Rajoy, el verdadero «antisistema» de la vida pública española

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Francisco Serra

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en una imagen de archivo. / Efe
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en una imagen de archivo. / Efe

Un profesor de Derecho Constitucional hojeaba, tumbado en el sofá, un grueso volumen de materia jurídica, mientras su hija, a su lado, parecía enfrascada en un cuento infantil hasta que, de repente, la niña cerró el libro y abandonó la lectura, furiosa, diciendo: “Esto es una tontería. Aquí dice que a los niños los traen las cigüeñas”. El profesor empezó a maldecir, por lo bajo, a las modernas corrientes pedagógicas que a tan tierna edad, sin llegar a cumplir los siete años, obligaban a los menores a abandonar sus mágicas creencias y empezó a repasar sus conocimientos de biología para poder aclararle a su hija los misterios del origen de la vida hasta que, ante su sorpresa, la niña prosiguió: “Todo el mundo sabe que los padres eligen a sus hijos en el mercadillo de bebés y luego ponen el huevito en las mamás”.

Tras el asombro inicial, el profesor encontró cierta lógica en la afirmación de su hija. En las sociedades tradicionales, la mayoría de la población se dedicaba a la agricultura y acomodaba su rutina a los ciclos de las estaciones, por lo que no era extraño deducir que los niños procedían de una de esas migraciones periódicas, observable por todos. Con el tránsito a una sociedad industrial, debió parecer más adecuado situar el origen de los bebés en la ciudad en la que se establecían la moda, las nuevas corrientes artísticas y las costumbres licenciosas, por lo que pasó a considerarse que los niños venían de París. Mas en el mundo en el que el consumo se ha vuelto omnipresente y nada está libre de la lógica económica, lo mas plausible es que los rorris se escojan en el mercado.

El profesor acababa de leer un libro en el que el autor se preguntaba si existen bienes que el dinero no puede comprar, puesto que ya no nos encontramos en una “economía de mercado”, sino en una “sociedad de mercado” y toda nuestra vida está sometida a reglas económicas. Se puede comerciar con la mayoría de las cosas que encontramos a nuestro alrededor e incluso algunos no consideran inmoral apostar sobre la muerte de las personas.

Nuestra vida íntima, hasta ahora un refugio frente a la sombría lógica económica, también está empezando a regirse por reglas mercantiles. Unos días antes el profesor se había encontrado con una amiga que acababa de regresar de una larga estancia en los Estados Unidos. Había llevado una vida solitaria, sin mayores sobresaltos, hasta que una revisión rutinaria le mostró la posible presencia de una enfermedad grave y quizás mortal. Al acudir a recoger los resultados de la biopsia, se encontró con que no tenía allí ningún amigo que pudiera acompañarla para afrontar un diagnóstico tal vez funesto.

Un vecino, tras disculparse por su imposibilidad de asistir, le descubrió la existencia de un servicio especializado en confortar a las personas que se encuentran en esas situaciones de desvalimiento: se pueden alquilar amigos para que te proporcionen consuelo ante una noticia adversa, para acompañarte a un funeral, incluso para sostener una charla intrascendente o una discusión sobre cuestiones religiosas. Cada una de esas prestaciones tiene su tarifa correspondiente.

Siempre ha habido personas que han pagado por sexo o solo por compañía y ya hubo un famoso cantante que llamó a las meretrices “samaritanas del amor”, pero lo que es nuevo es que se generalice esa mercantilización en todos los aspectos de la vida. Nunca hemos estado tan solos como en este mundo superpoblado y donde Ortega y Gasset pudo ver la irrupción de las masas en la vida pública hoy no vemos más que un gigantesco vacío de sujetos aislados que buscan, de la forma que sea, consuelo  a sus pesares cotidianos. El abrumador aluvión de confesiones que inunda la Red no puede proporcionar remedio a todas las situaciones posibles: los amigos de Facebook no te acompañan al tanatorio ni te abrazan cuando te anuncian una grave enfermedad.

A la sociedad de masas ha sucedido la “sociedad del vacío”, que se manifiesta en todas las esferas de nuestra existencia. En la vida pública española, ese “vacío de la política” ha llegado a tal extremo que el partido más votado en los últimos comicios aún no ha presentado lista de candidatos para las próximas elecciones europeas, aunque ya lleva varias semanas en campaña. En el fondo, muchos ansiaríamos que la normativa permitiera que se les pasase el plazo y nadie ocupara esos escaños en el Parlamento europeo, mostrando la terrible vacuidad de nuestra clase política.

Todos somos conscientes de las limitaciones de la democracia representativa, pero cuando, sin necesidad, se pone de relieve la absoluta discordancia entre lo que dicen las reglas y teorías y su práctica, se está contribuyendo de forma decidida a su deslegitimación. Si todo depende de la voluntad de un partido político que no puede expresarse hasta que el líder tome la decisión correspondiente, se está fomentando la desafección de los ciudadanos y por eso Rajoy, al mantener durante tanto tiempo ese vacío en el corazón del sistema (que lleva, en último extremo, a una “democracia representativa sin representantes”) se ha convertido en el verdadero antisistema de la vida pública española, porque nos hace ver a todos la burda ficción en que consiste la representación política y la necesidad de buscar una alternativa, en la que no tengan cabida esas actitudes personalistas y poco democráticas.

En la sociedad de mercado casi todo puede comprarse con dinero y el profesor recordó que, después de hablar con su amiga, encontró en uno de los bolsillos de su cazadora un billete de cincuenta euros y durante algún tiempo estuvo dándole vueltas a la idea de montar un negocio de “alquiler de amigos”, aprovechando las facilidades para emprendedores aprobadas en los últimos meses.

3 Comments
  1. juanjo says

    pero es antisistema no sólo por eso; sino, sobre todo por corrupto
    ……..
    la revelación de la UDEF TAMBIÉN deja claro que en el PP reinaba el fraude fiscal

    O sea, Rajoy debe dimitir.
    En cualquier otro Estado de nuestro entorno lo hubiera hecho ya.

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