Ganará 'Merkiavelo'

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Jesús Cuadrado *

Jesús-Cuadrado“¿Qué es mejor, ser amado o ser temido?”, se pregunta Maquiavelo en el Príncipe. “Debería ser una cosa y otra, pero como es difícil tener las dos cosas a la vez, es mucho más seguro ser temido, en caso de que una de las dos cosas falte”, se responde. Sobre esta base, el sociólogo alemán Ulrich Beck bautizó a la Canciller como Merkiavelo en su libro “Una Europa alemana”. Angela Merkel haría un uso selectivo de la doctrina maquiavélica: en el exterior deben temerla, en casa deben amarla. “Brutal neoliberalismo de puertas afuera, consenso con tintes socialdemócratas de puertas adentro”. Y eso es lo que reflejan las encuestas: para los españoles, por ejemplo, en dos años ha pasado de ser la líder internacional más valorada, junto a Obama, a estar entre los menos apreciados, al lado de Putin, según el barómetro de Elcano. Y las encuestas preelectorales la señalan, de largo, como la preferida por los alemanes, aunque, atentos a la letra pequeña: una gran mayoría quiere que ella sea la Canciller, pero que gobierne en coalición con los socialdemócratas, no con los liberales. Veremos cómo se traducen esas tendencias en el singular sistema electoral alemán el 22-S.

¿Consecuencias para España de estas elecciones en Alemania? Descontando que Merkel seguirá siendo la Canciller, habrá que valorar, en función del resultado, en qué márgenes se puede mover la política europea de Alemania en los próximos años. De momento, en unas elecciones con enorme interés para nosotros, está en juego cuánta Europa están dispuestos a permitir quienes tienen la sartén financiera por el mango. Estos días se repite, con razón, que ningún resultado cambiará grandes cosas en la actitud de Alemania con respecto a la crisis del euro, pero habrá matices en los resultados, decisivos para lo que más nos importa, es decir, si se consolida la actual “Europa alemana”, centrada en el aprovechamiento al máximo de las ventajas económicas del país de Merkiavelo, o se abre paso una “Alemania europea” que actúe de locomotora en la construcción de una política económica y financiera común. Para esa travesía no será lo mismo si salen fortalecidos de las elecciones los euroescépticos del FDP, el partido liberal, y del Bundesbank, el Banco Central de Alemania, que si los resultados fuerzan una gran coalición con presencia de los socialdemócratas (una coalición roji-verde es muy poco previsible). En este escenario, ¿qué resultados interesan a los españoles? Qué los liberales pierdan peso, que los socialdemócratas y verdes mejoren y que el voto a la coalición de Merkel no se dispare; es decir, que sea inviable la actual coalición de gobierno. Necesitamos que se debiliten los halcones de la “Europa alemana”, que pierdan peso los euroescépticos.

¿Para qué? Para que avance la integración europea que, en medio de una crisis que está lejos del final, necesitamos con urgencia. Coincido con quienes piensan que la crisis del euro, la presión del riesgo de catástrofe que se divisa en el horizonte (Grecia, que ha devuelto muy pocos de los 280 mil millones de euros prestados desde 2010, está a punto de estallar), podrían empujar a Europa hacia una mayor integración. De hecho, algo se ha avanzado, pero, para salir de esta, hace falta mucha más Europa, con un Banco Central Europeo dispuesto a comprar toda la deuda pública de países en apuros “que sea necesaria” e incorporarla a su balance, con unos tipos bajos del BCE y una política económica en Alemania que impulse allí el consumo, con avances serios hacia una Agencia Europea de Deuda que permita emitir deuda pública de manera conjunta (“eurobonos”) por los países de la eurozona, imposible si dominan la escena los euroescépticos en Alemania, con avances hacia una unión bancaria que incluya un mecanismo de resolución con recursos de toda la zona euro, con la apuesta real por una política económica común, con un Tesoro o Ministerio de Hacienda europeo, para que, por ejemplo, las reformas que España necesita sean algo diferente a este “ajuste de cuentas social” al que Merkiavelo y Rajoy están sometiendo a los españoles. En mi opinión, para esto, el resultado del 22-S sí importa, y mucho.

Unas elecciones que terminen con esta “Europa alemana” que nos tiene atrapados en una ecuación maldita: “Ligar la concesión de créditos a severos imperativos de reforma y a los correspondientes controles ha provocado el derrumbamiento social de regiones enteras y que numerables personas pierdan su medio de vida, su dignidad y también su fe en Europa” (U. Beck). De un buen resultado en estas elecciones no se deben esperar cambios bruscos, pero sí un escenario más favorable para quienes, como los firmantes del manifiesto “Doing Europe”, con el filósofo Habermas y el excanciller Helmut Schmidt a la cabeza, aspiran a una mayor integración europea, a una superación de políticas nacionales que, en la actual globalización, pueden volverse contra toda Europa, tanto la deudora como la acreedora. Pero, ¿qué sujeto político europeo podrá impulsar esto? Como ellos, yo también creo que es urgente que una nueva socialdemocracia europea juegue el papel esencial que tuvo en la construcción del consenso social de la Europa de post-guerra, que lidere la superación de barreras nacionales entre países deudores y acreedores, que aleje el peligro de una Europa desesperada entre populismos anti-euro y depredadores neoliberales. Una socialdemocracia europea con el valor moral y político para decir en los países deudores del sur que quien quiere generar deudas conjuntas no puede seguir decidiendo en solitario sobre ingresos y gastos, y en los países acreedores del norte para apostar abiertamente por los “eurobonos”. Esa socialdemocracia europea aún no ha comparecido, ni en el norte ni en el sur.

En fin, estas elecciones alemanas tienen mucho de elecciones europeas y, a estos efectos, habría una hipótesis electoral “mala”, que fortalecería la continuidad de una “Europa alemana”, con la victoria de los halcones euroescépticos como el partido liberal (FDP), CSU y parte de la CDU, y otra “buena”, que haría posible el giro hacia una “Alemania europea”, con un mejor resultado de socialdemócratas y verdes que impida la reproducción de la actual coalición. Es decir, que Merkel cambie de rumbo, que ya sabe como se hace; de hecho, esa, la flexibilidad de criterio, es la mayor habilidad de la maquiavélica Canciller. Así, si para ganar las elecciones tiene que hacerse antinuclear, después de abogar por la prolongación del plazo del vencimiento de las centrales nucleares alemanas, se hace. “Jein” es una palabra alemana que maneja bien la Canciller, un adverbio que significa “sí pero no”, “sí y no”. Pues, eso, que con un poco que ayuden estas elecciones, donde Merkiavelo dijo “¿Eurobonos? ¡Por encima de mi cadáver!”, puede pasar a decir “¡jein!”.

Para salir de este laberinto de la construcción europea, con políticas nacionales pendientes de elecciones nacionales, que bloquean las alternativas europeas imprescindibles para salir de la crisis, estas elecciones pueden ser decisivas. Ganará Merkiavelo, pero importa cómo. Lo sabremos el domingo.

(*) Jesús Cuadrado es militante socialista y exdiputado.

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