Asalto al bienestar

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Un grupo de inmigrantes saltando la valla de Melilla durante la madrugada del pasado martes, día 17 en la zona comprendida entre los pasos fronterizos de Barrio Chino y Beni Enza. / Guardia Civil-Efe
Un grupo de inmigrantes saltando la valla de Melilla durante la madrugada del pasado martes, día 17, en la zona comprendida entre los pasos fronterizos de Barrio Chino y Beni Enza. / Guardia Civil-Efe

El pasado martes cientos de personas se agolparon en las puertas de Ceuta y Melilla para intentar entrar en España. Formaban un ejército de más de medio millar de hombres y mujeres que, en un desesperado intento por alcanzar territorio español, se lanzaron contra las vallas, derribándolas o saltándolas. Cuentan quienes presenciaron la epopeya que nada más pisar el suelo de nuestro país gritaban vivas a España y daban gracias a Dios.

La pregunta es obvia: ¿Qué puede atraer de la actual España, un lugar triste y soporífero, consumido por la corrupción y con un 26% de paro, a toda esta gente? El lector de ABC y La Razón, habitante de un mundo al margen de la realidad, podría pensar que esas personas querrían entrar en España precisamente el martes para apoyar la celebración del Toro de la Vega, que tuvo lugar ese mismo día con alrededor de 50.000 asistentes. O quizá que los visitantes pretendían conseguir un ejemplar de la edición especial de Hola!, con las fotos exclusivas de la boda de Cayetano, antes de que se agotase. Alguno incluso pudo llegar a pensar que si Botín había fichado a Rato, pese a estar imputado por estafa, apropiación indebida, falsedad contable y delito societario, resultaba evidente que el Santander no tendría problemas en contratar a cualquiera de los inmigrantes.

Mucha gente vive al margen de la realidad, aislada de los problemas ajenos, alejada de forma voluntaria de unas miserias que son de otros, que parecen no afectarle. Vivir en una nube, o bajo una cúpula como la de la serie de televisión de Antena 3, es de ignorantes. Esconderse tras una valla metálica es de miserables. “El Estado de protección social no es sostenible”, dijo precisamente el martes el rey Guillermo de Holanda cuando llegó, en una elegante carroza dorada, a la apertura oficial del año parlamentario. Terminada la función se subió al carruaje, hizo un gesto con la mano al conductor y, apesadumbrado, se fue a comer a palacio.

En cualquier caso, ignorar la miseria ajena es mucho mejor que burlarse de ella. Y es que cuando la ministra de Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez, habla de “ahorrar” 33.000 millones en las pensiones, y no de recortar 33.000 millones en las pensiones, se está cachondeando de más de siete millones de pensionistas. Esa reforma, ese “ahorro”, devaluará en unos 1.500 euros anuales la pensión media de cada un jubilado.

Por cierto… ¿las pensiones no eran intocables?

Según un informe que Intermón Oxfam presentó ayer, los 12 millones de pobres que hay actualmente en España pasarán a ser 20 millones en 2025. Alrededor de 525.000 personas entrarán en riesgo de exclusión cada año. Es decir, que nuestro país se convertirá en la cantera de miseria de la Unión Europea: podría aportar a Europa un tercio de los pobres de los próximas décadas.

Así las cosas, quizá no estemos tan lejos del día en que seamos nosotros, los españoles, los que tengamos que saltar vallas metálicas en busca del estado de bienestar. Dirección norte o, quién sabe, camino del sur.

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