El Suárez que conocí: un político reformista en estado puro

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Antoni Fernàndez Teixidó *

Fernández_TeixidóEl presidente Suárez ha muerto. Estos días se llenarán páginas y páginas destacando las cualidades humanas y políticas del primer Presidente de la democracia española del último tercio del siglo pasado. Se hablará mucho y bien y no se exagerará.

Adolfo Suárez fue, a pesar de muchos, el artífice principal –no el único, claro--  del restablecimiento de la democracia en España. Su papel será juzgado por las mujeres y los hombres que pensará y escribirán sobre su figura, destacando su aportación insustituible para pasar pacíficamente de un régimen totalitario a uno democrático.

Los elogios y reconocimientos, un poco tardíos, como ocurre siempre en este país, serán prácticamente unánimes y poco puedo añadir. Pero quiero recordar mi experiencia personal de unos años intensos, trabajando codo con codo a su lado junto con otros compañeros y compañeras para dotar a España de un partido, el CDS, de centro, liberal y reformista, independiente de las dos formaciones políticas mayoritarias: PP y PSOE. Sostenía que era la opción política que gobernando moderaría positivamente a unos y a otros.

Era un hombre que amaba la política por encima de todo, que vivía para ella. Era un ciudadano comprometido con sus ideas, que deseaba poner al servicio de su país una amplísima experiencia única, trufada de grandes éxitos y algunos fracasos. Aparte de la familia, nada interesaba más a Suárez que su acción política, nada le satisfacía más que el debate político, la reflexión y el pasar a la acción. Este era el Suárez que conocí: un político reformista en estado puro.

Me explicaba que había nacido para hacer política y, a pesar de sus años en el antiguo régimen, que se había convertido a la democracia y lo había hecho sinceramente y ejerciéndola sin reservas. Amigo leal del Rey y profundamente honesto con sus conciudadanos, para mí Suárez fue un maestro –en el sentido más amplio de la palabra-- y apreciaba sus cualidades de hombre de gran carisma, demócrata convencido, respetuoso con sus adversarios políticos y decidido a actuar desde el consenso. El coraje y la valentía le hacían un líder indiscutible.

El presidente Suárez quería y se hacía querer. Era un hombre de corazón noble, de profundos sentimientos y alejado de rencores personales. Siempre transmitía esta actitud con su conducta. Por eso, Suárez, que no siempre fue votado en la medida de sus expectativas, si fue siempre respetado y querido.

Una generación sincera de liberales y socialdemócratas centristas podemos dar fe. El primer Presidente de la democracia recobrada, con su trayectoria política al servicio de España, quedará para muchos de nosotros como un ejemplo de honesta conducta democrática. Descanse en paz.

(*) Antoni Fernández Teixió (Barcelona, 1952). Es diputado de CiU en el Parlamento de Cataluña. Fue diputado del CDS de 1986 a 1993 y secretario general de este partido de junio de 1991 a marzo de 1992.
Este artículo se publica en ara.cat en su versión catalana y en cuartopoder.es en castellano.
2 Comments
  1. Y más says

    Me encuentro entre quienes no le votaron nunca y también entre quienes, ahora que sabemos más, se arrepiente de ello. Valor y coraje faltan ahora a raudales entre los políticos en qjuienes depositamos nuestro voto. Una pena.

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