El economista que puso al ciudadano en el centro

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La muerte de un maestro como José Luis Sampedro tiene la única virtud que permite poner en común todas las experiencias y las vivencias de todos aquellos que lo admiramos y nos miramos en su espejo para actuar en nuestra vida privada.

El profesor Sampedro fue un ilustre economista que enseñó a personas tan ilustres como Boyer ó Solchaga, aunque estos no le siguieron en su anhelo por poner al individuo en el centro de la acción económica y política, en lo que se puede denominar un economista humanista. Esta visión de la sociedad le llevó a publicar un sinfín de libros, artículos y novelas en los que alerta de los riesgos de un mundo deshumanizado, en el que todo el sistema se pone al servicio del capital y del lado más oscuro del capitalismo.

Su filosofía económica y política se alejó rápidamente de las corrientes socialdemócratas clásicas, que no supieron situar al individuo en el centro del universo económico, y abrazaron el mercado como tótem ideológico.

Su gran crítica al sistema se basó en lo que hizo degenerar al sistema capitalista, la codicia. Es decir, el capitalismo es principalmente depredador y ha ido minando a los habitantes del planeta más débiles, los pobres y también el medio ambiente. De hecho, repetía muchas veces aquella máxima de que a la naturaleza se la vence obedeciéndola. Sin embargo, esta precaución se olvidó muy pronto, frente a otras civilizaciones donde los árboles son sagrados.

Este desprecio se extiende también al prójimo, violando sistemáticamente los derechos humanos, a pesar de declaraciones que hablan de su respeto. Esta degeneración se ha hecho aún más plausible con el fenómeno de la globalización en el que el vil metal circula sin barreras, mientras a las personas se les prohíbe la entrada o la salida, y nos enorgullecemos de la construcción de vallas, muros reales y virtuales, dejando a tantos habitantes del mundo en la cuneta.

El capitalismo se rinde poco a poco a su propia codicia. Hace cinco siglos, Europa era una explosión de afanes en aventuras creadoras. Las gentes se embarcaban en viajes transoceánicos para descubrir nuevos territorios, los incipientes mercados hacían a las ciudades prósperas y los inventos alrededor de la escritura y la imprenta permitía la expansión de las letras y el individuo era el núcleo de toda actividad nacional e internacional. Ese espíritu se ha transformado hoy en un complejo de inseguridad que propicia un sentimiento de protección de la propiedad y del cerco a la innovación y al aventurismo renacentista.

Sampedro ya lo anunciaba, y pone como ejemplo el imperio romano, que también dominó el mundo y acabó cayendo en un estado bárbaro y desordenado. Hoy, como nos dejaba transmitir el maestro en su aproximación a los indignados del 15M, no  estamos muy lejos de una situación semejante, porque la barbarie consiste en la destrucción de los valores básicos de una cultura y eso, precisamente, está ocurriendo en nuestro tiempo. Estamos asistiendo al desplome de la Justicia, a pérdidas latentes de libertades públicas y privadas y a rupturas en otras instituciones básicas de la sociedad moderna, como la familia y la mayor parte de religiones.

Termino con una cita que le encantaba: “los dioses ciegan a aquellos a quienes quieren perder”, pero lo vean o no, la codicia está rompiendo el saco. Su vida fue tan honesta y nos dejó tanto que será imposible agradecerle todo el magisterio en materia social, económica y politica. Sus postulados humanistas son imposibles de replicar por los fríos modelos macroeconométricos que excluyen al ser humano, a sus necesidades y a su alma, lo que Sampedro suplió hablando en ágoras públicos con todos los indignados y personas que sufren, reflejando en su rictus esa Sonrisa Etrusca que tanto nos ha reconfortado.

(*) Alejandro Inurrieta es economista y director de Inurrieta Consultoría Integral.
1 Comment
  1. CHEMA says

    Magnifico, me ha emocionado.
    Saludos cordiales.

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