Hablando de sí mismo: Los ‘Diarios’ de José Bono

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Carlos García Valdés *

Los expresidentes del Gobierno González y Zapatero y el secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, posan junto a Bono en la presentación de su libro 'Les voy a contar', el pasado 4 de octubre, en Madrid. / Efe

Que José Bono (Salobre, Albacete, 1950) ha sido uno de los políticos más importantes del socialismo español no ofrece duda. Desde sus comienzos como abogado del Tribunal de Orden Público (TOP), hasta su encumbramiento como presidente del Congreso de los Diputados, pasando por la Presidencia de Castilla-La Mancha y el Ministerio de Defensa, todo nos muestra a un hombre dedicado a su partido y al Estado, sin perjuicio de su inclinación inevitable a la “alcachofa” –el mismo escribe que no nació “ni reservado ni parco en el hablar”– y su necesidad vital de no dejar de aparecer en los medios, fuera cual fuere la ocasión precisa para hacerlo. Este libro, titulado Les voy a contar y subtitulado Diarios I (Planeta, 2012), se encuadra perfectamente en ambas apreciaciones: son los recuerdos de un político y su necesidad de hablar de cuanto supo e hizo con ocasión de los cargos desempeñados, es decir Bono en estado puro.

La obra completa no son unas memorias al uso, como la editorial y el propio autor recalcan. De hecho, a partir de tres manuscritos se ha compuesto la misma, respetando las notas de Bono que tienen fecha exacta y que se corresponden con el día a día de sus vivencias. El presente libro es el primero de los textos, que abarca de 1992 a 1997, comprometiéndose con otros dos más que llegarán hasta el año 2011. Conversaciones y confidencias jalonan sus casi seiscientas cincuenta páginas, siempre teniendo como protagonista al político manchego. No puede hablarse pues de una aportación bien escrita y meditada después de pasar el tiempo, sino de unos apuntes contemporáneos a los sucesos narrados bien redactados. Que este tipo de literatura verdaderamente impacte es otra cuestión. De hecho, quien esto escribe prefiere siempre unas memorias elaboradas al final de una existencia, vital o política, digna de ser recordada por todos. No necesariamente los cotilleos, por muy de lujo que sean, importan.

El periodo que abarca la obra de José Bono es, ciertamente, determinante para el último gobierno de Felipe González. No son pues unos diarios de la transición, en la que el autor, a partir de 1979, fue diputado, que no especial protagonista, sino unos apuntes durante la consolidación de la misma, producido ya el sacrificio personal y el deterioro político de Adolfo Suárez. Que la etapa recorrida es trascendente no ofrece duda, para comprobarlo basta con el resumen de acontecimientos con que Bono titula cada año, bien la Expo de Sevilla, la presencia del juez Baltasar Garzón en las listas electorales del PSOE, el caso Roldán, el que denomina annus horribilis del presidente González o el triunfo del PP en las elecciones de 1996 y la mayoría obtenida por José María Aznar. Además de los sucesos del momento, Bono no puede sustraerse a describir conversaciones con cuantas personalidades del Estado tuvo trato, desde el Rey para abajo, componiendo un fresco curioso y, no puede negarse, entretenido. Otra cosa es que esto sea necesariamente historia de España, más bien la anécdota que la acompaña.

De los dirigentes de su partido, Felipe González sale bien parado, no así Alfonso Guerra al que, después del sometimiento, ya no traga. En variados momentos del libro le descalifica. Tampoco es incondicional de Serra, timorato e indeciso; ni de Borrell, poseído de sí mismo, no siendo incondicional, desde luego, de Solchaga. Leguina es siempre directo y de fiar. Juan Alberto Belloch solo parece referirse a ser el candidato a la sucesión de Felipe con más méritos. Otros destacados miembros del PSOE también pasan por el tamiz de sus páginas con mejor o peor opinión de su personalidad o función desarrollada. Pero siempre giran alrededor de su persona, de José Bono, cuando escucha, les habla, les contradice o se enreda en las conspiraciones propias del poder. Asimismo, el Rey se ve retratado, sin que se ocupe demasiado de él, pues en la segunda entrega de estos Diarios, según anuncia, es cuando contará sus despachos como Ministro de Defensa.

Muchos de los acontecimientos recogidos no me parecen, en verdad, relevantes para conocer definitivamente el pasado y, desde luego, no lo son por el mero hecho de haberlos protagonizado el autor, que parece que estuvo en cuanto de importante hubo entonces. Y es que editar cuanto le aconteció, aunque seleccionado, no es buen método. Precisamente la diferencia con una biografía es, además de ese punto de elaboración del que carecen otros escritos, la amplitud de miras, no el detenimiento en el acontecer concreto que rodea al narrador y es reproducido literalmente. Y eso que Bono va a entregar el resto de su escrito, ¡17.000 folios!, al Archivo Nacional o al Congreso de los Diputados, según recoge textualmente, lo que se me alcanza a todas luces desmesurado: el manuscrito y el lugar de la donación.

Característico de la actuación de José Bono es la de haber tomado iniciativas tales como, por ejemplo, la de proponer la comunicación pública de los ingresos y bienes de los responsables políticos, no atendida entonces por la dirección del PSOE, así como incompatibilizar el sueldo de diputado con cualquier otra remuneración; o el episodio de situar como número dos en las listas electorales de Madrid, en las elecciones de 1993, a Baltasar Garzón, siendo notorio que fue aquél quien patrocinó la reunión donde el magistrado-juez conoció al presidente González en una finca toledana y, con posterioridad, trabajó el pacto personal del acuerdo final, que causó una buena sorpresa en la ciudadanía. La ocurrencia le salió francamente mal al PSOE. Pero su talla política no se agota en las equivocaciones compartidas: siempre advirtió del posible devenir secesionista de las autonomías históricas si el proceso se escapaba de las manos al Estado.

Cuando se muestra menos intrigante y más humano es cuando se nos aparece el mejor Bono. Así, en el relato de los asesinatos de los abogados de Atocha donde ejerció, con la máxima dignidad, la acusación particular; en sus continuadas relaciones con sus administrados castellano-manchegos donde prima la cercanía y el afecto, en la defensa de los intereses generales de su Comunidad o cuando, con generosidad y admiración, retrata al presidente Adolfo Suárez, con su energía personal y su arrojo ante los militares involucionistas. Su indignación por la corrupción se muestra claramente en el apartado dedicado a los asuntos Roldán cuando, reproduciendo una expresión feliz de Leguina, escribe “el jefe de los guardias se lleva el dinero” y Mariano Rubio al decir, trastocando la frase anterior, “al jefe del dinero se lo llevan los guardias”, advirtiendo del daño, quizás irreparable, que se hizo entonces al partido, y su rechazo al terrorismo es firme, sincero y valiente sin pensar en réditos electorales; ahí están sus palabras sobre el obispo Setién o acerca de los asesinatos de Fernando Mújica -su hermano Enrique ni perdonó ni olvidó nunca- o Tomás y Valiente.

El libro es en definitiva como el propio autor, cercano, cordial y simpático, y su literatura de cómoda y fácil lectura, buena compañía para momentos tranquilos y relajados, que nos sirve también, distinguiendo el grano de la paja, para retener en la memoria una parte del difícil camino recorrido por nuestra democracia y sus protagonistas más determinantes.

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Fragmento de Les voy a contar. Diarios I, de José Bono (PDF).
1 Comment
  1. borja says

    Por favor pedir a amigos,conocidos,familiares que no voten ni al psoe ni al pp pasarlo por favor.Si nadie vota a estos dos partidos los que ganen tendran que cambiar las cosas sin posibilidad de no hacer nada.Estarian obligados a cambiar la justicia y la leyes electorales la clave es que psoe y pp no tengan ni un voto.GENERACION NI NI,NI PSOE NI PP PASARLO PORFAVOR,hablar de ello con familiares y amigos y que nadie les vote y TODOS A VOTAR.Que voten a quien sea menos psoe y pp gracias.

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