El «derrumbe» de las clases medias (La globalización nos deja sin globos)

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Francisco Serra

Globo_Flickr_David_Boyle
Imagen: Flickr de David Boyle

“Papá, el caso es que yo debería buscarme un príncipe”. El profesor y su hija salían de un restaurante familiar que a la niña le gustaba mucho, pues solían regalarles un globo antes de ocupar la mesa; en esta ocasión, sin embargo, nos les habían ofrecido ninguno y solo le entregaron a la pequeña una cera azul y otra roja para que se entretuviera mientras llegaba la comida. Hace apenas unos meses se formaba en seguida una larga cola de personas, la mayoría acompañadas de críos, aguardando a que quedara libre algún sitio, pero ahora el local estaba semivacío.

Al profesor la actitud de los propietarios del establecimiento le pareció una buena muestra de la marcha de la economía española durante los últimos años: en el desesperado intento por cuadrar las cuentas se habían eliminado casi todos los estímulos al consumo y solo se nos dejaba elegir si dibujábamos en azul, en rojo o, como parecía previsible en un futuro próximo, combinando los dos colores, en una “gran coalición”.

Las raciones se habían reducido y en el platito de aceitunas que servían como aperitivo nada más correspondían un par a cada uno de los clientes. Como no hay mal que por bien no venga, el profesor había adelgazado una buena decena de kilos y hasta la niña, que comía a diario en el colegio, había estilizado su figura. Toda la nación parecía estar sometida a un severo régimen de adelgazamiento, a semejanza del presidente del Gobierno, cada vez más pálido y ojeroso.

En esas condiciones es comprensible que, como la hija del profesor, muchos españoles hayan vuelto sus ojos a la figura de un príncipe, ansiando que les colme de regalos, pero en las presentes circunstancias  lo único que puede esperarse de un nuevo monarca es la máxima discreción. Las nuevas generaciones se sienten muy poco identificadas con la tradición y es muy posible que un relevo en la Jefatura del Estado agitara aún más las revueltas aguas de la vida política.

No es concebible hoy una fastuosa ceremonia de coronación, sino a lo sumo un solemne acto protocolario en el que no se sirva ni un panchito con cargo al erario público, por muy subvencionada que esté la cafetería del Congreso de los Diputados. Para los republicanos tampoco es aconsejable una abdicación, porque aún no parece que estén dadas las condiciones para que la sociedad española opte por otra forma de Estado.

Después de pagar la cuenta, algo más elevada, el profesor y su hija fueron al parque y allí se enteraron de que la madre de una de las amigas de la niña, experta en las nuevas tecnologías, se había quedado sin trabajo. Aprovecharía para estar más tiempo con los chavales, aseguró, intentando consolarse. En la escuela se había celebrado unos días antes un referéndum para decidir si se implantaba la jornada continua: aunque la iniciativa no había prosperado, al aumentar el paro, cada vez más padres la preferían, para poder ahorrarse los gastos de comedor.

En la época del “increíble sueldo menguante”, los españoles han redescubierto las virtudes de la cocina tradicional (“es más sana”), dedican más horas a ver la televisión (“llevo una temporada que no me apetece salir”), frecuentan los parques y jardines (“ya tenía yo ganas de tomar el sol”) e incluso ensalzan los encantos de la vida familiar (“no nos llevamos bien, pero no están los tiempos para irse de casa”).

El descenso del número de desempleados no responde a una mejora de la situación económica, sino a factores coyunturales y a una política oficial que endurece el acceso a las prestaciones. A una amiga, parada de larga duración y ya con más de cincuenta años, la habían llamado a las oficinas para participar en un programa de “búsqueda activa de empleo”. Al parecer, se trataba de obligarles a acudir casi todos los días de la semana para garantizar que no tenían ninguna otra ocupación y, si aún persistían en su empeño, ofrecerles trabajos a tiempo parcial, lo más alejados posible de su vivienda, de tal forma que casi les saliera más caro el transporte que el dinero que iban a percibir.

En una ciudad como Madrid un abono es un bien valioso y son muchos los que están casi aislados en sus barrios por no poder permitirse el gasto cotidiano de un billete de metro o autobús.  Hay inmigrantes que han preferido regresar a sus países de origen, porque allí cuentan con una cobertura familiar de la que aquí no disfrutan.

Bastantes españoles, con su esfuerzo, habían conseguido acceder a una posición mejor a la de sus padres, pero en España nunca han existido verdaderas clases medias, le había dicho al profesor un amigo. Una gran parte de la población creía pertenecer a ese estrato de la sociedad, mas su adscripción estaba motivada por un error de juicio. Al depender de un salario, cuando el trabajo se ha vuelto precario, muchos no han podido afrontar el pago de su hipoteca o los gastos mínimos para llevar una existencia confortable. El resultado ha sido la repentina depauperación de la mayoría de los que afirmaban formar parte de esa categoría.

El profesor, hijo de funcionarios y nieto de tenderos, se había visto cada vez más abocado a un deterioro de sus condiciones de vida. La Universidad, presionada por la Comunidad Autónoma, tenía la intención de proceder a un nuevo recorte de su sueldo. Unas semanas atrás se había encontrado en la parada del autobús con un compañero que, pese a sufrir una grave enfermedad renal solo paliada por el tratamiento de diálisis casi a diario, había retrasado su jubilación para poder pagar los estudios de su hija.

Un sociólogo conservador norteamericano había escandalizado no hacía mucho a los académicos de su país al poner de relieve la creciente distancia entre las clases sociales, incluso dentro de la propia población blanca, que casi tendían a convertirse en castas, viviendo en zonas distintas, enviando a sus hijos a Universidades diferentes, acudiendo a lugares de ocio muy diversos e incluso casándose y relacionándose únicamente entre sí.

En nuestro país este proceso se está acelerando cada vez más y la ceguera de los miembros de nuestras élites se debe, en gran parte, a que no saben,  ni les interesa, cómo vive la otra mitad. Unos “sobreviven” y otros “viven del sobre”, sin apenas contacto entre ellos. En esa creciente desigualdad las clases medias parecen no tener cabida y su constante empobrecimiento no es presagio de nada bueno.

El profesor, abrumado por estas reflexiones, decidió ir al cine y para asegurarse de que no hubieran cerrado el local, como la última vez, escogió una de las pocas áreas en las que todavía queda un puñado de salas. No escogió bien la película, con muy bellas imágenes por otra parte, y asistió en compañía de solo otros tres espectadores (a pesar de que era domingo por la tarde) a un sórdido drama familiar.

De regreso a casa pasó de manera fugaz por la Feria del Libro y, al salir del Retiro, antes de subir al autobús, compró para su hija un bello globo multicolor, digno de una princesa.

3 Comments
  1. Jonatan says

    Y de los inmigrantes mejor no hablamos. No tenemos para zancocho ni un domingo al mes

  2. juan gaviota says

    Nos está costando entenderlo ,pero es irrefutable ,estamos volviendo a marchas forzadas hacia la madre del cordero ; Al sistema feudal.
    Y en verdad me gusta la retorica. Pero cuanto más claros mas amigos, las cosas por su nombre ,la extinta clase media, pasará directamente, a ser plebeyos, y los señores feudales a vivir confortablemente en sus castillos feudales ,protegidos por los más aguerridos de los vástagos plebeyos.

  3. juanjo says

    Ojo, Sr Serra, Que no nos tomen el pelo. No estamos en un Estado pobre. España con un renta per capita de 25.000, 0 26.000 €€ en un Estado rico
    ………
    Una renta de 25.000 €€ per capita. Una familia de 4 personas —-100.000 €€/año. Una pastorra.

    Una Vida de maravilla con una renta así. Lo que pasa es lo que pasa.
    No. No somos pobres. Sino todo lo contrario
    ………..
    Tampoco es un asunto de corrupción. La corrupción, con ser muy grandes y muy indecente. Tan indecente que asfixia aal partido gobernarte y gran parte del PSOE. (Es asunto de neta estofa política Y como si na. Ni siquiera al Rajoy le ponen rojo los sobres negros).
    …..
    El problema es 17 ejecutivos políticos trabajando a pleno rendimiento por el bienestar y la prosperidad de los españoles
    Eso sí que no hay dios que lo aguante.
    ….
    17 ejecutivos con sus cortes, sus ministros, sus tribunales superiores, sus chóferes y sus cochazos y sus instituciones…..Y sin saber qué quieren, ni a dónde ir

    Ni siquiera necesitan echar mano de Feijoés, Camps, Matas, Gurtell, Barcinas, Puyoles, Palleroll, o Fcos Guerreros para hundir al más pintado
    ……
    Los que somos de pueblos sabemos que los perros ladrando, ladrando y ladrando terminan por asustar a la luna
    ………
    Y de ahí que desde el 1978 (año de la vigente constitución), ni en un solo año hayamos bajado del 8% de paro.
    …..
    Que con tanto político, ¿qué euro se siente valiente?

    Y es que, aunque no nos enteremos, somos víctimas de unas estructuras la mar de estúpidas y ridículas y reduplicativas, tan cóncavas como convexas e, incluso esmeriladas al envés.

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