¿Tiene sentido hoy el Estado Pontificio del Vaticano?

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Benjamín Forcano *

Benjamín ForcanoSi nos guía la voluntad de seguir a Jesús de Nazaret, no tenemos otra alternativa que la de Francisco de Asís: confesar que en no poco nos hemos apartado de él y convertirnos. Pero, esta vez, la conversión la voy a referir a algo  que, sin ser inmediatamente nuestro, nos  envuelve profundamente: el Estado Pontificio del Vaticano.

La razón es obvia: el Estado del Vaticano no proviene del Evangelio ni puede compaginarse con él. Tiene sus razones históricas y ha permitido que, a pesar de todo, muchos hayan podido seguir y vivir el Evangelio. Pero su configuración y funcionamiento real, su estructura organizativa y el modo como se la utiliza, hacen que no pueda expresar  el espíritu de Jesús y realizar como conviene el proyecto del Reino de Dios.

Los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI encarnaron la lógica interna de ese Estado, preexistente a ellos,  y en virtud de ella impusieron un control uniforme, que ahogó  la libertad e hizo imposible el avance de la Iglesia en la dirección del Evangelio. Han sido 50 años en los que paralizaron el impulso de Jesús. Hoy podemos encarar la magnitud del problema y ver las causas que lo originan.

La base está en que el Papa, además de sucesor de Pedro, es jefe del Estado del Vaticano. Un Estado que, según el Derecho canónico, confiere al Papa una autoridad y un poder absolutos. El Papa tiene una potestad suprema, plena, inmediata y universal; puede juzgar y condenar a  los jefes del Estado del mundo entero y no puede ser juzgado por nadie; ni admite apelación alguna, pues la autoridad  la posee “por institución divina”; en ella no se da la división de poderes –base del Estado de Derecho-  y se la sanciona como intocable. Como consecuencia de tal poder, la dignidad de cuantos pertenecen a la Iglesia desaparece, en el sentido de que nada ni nadie puede hacer valer sus derechos. En realidad, quedan preteridos o anulados pues ese poder, y quienes lo representan, pueden proceder con absoluta arbitrariedad sin que nadie los demande y pueda controlar su omnipotencia.

El poder supone una relación de subordinación y, por tanto , de desigualdad,  entre uno que está arriba y otro que está abajo y el que está arriba  manda y el que está abajo obedece.

Esto continúa  en la Iglesia, en el siglo XXI, a contracorriente de la modernidad. Es tal y tan fuerte la sacralización de este poder que no existe seguramente una cuestión que merezca  ser analizada  con mayor urgencia. Se trata simplemente de confrontar el pensamiento y vida de Jesús con  el modo concreto de concebir y aplicar el poder en la Iglesia.

Jesús jamás manifestó comportarse como el que manda y exige obediencia, sino como el que nos invita a seguirle. La autoridad para Jesús no es un poder que se impone sino una actitud que se mantiene firme y humilde  ante el enemigo y el fracaso y que, desde la debilidad y pequeñez del  esclavo, denuncia las desigualdades e injusticias y subvierte el orden de quienes dominan y obedecen.

Este comportamiento de Jesús no entraba en la cabeza de sus discípulos y así vemos cómo entre ellos discuten sobre quién será mayor o menor en el Reino de Dios y, cuando Jesús aparece derrotado por sus enemigos, se vienen abajo por la manifiesta impotencia de su mesianismo. Los discípulos no entendieron que alguien como Jesús, que hablaba del Reino de Dios y era aclamado como Mesías, pudiera  triunfar con su bondad  desde la debilidad y derrota.

Y, en este asunto, como muy bien comenta el teólogo José Mª Castillo,  Pablo tuvo una  decisiva influencia en las comunidades cristianas primeras, por su modo de entender y aplicar la autoridad. El se consideraba “apóstol de Jesucristo” constituido directamente por Dios, investido de una autoridad especial respecto a los gentiles, de modo que negarle  a él, era negar a Dios. El hablaba en nombre de Dios y  trataba de imponer su doctrina de un modo radical como si se tratara de la doctrina misma de Dios. Autoridad que se aposentó en las comunidades y contribuyó a cambios importantes con respecto a los criterios y modos con que  Jesús  ejerció esa autoridad.

Lo explica y comenta como ningún otro Ives Congar: “Roma ya en el siglo II, basándose en Mt 16, 19, hace pasar los poderes de Pedro no a la ecclesia sino a la sede romana, de suerte que la ecclesía  no se forma  a partir de Cristo, vía Pedro, sino  a partir del papa. Para la Iglesia estar constituida sobre  Pedro significa, a los ojos de los papas, recibir consistencia y vida del papa, en el cual como en la cabeza, reside la plenitudo potestatis (potestas plena)” (Cfr.  Exodo, ¿Es hora de otra Iglesia?, “El problema de la autoridad en la Iglesia católica” nº 118, pp. 27-34)

Sería este, por tanto, el dato más preciso para explicar cómo la teología  de la Curia Romana defiende que los poderes del papado provienen directamente de Dios, poderes incuestionables por llevar el sello divino. El tiempo se encargó de ir asignando a los papas un concepto de autoridad ejecutivo y jurídico, sacralizado, concentrado en ellos. Un desplazamiento que se contraponía a lo enseñado por Jesús: “Sabéis que los que figuran  como jefes de los pueblos  los tiranizan, y que los grandes los oprimen pero no ha de ser así entre vosotros; al contrario, el que quiera subir entre vosotros, sea servidor vuestro, y el que quiera ser el primero, sea esclavo de todos, porque tampoco este hombre ha venido para que le sirvan, sino para servir y para dar su ida  en rescate de muchos” (Mc 10, 42-45).

La institución eclesial, tal como aparece estructurada, no responde al pensamiento de Jesús. Es cierto que la Iglesia necesita de una autoridad central que coordine al conjunto, pero tal coordinación no debe ser de naturaleza política, si  se quiere salvaguardar el  seguimiento  de Jesús como principio determinante de la vida cristiana. Y, en todo caso, es al Colegio Episcopal –prolongador de la sucesión apostólica-  a quien corresponde la tarea de organizar la diversidad de ministerios de la Iglesia en coordinación con la “cabeza” que es el obispo de Roma.

(*) Benjamín Forcano es sacerdote y teólogo claretiano.
4 Comments
  1. juanjo says

    ¿Seguir a Jesús de Nazaret? ¿Y quién es ese señor?
    1ª Broma, la ciudad de Nazaret no existió al menos hasta finales del siglo 1º después de Cristo.
    2ª. Una mujer virgen convertida en madre.
    3ª. Broma. Herodes persiguiendo infantes después de muerto. Aparte de que tal persecución era quizá más inimaginable entonces en Jerusalén que hoy en Europa.
    4º Broma. ¿Cuándo se escribieron los evangelios? ¿Cuántos evangelios se escribieron? ¿Quiénes los escribieron? En último término ni sabemos quiénes los escribieron, ni cuándo los escribieron. De hecho, la primera fijación de tales evangelios tuvo lugar a finales del siglo IV y la definitiva en el siglo XIV (c de Trento)
    5ª. Pedro el primer papa y Roma como sede pontificia. Aunque se nos hable del martirio y de la tumba de San Pedro en Roma. San Pedro jamás puso el pie en Roma.


    Xª Broma. El Vaticano como Patrimonio de San Pedro y la Donación de Constantino. Los papas basaron su derecho al Estado del Vaticano apoyándose en una supuesta donación del emperador Constantino, el primer emperador cristiano. Pues bien, tal donación ni siquiera es una broma, sino una cochina mentira.
    ..
    En fin, que ya siendo hora de cambiar el cuento, porque por muchas variantes que introduzcamos en él, lo único cierto es que en la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana todo, absolutamente todo, es falso, un soberano embuste. Menos su poder, sus riquezas, sus histo´ricas crueldades y sus afanes imperialistas

  2. codosero says

    Estoy de acuerdo en casi todo con juanjo,pero deseo saber los fundamentos , cuando escribe que San Pedro jamás pisó Roma. Eso lo descon0ocía

  3. juanjo says

    Perdona que no te respondiera antes Codosero: pero me fui al cine.
    ……..

    En fin , así, a bote pronto, puedo decirte que no hay ni una sola prueba de que San Pedro estuviera en Roma.

    Puesto que suele decirse que Pedro y Pablo murieron bajo el mandato de Nerón, conviene señalar que el primero en calificar a Nerón como “el primer perseguidor de cristianos” fue Tertuliano, que comienza a florecer a finales del siglo II (160-220)
    …..
    Por la misma época aparecen unos apócrifos Hechos de Pedro, , en griego, o sea, probablemente escrito en lugares alejados de Roma, en los que se habla del martirio de San Pedro. Y a la vez (2ª mitad del siglo del siglo 2º), los cristianos de Roma comienzan a propalar la idea de que Pedro está enterrado junto a ellos, al otro lado del Tibver.

    De todos modos es Eusebio de Cesárea, (275-339) uno de los primeros, sino el 1º, en afirmar que en tiempo de Nerón se martirizó a Pedro y Pablo..
    …..
    Si San Pedro era el jefe, es curioso que San Pablo, que sí estuvo en Roma, no señale nada al respecto, ni siquiera cuando se dirige a los judíos que residen en Roma.
    ….
    ,,,En los Hechos de los ap´sotoles, Pablo viaja a Roma (28.14), pero Pedro no

    En las Epístolas de San Pablo, San Pedro aparece por Jerusalén y por Antioquía. Pero jamás en Roma. Lo cual es profundamente significativo.
    ….
    Por otra parte, hay que tener en cuenta que Roma era la capital del Imperio que mató a Cristo, con lo cual es de suponer que no sería demasiado atractiva para sus discípulos más íntimos. En este sentido, recuerda que Pablo, adema´s de ser ciudadano romano, no conoció a Jesús.
    Finalmente, fue a finales del siglo IV, en la e´poca del papa San Dámaso, cuando, basándose en San Mateo 16. 17-19, se inventó la idea de que Pedro fue elegido por Cristo como primer obispo y como depositario principal de las llaves de los cielos.
    —-
    ¿Qué se pretendía con todo esto? Entre otras cosas, afirmarse sobre el resto de los otros focos pujantes del cristianismo: Antioquia, Alejandría, Jerusalén. Y si tienes en cuenta que el susodicho San Dámaso subió al pontificado tras repartir hostias a diestro y siniestro (hubo numeroso muertos) , podrás entender mejor el invento.

  4. juan gaviota says

    Creo que la Iglesia Católica ,como otras confesiones religiosas ,tienen plena vigencia, y siguen cumpliendo su misión ,que es delegar el peso de sus conciencias, a miles de millones de catetos ,que no quieren ser responsables de sus miserables vidas.
    Este papel de usurpador de voluntades ,lo comparten con los políticos que se arrogan el derecho a pensar por ti,por el simple hecho de que en su momento, alguien dejó caer un papel en un cajón( Sin contar con el fraude masivo electoral) ; Por eso, la connivencia tan estrecha entre política y religión ,que en su máxima expresión se traduce en la teocracia (Dictadura de dios).
    No creo que Dios exista,pero en el caso improbable de que así fuese , es evidente que nunca puso un pié en este planeta; Aquí desde los albores de nuestra «civilización» siempre dominó el lado oscuro de la mente»humana»;A los hechos me remito.

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