Que aguante

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Luis Goytisolo *

Con motivo de la publicación de Antagonía en un sólo volumen, la pregunta inicial de las diversas entrevistas que se me hacen suele referirse a saber cómo me siento al ver por fin esta obra editada en el formato que le corresponde, el de una novela, no el de una tetralogía.

Supongo que la respuesta obligada consiste en hacer explícita la satisfacción experimentada. Dando esto por supuesto, yo he preferido resumir mi estado de ánimo en una palabra: tranquilo. Tranquilo porque sé que la novela aguanta.

Lo que en otro tiempo nos gustó tal vez ya no nos guste; esto es algo que sabe todo el mundo, que sucede con todo, y que por lo general no es una cuestión de capricho. En el caso concreto de la obra literaria son varios los factores a tener en cuenta ya que los gustos no cambian porque sí.

Con el paso del tiempo, el cambio más evidente es el experimentado por el mundo en general: la realidad presente tiene poco que ver en todos los terrenos con la de 1981 o la de 1960, pongamos por caso. Eso supone que lo que por aquel entonces podía tener un valor o un significado no tiene por qué seguir teniéndolo.

Así mismo, el gusto literario, las modas, no han dejado de cambiar desde entonces, y las predilecciones del autor pueden haberse desplazado hacia obras entonces inexistentes.

Finalmente –y eso es lo más decisivo– también nosotros hemos cambiado. Un cambio que en parte es fruto de esas modificaciones del entorno y en parte de una evolución interna, como la de la fruta que madura por sí misma.

De todos esos cambios, es éste, el tercero, el más relevante. Que el mundo haya cambiado no debiera tener gran importancia al efecto ya que, en caso contrario, mal lo tendría el Quijote, por poner un ejemplo, o cualquier gran novela del siglo XIX. Lo mismo puede decirse del segundo cambio señalado, el de la moda, ya que no habría modas si no pasaran de moda. El tercero, en cambio, el de la evolución interna del lector, tiene un valor inequívoco: de él depende que lo que en otro tiempo fue para nosotros importante haya dejado de serlo. O, por el contrario, siga siendo importante. Es decir, que la obra en cuestión aguante el paso del tiempo. La clave está en la sustancia del relato, claro, pero también en el cómo, en el hecho de que lo que se cuenta no pueda ser contado con palabras distintas a las utilizadas para contarlo.

En lo que a mí concierne, como lector, me limitaré a citar un ejemplo de obras que no han aguantado: las novelas de Pavese, su estilo –influido por el de Hemingway, de quien había sido traductor al italiano– fue para mí el modelo a seguir en mis comienzos, en la época de Las afueras. Hoy se me caen de las manos, incluida La luna y las fogatas, su obra más ambiciosa. También es verdad que su diario íntimo, El oficio de vivir, sigue pareciéndome impecable. Y que, por otra parte, de todas las obras de Hemingway sólo pueda salvar la primera, los relatos de In Our Time.

Algo que no me sucede con la mayor parte de las obras de cualquier época que siguen gustándome lo mismo ahora que por aquel entonces.

(*) Luis Goytisolo. Escritor y académico de la RAE. Su última obra publicada es Antagonía (Anagrama, 2012).

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