El riesgo de populismo en España

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Julián Sauquillo

Los avisos de un “otoño caliente” en España advierten del esperado aumento de la conflictividad social en nuestro país. Mirado históricamente, el diagnóstico no puede ser más obvio. Los sociólogos y los historiadores se han ocupado de comprender los ciclos históricos con leyes de comportamiento social variadas, que se han visto corroboradas por los hechos. Una de estas, por ejemplo, señalaba que cuanto más autónoma o libre se declaraba una sociedad más heterónoma, o sujeta a imperativos indomables, era. Marcel Gauchet señaló, en nuestros días, que eran el omnipotente Estado y la omnisciente Prensa, como una suerte de nueva religión, las fuerzas llamadas a conducir a los individuos. La Revolución Francesa era un ejemplo de esta paradoja. El jacobinismo político inauguró una protección social sobre los más desfavorecidos económicamente que aspiraba a una cerrada obediencia como reverso. Hoy el escuálido Estado social apenas proporciona protección social a los más menesterosos y el Estado liberal se emplea a fondo en impedir la protesta callejera y asegurar el orden público.

Pero no se puede amortiguar la conflictividad con meras medidas de seguridad. Alguien tan poco sospechoso de veleidades revolucionarias como Vilfredo Pareto vaticinó el “fin del ciclo plutocrático” como una ley ineluctable de la historia. Cuando las contradicciones económicas entre unos pocos muy ricos y unos masivos muy pobres son palmarias, ni un Parlamento formal ni los ejércitos sin compasión pudieron eliminar el conflicto social y las revoluciones a finales del siglo XIX y comienzos del XX. El gobierno de los más ricos era cuestionado revolucionariamente a la vez que desaparecía la clase media. El conflicto abierto se producía como consecuencia de la dualización de la sociedad en muy ricos y muy pobres. Con ingenuidad imperdonable, el FMI hizo un pronóstico de aumento de la conflictividad (e incluso el estallido de guerras) al comienzo de la crisis. Creyeron haber descubierto la pólvora china. Y hoy seríamos ilusos si pensamos amortiguar el conflicto apuntado en el horizonte con solo llamar al estoicismo de los españoles ante los “viernes de dolor”.

Si a esta angustiosa dualización social le añadimos el desencanto por el débil funcionamiento de las instituciones -salpicadas por exabruptos parlamentarios que ofenden al electorado y el alumbramiento de supuestos casos de corrupción por la Agencia Tributaria española-, entonces, “arde Troya”. Y “a río revuelto, ganancia de pescadores”. Porque la crítica feroz de las instituciones representativas o del Parlamento español pueden llevar a “perder al niño al quitar el tapón del desagüe para tirar el agua sucia”. Acabar con el infante suele coincidir con la aparición de partidos nacionalistas de extrema derecha e izquierda que se ofrecen como supuestos aliento y vitamina de los desmoralizados españoles. Aquí surge, si no lo evitamos, el populismo del salvapatrias que desea socorrer a los venezolanos, a los iraníes o a los españoles, sin instituciones democráticas por manifiestamente “inservibles”.

Antes de avistar la salida de la crisis y de que haya algún sosiego justificado, los responsables políticos debieran velar por la dignidad de las instituciones públicas. Porque se rijan por criterios de justicia pública. No digo que sean “decentes” (como las señoras católicas, dependientes y miradas del siglo XIX) pero sí ecuánimes y respetuosas. Antes de que aparezca el “populismo” como resaca política (“adecos” y “copeianos” en Venezuela dilapidaron el patrimonio político, pero la depuración chavista es para sonrojarse), los gobernantes debieran sostener la aceptación social de las instituciones públicas por los ciudadanos en tiempos de gran crisis. Perdonen el realismo político.  Maquiavelo alababa al Duque Valentino por ofrecer el cuerpo de su más leal capitán al pueblo que se había visto afrentado por los desmanes de éste. Quien ha vilipendiado a un sector tan débil de la sociedad civil como los parados –“¡Que se jodan!”–, al anunciar los nuevos recortes de prestaciones por desempleo, en una institución tan fundamental como el Parlamento, tiene una gran responsabilidad política. El cese o la propia dimisión (no las disculpas) son mecanismos que dignifican y limpian al Parlamento. Acercan los representantes a los representados. Si no, las instituciones se alejan, se desvinculan, socavan la confianza y, así las cosas, “se siembran truenos y se recogen tempestades”. Es hora de responsabilizarse, antes de que surja quien idee tomar antiguos Palacios de Invierno. No vaya a ser que surja el populismo, enfermedad infantil y cretina del izquierdismo.

4 Comments
  1. Carlinhos says

    En Brasil, Getulio Vargas, dejó impronta y paso tiempo hasta partidos. Aprendan. Todo ben en Uberlandia

  2. Susana says

    En las playas, la gente quiere olvidarse de los problemas y necesita divertirse. Pero volverán quemados por la salanera económica y la crisis para este otoño. Este verano es un paréntesis de paz, profesor

  3. Ariana says

    El populismo ya está bien instalado en la sociedad española. DRY, Constituyentes y Ocupa el Congreso, han sido acciones orquestadas desde arriba a la que la población se ha sumado, sin participar horizontalmente de los presupuestos a los que se acogen.
    Hay una nueva variable en esta ocasión, que supera al poder de los mass media a los que se cita en el artículo y es el uso de Internet. Estos colectivos usan el correo ‘viral’ para llegar a todo el mundo de forma muy poco democrática.
    Mientras DRY, Constituyentes y Ocupa el Congreso son grupos de pseudoizquierda (no son de izquierdas porque tratan de aunar al 99% en torno a sus reivindicaciones), hay otros grupos de ultraderecha más preocupantes. Son los de «eliminar el Senado», «eliminar las Diputaciones» y «eliminar el 50% de los puestos políticos». Son más preocupantes porque confrontan el hecho de que «no hay dinero» con el aparente mal gasto de las administraciones públicas, al tiempo que homogeneizan a todxs lxs profesionales de la política para justificar que no son necesarixs. Mientras que lxs primeros cuestionan la democracia representativa pero luego dirigen acciones de arriba-abajo, éstos segundos ni siquieran son democráticos.
    El caso más desconcertante fue el de lxs 445 mil y pico políticxs españolxs frente a lxs cien mil alemanxs. A pesar de la receptividad de la población hacia estas consignas, no citaban fuentes y cuando se les exigía presentaban datos falsos. Por ejemplo, el periódico El Aguijón ofrecía una tabla donde se desgranaba la composición de ese medio millón de políticxs. Aparecía que lxs liberadxs sindicales eran más de 65000 (http://www.diarioelaguijon.com/noticia/1497/LOS-AGUIJONAZOS/Un-estudio-desvela-que-Espana-es-el-pais-con-mas-politicos-por-habitante-de-Europa.html) sin embargo la nada complaciente con el sindicalismo, CEOE, decía en 2010 que no pasaban de 5000 (http://www.elconfidencial.com/espana/informe-revela-liberados-sindicales-espana-20100915-69517.html)
    Voy a terminar citando a la defensora de la democracia participativa plural y radical Chantal Mouffe que hace unos años, ya nos avisaba que la despolitización de la sociedad, traería este tipo de respuestas populistas:
    «Al limitarse a los llamados en pos de la razón, la moderación y el consenso, los partidos democráticos están mostrando su falta de comprensión del funcionamiento de la lógica política. No comprenden la necesidad de contrarrestar el populismo de derecha mediante la movilización de los afectos y pasiones en una dirección democrática. Lo que no entienden es que la política democrática necesita tener un anclaje real en los deseos y fantasías de la gente y que, en vez de oponer los intereses a los sentimientos y la razón a las pasiones, debería ofrecer formas de identificación que representen un desafío real a las que promueve la derecha. eso no significa que la razón y la argumentación racional deban desaparecer de la política, sino que su lugar necesita ser repensado. ESTOY CONVENCIDA DE QUE LO QUE ESTÁ EN JUEGO ES NADA MENOS QUE EL FUTURO MISMO DE LA DEMOCRACIA.»

  4. Tiberio says

    Es inconsentible que la señora Fabra del PP diga esa barbaridad y siga ocupando el escaño. ¿Por qué manda tanto esa señora en la Cámara? ¡¡Qué vergüenza!!

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