicas, propia de fugitivos.

La intención de la Comunidad mencionada es retraer a los “blandos” un alto porcentaje de su sueldo si persisten en confundir baja laboral con vacaciones. Pero conozco muchos casos de profesores que, despojados de autoridad por las autoridades competentes, con mayor número de alumnos por aula del adecuado, con  más horas semanales lectivas de las soportables, acosados por el imperio del bilingüismo porque ya no basta con enseñarles a leer o escribir español -se acaricia la contratación de nativos de otras lenguas- y con su currículo devaluado a sumar cursos de  informática y lenguas (una tesis doctoral apenas cuenta), no pueden más que deprimirse.

El contenido de la profesión de educador apenas se conoce en la sociedad: se les reprocha “¡Ya estás de vacaciones, ¿no?!”, en cuanto concluyen el periodo docente. Pero, en realidad, sin renovación y dedicación intelectual, con algún tiempo libre fuera de las clases, no hay buen educador. Así las cosas, con tanto desconocimiento social sobre la labor del docente, la desazón, la desmotivación, la desmoralización y la depresión laboral están servidas.

Si quieren saber en qué consiste una depresión docente de primera mano, lean a Clément Rosset, Travesía nocturna –episodios clínicos- (2006): “Para ilustrar el característico agotamiento de la depresión y de su hundimiento físico, psíquico y mental: sueño que se agota un banco nacional cuya moneda ha sido atacada por los especuladores. Para hacerlos retroceder, el banco echa mano de sus reservas hasta que se produce la ineluctable devaluación (o la especulación pierde ímpetu). Así es como se lucha contra la depresión: consigues sobreponerte echando mano de las propias reservas. Cuando éstas se agotan se produce la bancarrota, el desplome, la hospitalización. (…). Otra imagen: la batería agotada. Ya no le queda líquido.”. A pesar de su buena amistad con los tranquilizantes, el profesor francés, como tantos otros, se ve obligado a interrumpir sus clases. Los enseñantes son profesión propensa a las enfermedades de los nervios.

El caso crítico de los educadores y de otros funcionarios sería corporativo si no fuera porque es sintomático del proceso político actual. El primer paso para destruir el Estado social es hacer desaparecer a sus componentes –los funcionarios-; el segundo paso es imponer una biopolítica de las poblaciones sin Estado y sin derechos individuales y sociales. En el primer movimiento pueden participar muchos precarios laborales nublados por el espejismo de una ilegítima seguridad laboral del empleado público, supuestamente, “cruzado de brazos”. En el segundo nos hundimos todos.

¿En qué consiste este segundo paso? Cabe prescindir de los derechos individuales y sociales de los trabajadores (públicos y privados) en la desconsideración del individuo como sujeto de derechos (laborales, por supuesto). Se trata de insertarlo en una masa de “población” eficiente que vale como “mano de obra”, como factor de trabajo indiferenciado, de provechosa utilización indiferenciada. A esta masa de población se le interviene biológicamente. Se le dan los recursos médicos estrictamente necesarios para que sea útil. Si hay masa laboral más que suficiente se precariza a la mayoría, en todo tipo de prestaciones sociales (médicas, educativas y de seguros). Se espera, consecuentemente, que los más fuertes y con mejor dotación genética sean quienes, por invulnerables al cansancio o a la enfermedad, ejerzan como piezas adecuadas al proceso productivo. La medicina pública no es necesaria porque sobran parados (incluso muy cualificados) para ser insertados y domesticados con la amenaza de volver al “ejército industrial de reserva”, en la expresión de Carlos Marx. El modelo ejemplar de trabajador son los acorazados ejecutivos de la película Matrix, invulnerables a los golpes y redirigidos desde una base. Carecen de alma.

En lo referido a la formación de esta masa laboral al fin ocupada, tampoco se requieren recursos públicos para su formación. Si quieren trabajar, dentro de un régimen competitivo que absorbe sólo a unos pocos, que sean los que cuentan con el capital social de sus privilegiadas familias, o los que puedan hacer sobre si mismos inversiones educativas privadas, quienes lleguen a ser idóneos para el empresario dentro de una demanda laboral escasa, versátil y cambiante. Hay que olfatear la querencia profesional del mercado y prepararse por propia cuenta. Según un razonamiento revelador de nuestros terribles tiempos ya vislumbrado por Michel Foucault.

Los derechos, la educación, el Estado, la ley son sustituidos por el imperio de la biocracia (el imperio absoluto y la planificación escatimada de la medicina separan a los trabajadores sanos de los enfermos y condenan convenientemente a estos últimos como “población obrera sobrante”). Excedentes y sin derechos en un mercado laboral saturado de sabios sin empleo, ¿para qué sirven los profesores de todos los niveles educativos? Únicamente, para controlar la asistencia de los alumnos y que no se descarríen por turbias sendas sociales. “¿Pero qué os habíais creído los enseñantes?

2 Comments
  1. Antonio Valdecantos says

    Por desgracia me parece muy cierto lo que aquí dice el profesor Sauquillo. El asunto de las dolencias y bajas de los funcionarios es, en efecto, bien sintomático, y no se trata tan solo de asegurar una eficaz disciplina laboral, sino (por lo menos en el caso del profesorado) de promover el adecuado espíritu de tensión deportiva, fervor atlético y culto a un cuerpo que debe resplandecer al máximo de sus posibilidades. No hay que engañarse: la población (o sea, nuestros patronos) no quiere funcionarios indolentes y enfermizos, y lo que más detestan los adolescentes y sus padres (por lo común estos más adolescentes que aquellos) es un profesorado mórbido que halle en los achaques de salud un motivo para caer en la pereza y bajarse del tren de los tiempos. Hay, en efecto, una exacerbación del biopoder. Viene, en lo que aquí nos ocupa, de la derecha. Pero no debe olvidarse que tanto el progresismo de buen rollo como la contracultura transgresora han sido agentes eficacísimos de promoción del culto a lo corporal, a su imperio y a su apoteosis. Desde hace aproximadamente cuarenta y cinco años, ¿recuerdan? Sin aquellos polvos (que quizá en realidad no fueron para tanto) no habrían venido estos lodos (que, por desdicha, tienen una pinta tenebrosa).

  2. marian says

    me ha llegado un artículo relativo a lo nuestra insigne jefa hará con las personas de » Incapacidad temporal» y he «usmeado» otras cosas y me habéis hecho pasar un buen rato

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