21-N: Lectura catalana

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Pere Macias i Arau *

El Partido Popular, que gobierna con mayoría absoluta el Estado, que tiene amplias mayorías en doce de las comunidades autónomas y que ostenta las más importantes alcaldías incluso en la “rebelde” Andalucía, ha logrado un exiguo 12,7% en Euskadi, siendo la cuarta fuerza política, a notable distancia hasta de un Partido Socialista en horas bajas. Y, este Partido Socialista, a pesar de haber estado gobernando en la Lehendakaritza, sufre también un pésimo resultado. Si sumamos a los dos partidos estatales la aportación del diputado de UPD, obtenemos el mismo número de diputados del Partido Nacionalista Vasco, indiscutible ganador de los comicios: 27 diputados para los nacionalistas y 27 para los partidos de obediencia española. Y 21 diputados abertzales. ¡Qué gran diferencia con Galicia, o con las Castillas, o con la Comunidad de Madrid, o con la mayoría de comunidades autónomas!

El sistema de partidos políticos viene a ser una fotografía más o menos fiel de la realidad de una sociedad. Por lo tanto, la representación que los ciudadanos de un determinado territorio otorgan a cada fuerza política nos revela aquellas convicciones, ideologías o sentimientos del conjunto de los ciudadanos, o al menos de los que acuden a votar.

Un sistema de partidos políticos tan radicalmente distinto al estatal debe tener algo –mucho– que ver con las aspiraciones nacionales de una gran mayoría de vascos. Cuando pueden hablar con libertad, los ciudadanos expresan sus voluntades. Conviene tomar buena nota de ello.

En Catalunya, la situación presenta notables paralelismos con Euskadi. Los diputados de los dos grandes partidos españoles sumados no alcanzan a los de CiU. Y, el modelo se completa con otras dos fuerzas políticas cuya referencia nacional es catalana, ERC y ICV-EUIA. Finalmente dos minúsculos grupos, Solidaritat per la Independencia y Ciutadans se sitúan en los extremos opuestos del arco parlamentario en las cuestiones de país.

Puede afirmarse sin riesgo de errar que en el marco estatal actual coexisten dos sistemas de representación política. De una parte el modelo español, conformado por PP y PSOE como grandes fuerzas, con la presencia de dos terceros, IU y UPD, y en ciertas comunidades de fuerzas regionalistas poco relevantes, con la excepción de Coalición Canaria. Por otra parte, en Euskadi y Cataluña, y solamente en ellas, un modelo donde el papel dominante lo realizan partidos nacionalistas y donde socialistas y populares comparten la zona de clasificación con los otros partidos catalanistas o vasquistas. El pasado domingo, Bildu les relegó al tercer y cuarto lugar. El 25 de noviembre, en Cataluña, se puede aventurar un resultado muy ajustado entre los cuatro partidos a gran distancia de la federación presidida por Artur Mas.

Si el sistema de partidos políticos es tan distinto es porque al eje ideológico se superpone el eje nacional. Y ello se intensifica aún en el momento de mayor crudeza de la crisis económica, de mayores sufrimientos de muchos ciudadanos y de mayores  debates en relación a la salvaguarda de la sociedad del bienestar. Se manifiesta una clara insatisfacción con el marco institucional, que de hecho fue provocada por la ineptitud de los partidos estatales al provocar el naufragio del Estatut. Y se pone de relieve un elevado nivel de consenso en la construcción de estructuras de estado propio que se contemplan como imprescindibles para el progreso económico y para el bienestar social de los catalanes.

Comprender esta situación es el paso previo para resolver la cuestión catalana. Las apelaciones a los aspectos más coercitivos del texto constitucional no hacen sino enterrar más profundamente aquel espíritu de concordia de la Carta Magna. Ésta había conseguido recoger en buena parte las aspiraciones de los millones de ciudadanos que consideran que su nación es la catalana y que el Estado español podía ser el marco donde realizar sus aspiraciones vitales a través de una amplia autonomía política. Laminar esta autonomía, perseguir la normalización lingüística educativa, recuperar competencias, impedir el desarrollo catalán con una política de infraestructuras tan miope como improductiva y encima fomentar un clima de insulto permanente hacia los catalanes no logra sino agrandar el desacuerdo y acrecentar la velocidad de la desafección. La magnitud de todo ello se reflejará en los resultados del 25 de noviembre. Cataluña decidirá.

(*) Pere Macias i Arau es portavoz adjunto de CiU en el Congreso de Diputados.
4 Comments
  1. Arquímedes says

    Desde la aceptación de las diferencias evidentes entre las distintas comunidades autónomas, no puedo comprender que opinar sobre algún tema catalán de forma diferente a como dicen sus mandamases sea
    «Laminar esta autonomía, perseguir la normalización lingüística educativa, recuperar competencias, impedir el desarrollo catalán con una política de infraestructuras tan miope como improductiva y encima fomentar un clima de insulto permanente hacia los catalanes».
    Me dan mucha pena, sobre todo porque su discurso sólo tiene sentido buscando un enemigo externo. Cuando ya no exista en su ansiada independencia, tendrán que buscar entre el quintacolumnismo charnego.
    Los naZionalismos serán siempre iguales, se disfracen de lo que se disfracen.

  2. Dante says

    «De una parte el modelo español, conformado por PP y PSOE» ¿Qué otro modelo sería? ¿Existe alguna otra entidad que no sea el Estado español?
    Manda narices que nos desayunemos todos los días con ataques verbales al resto de España por parte de dirigentes nacionalistas y el autor del artículo dice: «y encima fomentar un clima de insulto permanente hacia los catalanes»

  3. Dante says

    ¿No le parece justo, al autor del artículo, que se «persiga» la normalización lingüística? ¿Quién la persigue? si la Generalitat incumple las sentencias del Supremo en esta materia y no pasa nada. Sí, en cambio, le parece bien que se margine al idioma español o castellano del espacio público, eso sí, ¿verdad?
    Si le parecen pocas las inversiones en infraestructuras que se hacen en Cataluña, dese una vuelta por Madrid y verá las que ha hecho el Estado en esta Comunidad y eso que aporta al fondo común bastante más que Cataluña.

  4. Y más says

    Estoy con Boadella en que hay que fomentar una asociación pro independencia de España. Y, de paso, darles el empujoncito a los independentistas de Cataluña para que logren su cometido. Qué monserga tan insoportable.

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