No a la justicia universal

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La madre y el hermano de José Couda, cámara de Telecinco asesinado en Irak, responden a los periodistas, el martes, día 11, tras reunirse con los representantes de los grupos parlamentarios para expresarles su profunda preocupación por la reforma de la legislacióm sobre la Justicia Universal. / Fernando Alvarado (Efe)

Resulta espantoso el título del post de hoy, ¿verdad? Acabar con la justicia universal. La frase suena a retroceso, a plomos fundidos, a proceso de ocultación criminal. A miseria moral, a vergüenza internacional, a debilidad gubernamental. Es el sonido del silencio, de la inhibición, de la corrupción, de la complicidad con los asesinos, de la hipocresía. Eliminar la justicia universal significa desentenderse de los genocidios de Ruanda, de Tíbet, del Sahara o de Guatemala. Del Holocausto. De los vuelos de la CIA. De los asesinatos de Carmelo Soria y de Ignacio Ellacuría. Del ataque de Israel a la Flotilla de la Libertad de Gaza. Incluso de la muerte de José Couso.

Eliminar una justicia universal que investiga casos como éstos solo se le puede ocurrir a alguien muy insolidario, muy miedoso, muy mezquino, muy miserable.

Seguramente por eso, por lo espantoso que supone acabar con un concepto tan hermoso como la justicia universal, ningún grupo político apoyó al Partido Popular cuando, el pasado martes, aprobó en el Congreso una proposición de ley para restringir la aplicación de una norma de 1985 que ha sido modelo para toda Europa.

Los derechos humanos ceden ante los intereses económicos y comerciales. “España ha decidido cambiar los derechos humanos por dinero”, ha dicho Thubten Wangchen, director de la Casa del Tíbet.  “No podemos tener una justicia quijotesca”, responden en el PP con un ojo puesto en China. Y es una lástima, porque la justicia quijotesca es algo de lo que sentirse orgullosos. Una forma de excelencia, de las pocas cosas que nos quedaban a los españoles para sacar pecho.

Pedimos demasiado. No se puede exigir dignidad a quienes son capaces de sacrificar sus convicciones personales, sus conciencias, por algo tan vulgar como la disciplina de partido: el PP en pleno apoyó la ley del aborto de Gallardón pese a que algunos de sus miembros rechazan ese texto. Es inútil pedir justicia universal a aquellos que habitualmente manipulan y entorpecen la justicia de andar por casa. Recuerde que el PP de la Gürtel y Bárcenas tiene un concepto de la justicia tan particular, tan laxo, como para aceptar los sobresueldos en negro, las comisiones, los paraísos fiscales o la destrucción de pruebas.

En cualquier caso, no se puede exigir justicia, y mucho menos universal, a quienes en su propio país lloran a las víctimas etarras y ningunean a las franquistas. A quienes son incapaces de revisar su pasado reciente, aquellos que se niegan a desenterrar a quienes fueron asesinados por defender la libertad.

La justicia y la política se están convirtiendo en enemigos íntimos. Tanto a nivel universal como local. Y el PP tiene toda la culpa.

5 Comments
  1. luigi says

    Lo que sucedió con Pinochet es un ejemplo claro de la grandeza de la justicia universal. La única vez que ese criminal tuvo que rendir mínimamente cuentas por sus actos se lo debemos a ello.
    Creo que, al margen de China, nuestros gobernantes tienen mucho miedo a la existencia de la justicia universal. ¿En qué estarán pensando? ¿Quizás en Irak?

  2. qq says

    No se le puede pedir justicia a quien es intrínsecamente injusto.

  3. Selito says

    Hace una semana o dos la ONU le pedía a España que dejara de poner excusas para justificar la oposición a la memoria histórica.
    Ahora la ONU, directamente, debería ponernos en a lista de paises no fiables por despóticos.
    Y sí, la culpa es del PP. Desgraciadamente tiene CASI toda la culpa. Otros vendidos al Dios mercado le han allanado el camino.

    Y todos los que tenemos derecho al voto, tenemos más culpa todavía, por permitirlo

  4. Mecacholo says

    A mi ya casi no me sorprende nada. Por desgracia.

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