La disolución de ETA, el doble juego de Bildu y los derechos humanos

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Fernando Álvarez-Uría *

Álvarez-UríaPertenezco a una generación que salió por primera vez a la calle para manifestarse contra la guerra de Vietnam, contra las penas de muerte del proceso de Burgos, contra la detención de Pepe Beúnza y los insumisos al servicio militar, una generación que se emocionó con la voz diáfana de Joan Báez cantando al desarme y a la paz, y que, sin embargo, no logró cuestionar de raíz la llamada violencia revolucionaria, y por tanto toleró, cuando no alentó, que durante décadas una banda armada militarizada asesinase y extorsionase a los pretendidos enemigos del pueblo vasco. Lo menos que se puede pedir a los que hace poco desfilaron por las calles de Bilbao enarbolando una pancarta en defensa de los derechos humanos de los presos políticos vascos, y especialmente a Bildu, el partido de los amigos de los presos, es que, en nombre de esos mismos derechos, hagan pública ya, sin ambigüedades ni circunloquios, la exigencia de la disolución inmediata de una organización militar que ha vivido en el error, y del horror, durante demasiados años. ETA es hoy la última banda armada existente en Europa Occidental que justifica la extorsión y el asesinato, y el mínimo respeto a la dignidad humana obliga a que renuncie a la brutalidad de las armas y desaparezca, cuanto antes y para siempre, de nuestro escenario político.

Para entender el caldo de cultivo del que se nutrió el recurso a la lucha armada en el País Vasco no basta con apelar a una larga tradición reaccionaria, por ejemplo a las raíces religiosas del fundamentalismo nacionalista, es preciso remontarse también a los análisis que situaron la lucha de clases en el centro de la historia y asociaron la revolución social socialista con la violencia revolucionaria, es decir, es preciso remontarse a la tradición abierta por Karl Marx, y prolongada en su nombre por los diferentes marxismos.

En la democracia ateniense, los seres humanos libres eran miembros de la polis, y se distinguían de los esclavos y de los bárbaros por su capacidad para pensar, hablar, negociar, es decir, para consensuar las decisiones políticas. La discusión, el logos, la palabra, convertida en la base del vínculo social, estaba para los griegos íntimamente imbricada con la verdad y la libertad. De hecho griegos y romanos, para legitimar al buen gobierno, apelaron al derecho, es decir, introdujeron las leyes en tanto que principios reguladores de la acción política. Kant prolongó esta tradición cuando estableció que únicamente hay dos formas de gobierno: el gobierno republicano, acorde con la ley, y los gobiernos sin ley, arbitrarios, tiránicos, ilegítimos.

La centralidad del trabajo, como fuente de sustento del hombre, la defensa de la democracia, entendida como el gobierno de los pobres, el internacionalismo, fueron, según Hannah Arendt, algunas de las importantes contribuciones de Karl Marx al pensamiento político occidental. Sin embargo Marx, al incorporar en su proyecto de Internacional Comunista la legitimidad del recurso de los parias de la tierra a la violencia revolucionaria, y al proporcionar a la violencia, en tanto que partera de la historia, una posición privilegiada, en el centro mismo de la acción política, rompía a su vez con esa misma tradición. Cuando el movimiento comunista fue sustituido por el Partido Comunista jerárquicamente organizado, cuando un grupo de profesionales de la revolución impusieron su programa a las masas ignorantes, la vía quedó expedita para los militarismos y los totalitarismos revolucionarios. Sólo así fue posible que grandilocuentes caudillos que se enquistaron en el poder, comandantes, subcomandantes, y bandas formadas por asesinos descerebrados, recibiesen la aureola de los libertadores.

En la Rusia soviética, los bolcheviques, y especialmente Koba el terrible, convirtieron al marxismo en una filosofía política que ocupó el espacio propio del juego político democrático. En realidad la dictadura de partido único se inició en la Rusia soviética ya en la época de Lenin. El marxismo soviético terminó por eclipsar al pensamiento político de Marx, y también rompió con la tradición del pensamiento político occidental. La entrada de los tanques rusos en Budapest fue tan sólo una ilustración más de la dictadura del partido único, de la instalación del terror en el puesto de mando del gobierno totalitario. El rostro militarista de la Rusia soviética aparecía con toda claridad en el espacio público internacional. Pero los socialistas húngaros, a pesar de ser aplastados por la maquinaria miliar soviética, habían restablecido, quizás sin saberlo, un nexo de unión con la política clásica europea: el recurso al derecho y  a la libertad de expresión. La lucha por la democracia y la libertad comenzaba a estar indisolublemente ligada desde entonces a la defensa de los derechos humanos y al internacionalismo.

El pacifismo, la abolición de la pena de muerte, el respeto de la vida humana como un bien sagrado, la lucha contra la guerra, el laicismo, la solidaridad, los derechos humanos, forman parte hoy de los programas socialistas, pero estos principios no fueron formulados por Marx, sino por los primeros socialistas que Marx y Engels denominaron, un tanto despectivamente, utópicos. Tolstoi, GandhiAlbert Camus, la revolución de los claveles, los insumisos, las protestas contra la Guerra del Golfo, las manifestaciones contra el asesinato anunciado de Miguel Ángel Blanco, y contra los brutales crímenes de ETA militar, siguieron la senda de las políticas democráticas progresistas. Fue precisamente esa misma defensa de un derecho de humanidad lo que permitió articular el modelo de la Europa social que proporcionó a los países occidentales elevadas cotas de igualdad y de democracia. Pero aún sigue habiendo seguidores de Marx y de Bakunin que no se han atrevido a cuestionar el modelo de la guerra y de la lucha armada como vía privilegiada para el cambio social, de modo que la pelota sigue dando tumbos, y nadie se responsabiliza de que jóvenes idealistas manipulados sigan convirtiéndose en carne de cañón de las cárceles.

Vivimos en la actualidad una crisis del sistema democrático representativo, una deslegitimación de los partidos políticos, y de la política parlamentaria generadas por la corrupción y la crisis del trabajo. El sistema capitalista, que pretende erosionar las conquistas del Estado social, podría entrar en una fase que nos retrotraiga al capitalismo más brutal y despiadado. Pero la violencia de un sistema económico injusto no se combate con el crimen. Hoy, de nuevo, la posibilidad de que las sociedades golpeadas por el capitalismo especulativo se rompan, se fracturen, vuelve a ocupar el centro de la escena política, tanto a escala nacional como internacional. Ante este panorama hay grupos, partidos, colectivos, que se consideran a sí mismos progresistas, y que colocan en un primer plano la cuestión nacional y el independentismo. Una vez más intereses egoístas y locales prevalecen sobre los intereses colectivos.

En un mundo cada vez más interconectado las fuerzas de la izquierda anticapitalista, en nombre de los derechos humanos y de las conquistas sociales, deberían reivindicar, hoy más que nunca, la resolución de la cuestión social, la redistribución del trabajo y de la riqueza, la desmilitarización unilateral, y abrir cauces para domesticar al capitalismo y extender nuevas formas de democracia participativa en un mundo globalizado. Es en esta nueva cultura política democrática internacionalista en la que las generaciones jóvenes tienen derecho a socializarse para poder desarrollar sus sueños.

(*) Fernando Álvarez-Uría es catedrático de sociología en la Universidad Complutense y coautor con Julia Varela de Sociología, capitalismo y democracia (Ed. Morata, 2011).
5 Comments
  1. Camus vive la lucha sigue says

    Qué menos señor Alvarez Uría ya que ayer mismo ha fallecido Blas Piñar, jefe del partido en el que militaban muchos de los terroristas responsables de los peores asesinatos de los primeros años de la transición, por citar solo dos, el de los Abogados laboralistas de la calle de Atocha, que conmocionó a la opinión pública tanto o más que el de Miguel Angel Blanco años después, o el de Yolanda Gonzalez, cuyo crimen tampoco es de menor gravedad que el del cocejal del PP, qué menos digo que citar dicho acontecimiento. Aún más si tenemos en cuenta la ninguna o mínima condena que sufrieron estos estos terroristas, algunos tan reinsertados que han trabajado para la policia como el propio Emilio Hellín (asesino de Yolanda, siendo militante de Fuerza Nueva e implicando en el proceso a altos cargos del partido, como el exguardia civil jefe de seguridad del mismo, pero que no evitó que no se investigara al «autor intelectual de este y otros asesinatos» el verdadero Mister X de Fuerza Nueva aquellos años). Digo esto porque sonrojo que incluso gente de «izquierdas» como usted estén manipulado el relato del terrorismo que sufrimos desde 1969 hasta hoy y contribuyendo como los periódicos de derechas y centro en minimizar las bestiales acciones terroristas de ultraderecha protagonizadas por pistoleros de Fuerza Nueva (jefe oficial del partido Blas Piñar) y de otros grupúsculos como la Triple A de Rodolfo Almirón (guardespaldas de Fraga), el BAtallón Vasco Español, el GAE y otras siglas cuyos mercenarios lo fueron en muchos casos depusés del GAL del PSOE. Sonroja que la misma izquierda no ponga en el mismo lugar a las víctimas de Atocha o a Yolanda Gonzalez junto a Miguel Angel blanco (normal que el PP y la AVT no lo hagan, muchos exFuerzanovistas son hoy altos cargos del PP) y por tanto a sus asesinos a la altura de los Josu terneras o cherokis de ETA. Nos engañan con el «relato» y parte de la izquierda sigue a rebufo de la derecha en este sentido.

  2. Camus vive la lucha sigue says

    Y Blas Piñar recibe homenajes en «Muchas iglesias» de España sin que sea considerado por el PPSOE y la fiscalía «un insulto» a las muchas víctimas que miembros de la organización que este sujeto lideró, causaron, hasta su desaparición formal en 1986.

  3. anton says

    avid Martínez Loza, guardia civil en excedencia y jefe de seguridad de Fuerza Nueva, fue la persona que ordenó el arresto, interrogatorio y ejecución de la joven Yolanda González, de 19 años, según aseguró al tribunal Emilio Hellín Moro, el autor material del asesinato, durante el juicio en la Audiencia Nacional. Hellín señaló que nada más ser detenido se había confesado autor porque le habían pedido que cargara con toda la culpa y que le ayudarían. “La propia policía me dijo que no merecía la pena implicar a más personas”. Hellín aseguró que la ayuda de su partido, del que fue expulsado tras el asesinato, nunca llegó. Cuando el fiscal le preguntó quién dio la orden de secuestrar a Yolanda, el ultra respondió: David Martínez Loza. Hellín implicó a dirigentes de Fuerza Nueva, así como a funcionarios de policía, pero Ignacio Abad, el otro autor material, descargó sobre él toda la responsabilidad. Martínez Loza fue condenado solo por inducción a secuestro. “No se quiso tirar del hilo y buscar la implicación de policías en el secuestro de mi hermana. Las conexiones de Hellín y de Fuerza Nueva con la policía eran escandalosas”, recuerda ahora Asier, de 39 años, hermano de la víctima. “No se investigó la implicación de Fuerza Nueva”, se lamenta también Alejandro Arizcun, de 61 años, el novio de Yolanda.

    Alfonso Guerra, entonces diputado socialista, afirmó que los minicomputadores PET 201 que utilizaba Hellín eran usados como terminales de conexión telefónica con un ordenador que la Guardia Civil tenía en un chalet camuflado en la colonia de El Viso, en el centro de Madrid, donde operaba un capitán adscrito al servicio de información del citado cuerpo.

  4. Perez says

    Blas Piñar (amigo de Bono del PSOE) se desempeñó como dirigente clave del terrorismo del movimiento fascista. En 1969-70, el almirante Luis Carrero Blanco -quien encabezaba el Servicio de Documentación de la Presidencia del Gobierno de Franco-, le pidió ayuda para organizar escuadras de terror contra quienes se oponían al régimen.

    El trabajo fue llevado a cabo por los Guerrilleros de Cristo Rey, grupo compuesto por matones a sueldo y jóvenes militantes falangistas vinculados a Fuerza Nueva.

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