Chávez: ganar batallas después de vivo

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Juan Carlos Monedero *

Las elecciones regionales de este domingo 16 de diciembre tuvieron como novedad la ausencia física del Presidente Chávez. El “portaaviones presidencial”, valor añadido esencial en todas las elecciones, incluidas las regionales, surcaba ahora el país no desde su voz vibrante y su sonrisa de zambo, sino desde el sobresalto de la enfermedad y de la cuarta operación para luchar contra unas perseverantes células cancerígenas.

La presencia de Chávez en La Habana, recuperándose de la intervención, lejos de ayudar a la oposición (así lo habían manifestado ellos mismos) ha servido para reforzar al Partido Socialista Unido de Venezuela y a los demás partidos del Polo Patriótico. La oposición ha vuelto a ser revolcada (el chavismo ha sacado una ventaja de entre 20 y 45 puntos en buena parte de los estados). De 23 gobernaciones, los seguidores de Chávez han ganado en 20 estados, haciéndose incluso con la gobernación en el de Zulia, el estado petrolero, bastión de la oposición, desde el que salió la aspiración a sacar a Chávez de Miraflores.

La oposición ha perdido en total cinco plazas en apenas dos meses, después de haber sido derrotada en las elecciones presidenciales. Su única victoria reseñable ha sido en Miranda (aunque la victoria ha sido por apenas cuatro puntos), el populoso gobierno que ocupa buena parte de la capital Caracas. Capriles Radonski, presentándose a la reelección después de su fracaso en las presidenciales, ha mantenido el estado de Miranda, de manera que sigue en la agenda política como el posible candidato en las siguientes elecciones presidenciales (sean éstas de inmediato o cuando correspondan).

Aunque el sosiego ha sido la pauta, estas elecciones debieran haber discurrido con aún mayor tranquilidad. El programa relevante de Gobierno, el “Plan socialista 2013-2019”, había sido sancionado el pasado 7 de octubre con millón y medio de votos de ventaja –casi el 11% de diferencia– sobre la confusa propuesta de Capriles (donde sólo se podían identificar con claridad las propuestas neoliberales, tipo banco central independiente o la búsqueda de la estabilidad macroeconómica vinculada a los ajustes tradicionales del FMI). Las elecciones locales y regionales no han convocado nunca a la ciudadanía en Venezuela. El débil Estado histórico del país lleva a la población a identificar la política solamente con el “gran” gobierno, el capaz de poner en marcha políticas que afecten al país, entendiendo la política local como un espacio propio del caciquismo y las oligarquías locales –incluidas las del PSUV– que nunca han servido para reinventar nada. Así como en otros lugares –pensemos en el norte de Europa– la virtud de la política estatal es un reflejo de la democracia en el ámbito local, en Venezuela es a la inversa. De manera que la principal bondad de estas elecciones cobra sentido principalmente en dos ámbitos que exceden a las propias elecciones.

Para la oposición, porque sirve para que Capriles revalide, como hemos señalado, su figura de “jefe de la oposición”, siempre amenazada por la desunión de la, con exceso, llamada Mesa de la Unidad. El buen resultado en términos históricos de octubre –el chavismo habría aumentado en 752.976 votos, mientras la oposición ganó 2.175.984– hace de Capriles el “líder natural” de la derecha, aunque Acción Democrática –socialdemócratas de la oposición–, los articuladores de la extinta IV República, nunca van a terminar de aceptar que la oposición a Chávez la dirija alguien de fuera de sus filas.

Resultados de las elecciones

Para el oficialismo, la victoria tiene dos elementos destacables. Por un lado, lanza un mensaje de tranquilidad al convaleciente Chávez, insistiéndose en esa comunión sentimental entre el presidente y la ciudadanía, al tiempo que conjura las pretensiones de la oposición de presentar la enfermedad de Chávez y la derrota en las elecciones –la que no ha tenido lugar– como la antesala de su “inmediata” victoria. Por otro lado, y elemento más complejo, el pueblo venezolano demuestra estar comprometido con el rumbo del proceso y, más en concreto, con la traslación al ámbito regional del programa socialista 2013-2019. Esto significa que el más ambicioso proceso político en curso en Venezuela –la construcción de un estado comunal, que afecta a la organización territorial– no va a encontrar en el ámbito regional un ánimo de freno, sino todo lo contrario.

Las razones de la victoria hay que buscarlas, como siempre, en los buenos resultados económicos de estos años y en la vinculación de un pueblo con un proyecto y un liderazgo. La renta petrolera, en vez de ser utilizada para el beneficio de las minorías que controlaban PDVSA, ha servido en este decenio largo para reducir a más de la mitad las tasas de pobreza, para alfabetizar a toda la población, para construir más viviendas sociales que en todos los años de la IV República, para bajar el desempleo al 7%, para tener la segunda tasa más alta de escolarización universitaria del continente, para crear una red pública de suministro de medicinas y alimentos subvencionados, para entregar libros y ordenadores gratuitos a los estudiantes, para incorporar a dos millones cien mil ancianos al derecho a una pensión. En definitiva, para hacer de Venezuela el país menos desigual de América Latina. Si Jesucristo repartió panes y peces apenas una jornada ¿qué hay de extraño en la santificación a alguien que ha permitido que los venezolanos coman tres veces al día?

En lo que respecta al papel del liderazgo, Chávez tiene una comunión con su pueblo que explica el fervor religioso que acompaña a las actuales muestras de apoyo popular al Presidente enfermo. Chávez no es solamente el guerrero que vino a “salvar” a su pueblo del dragón, sino que fue el líder salvado por su pueblo, quien tuvo que encargarse personalmente de matar la monstruo –alejar el peligro en el golpe de abril de 2002– y rescatar al “caballero”. No hay grandeza sin el azar brindando sus regalos.

Chávez, además, es visto con maneras de Libertador porque escogió la única manera de ser grande: buscar enemigos descomunales. Si Bolívar se enfrentó al Imperio español, Chávez ha venido arremetiendo contra ese nuevo imperio –más terrible y mortífero– conocido como neoliberalismo (fase superior del imperialismo). Es en esa batalla donde Chávez ha encontrado el amor de un pueblo al cumplir con sus promesas y no dejar de dar la batalla aunque viniera complicada. No se nos escapa que la comparación con el ámbito europeo llama a confusión. Para aliviar las dudas, puede ser útil pensar no tanto en qué ha hecho Chávez para ganarse el respeto de su pueblo –y el de los pueblos de otros tantos lugares del planeta– sino en qué no han hecho los políticos europeos para ganarse el desprecio que les demuestran sus poblaciones.

¿Chavismo sin Chávez?

La situación actual muestra un programa de gobierno ampliamente refrendado por el pueblo y una estructura de apoyo territorial igualmente amplia. Por otro lado, un Presidente enfermo que ha hecho regresar al debate el tema de la sucesión. Si Chávez no pudiera tomar posesión el 10 de enero, se convocarían elecciones en el plazo de un mes. ¿Qué escenario se abriría? Si bien hay que recordar que el futuro se caracteriza porque no está escrito, podemos prever una nueva victoria del proyecto bolivariano, encabezado en ese caso por el actual Canciller y Vicepresidente, Nicolás Maduro. El “chavismo” no es Chávez. Es, indudablemente, el impulso que le dio inicialmente a Venezuela Chávez, pero también es una Constitución, son trece años de desarrollos legislativos, un nuevo sistema de partidos, una nueva cultura política, una América Latina más integrada que nunca en su historia. Si el apoyo de Lula a Dilma Roussef sirvió para que la Presidente sacara incluso más votos que su mentor, una candidatura de Maduro marcaría la incorporación de una nueva generación a la dirección del proceso bolivariano, con lo que implicaría de nuevos bríos y nuevas ideas. Tendrían que activarse esfuerzos políticos allí donde Chávez ha resuelto los problemas con su personalidad, pero no es nada irrealizable. Los militares ya han demostrado su apoyo. Igualmente las diferentes familias del proceso. Le correspondería a Maduro invitar a todas las sensibilidades a sumarse al nuevo proyecto. Precisamente lo que Chávez hizo cuando, recién salido de la cárcel, decidió contender electoralmente. Si hubiera que señalar un peligro en el horizonte para el proceso bolivariano tendría que verse en la ignorancia de esas sensibilidades, que fragmentarían el apoyo a Maduro y darían vuelo a la oposición. La revolución bolivariana ha aprendido de los errores de la primera república venezolana señalados por Bolívar en su Manifiesto de Cartagena de 1812. El primero de ellos, la falta de unidad. Precisamente la que ha pretendido conjurar Chávez señalando a Maduro como su sucesor.

Algo más que un Presidente

Ningún Presidente ha despertado el interés mundial por su salud como ha ocurrido con Chávez. Pero los creadores de opinión siguen sin entender esa secuencia que va desde 1998 –¿cómo es que ganó un golpista a una ex miss Universo?– a las vigilias que se han sucedido en las plazas de toda Venezuela. Quisieron acabar con Chávez (como era costumbre hacer con los líderes de izquierda en América Latina, en África, en Asia o en el mundo árabe) y ahora, muy al contrario, los que movieron cielo y tierra para acabar con su vida tienen que ver cómo su pueblo llora conmovido por su salud. (No imagino a los españoles llorando por Rajoy, por Zapatero, por Artur Mas). Y no solamente su pueblo. Vigilias en todo el planeta. Oraciones incluso de gente que no cree (Pepe Mújica, Presidente de Uruguay). Detrás de estas muestras de cariño está la necesidad de hacer algo por un líder tan relevante para América Latina como estigmatizado por unos medios mercenarizados. A Chávez lo han hecho grande, insistimos, sus enemigos.

Chávez no es Chávez: Chávez es un pueblo. Algo que ya estaba en sus discursos de 1999 y hoy se ha hecho historia viva. Pero no un pueblo sin más. Un pueblo con patria, que es una manera metafórica de decir: un pueblo con una voluntad de caminar hacia el socialismo apoyado en una Constitución y un sistema político reinventado para ese fin.

Si Chávez, como alguna vez ha dicho, se va a descansar a una isla y se dedica a pescar, no cambiará nada su legado al continente. ¿Qué hubiera sido de América Latina en la crisis del neoliberalismo sin la firmeza y la unidad sembrada por Chávez? América Latina lo va a recordar como el último libertador. Un libertador peculiar que le dijo a los pueblos que tenían que acumular fuerzas para ser sus propios libertadores. No significa que la batalla esté ganada. Pero Chávez ayudó a empezarla. Ha marcado el camino.

A los que piden a sus dioses que Chávez desaparezca de la faz de la tierra, tendremos que recordarles que siguen empeñados en ser muy pequeños. Sabemos de los profundos odios que concitó Bolívar ¿Y quién se acuerda hoy de aquellos odiadores? Sabe el pueblo lo que dice cuando repite que Chávez no se va.

(*) Juan Carlos Monedero es profesor titular de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Complutense de Madrid y director del Departamento de Gobierno, Políticas Públicas y Ciudadanía en el Instituto Complutense de Estudios Internacionales.
3 Comments
  1. Cano says

    ¿Por qué este tipo de artículos no aparecen en los grandes medios?

  2. franciscoalcocer says

    Magnífico análisis razonado y con datos contundentes. Usted que es profesor, divulgue estos argumentos y evidencias, es necesario contrarrestar la basura informativa de los medios de confusión dominantes. Muchas gracias profesor.

  3. 14 de abril says

    Lloramos de rabia de tener dirigentes corruptos traidores a los españoles y al pueblo como rajoy y zapatero en minúsculas.LLORAMOS A CHAVEZ por su grandeza y amor a su pueblo.¡¡PALANTE COMANDANTE!! ¡¡PALANTE VENEZUELA!!¡¡HASTA LA VICTORIA SIEMPRE!!

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