El giro a la izquierda

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Jesús Cuadrado *

Jesús_CuadradoEn España, cuando en el centro-izquierda domina el desconcierto, la reacción más común es “hay que girar a la izquierda”. Si no se tienen respuestas concretas para los desafíos de una crisis que ahoga, siempre se podrá pensar en el asalto al “palacio de invierno”. Hace unos años, cuando en el PSOE se apartó de mala manera a Josep Borrell del liderazgo ganado en unas primarias, también se buscó la fórmula milagrosa con el recurso a “la casa común de la izquierda” y, con Joaquín Almunia, se intentó la suma simple mediante un acuerdo electoral con IU. El resultado es conocido; un desastre para la izquierda y la primera mayoría absoluta para el PP. Si alguien prefiere a IU, votará a IU, que ya existe. Ni giro a la izquierda ni giro a la derecha, si los partidos socialdemócratas, socialistas o laboristas (prefiero, para evitar confusión, el término socialdemócrata) tienen algún valor diferencial será por lo que son, no por ponerse algún disfraz. Para que no ocurra lo que denunciaba Joschka Fischer, líder histórico de los Verdes alemanes, que en las pasadas elecciones los diferentes partidos “se canibalizaron mutuamente en la izquierda”, para felicidad de Merkel. Allí donde la socialdemocracia es débil, o no existe, la izquierda busca respuestas en el pasado. Mal asunto.

La singularidad de la socialdemocracia, lo que marca su utilidad y explica sus éxitos históricos evidentes, está en la aplicación de un modelo político que consiste en equilibrar las tendencias depredadoras del capitalismo con la regulación de derechos sociales. Tony Judt, en mi opinión el mejor historiador de las socialdemocracias europeas, señala tres claves para entender su éxito: los acuerdos históricos entre capital y mano de obra, adecuados a cada fase tecnológica, una inteligente construcción institucional de derechos laborales, que equilibre flexibilidad con seguridad, y la construcción de una mayoría política, más allá del concepto marxista de “clase obrera”. En esto los partidos socialdemócratas europeos pueden ofrecer resultados concretos, evaluables, frente a otras opciones de izquierdas que podrán explicar, por supuesto, para qué han servido en concreto. Un modelo histórico que se refleja bien en el balance de una Unión Europea que, con un 7% de la población y el 25% del PIB mundiales, acumula el 50% de todo el gasto social. Pero, si no se adapta, ese modelo morirá, y hay signos evidentes de agotamiento de las viejas recetas socialdemócratas. Europa sigue siendo el lugar del planeta con desigualdades menos acusadas, aunque, como en todo el mundo, los cambios tecnológicos y la nueva globalización están abriendo profundos boquetes en materia de equidad en cada país. Sí, hacen falta reformas.

En este estado de desconcierto que vive la izquierda, especialmente en la Europa meridional, llama la atención cómo son recibidos nuevos líderes socialdemócratas que están intentando remover los escenarios políticos agarrotados de Italia o Francia, y espero que pronto también en España. Calificados como impulsores de “giros a la derecha”, como Sarkozy o Berlusconi de “izquierdas”, consiguen, sin embargo, excelentes valoraciones de opinión pública. No comparto algunas de las posiciones políticas de Manuel Valls, sobre todo en materia de inmigración, pero acierta cuando dice que no hay alternativa al capitalismo, y, si existe, los que lo plantean deberían explicarnos qué quieren decir exactamente; él es de izquierdas, dice, por lo que siempre diferenció al proyecto socialdemócrata, por las políticas concretas contra las desigualdades. A su vez, Matteo Renzi que se presenta como el reformador de un Partido Democrático percibido en Italia como una organización desorientada y fosilizada, dice que “la izquierda tiene miedo al futuro”, mientras ejecuta reformas espectaculares con el aplauso de unos electores hartos de la vieja política. Ambos, reformadores socialdemócratas, han declarado la guerra a los aparatos de sus partidos porque saben que es ahí donde está el principal obstáculo para los cambios.

Estos días se critican las medidas propuestas por Manuel Valls como la renuncia a una supuesta opción progresista protagonizada por Hollande frente al “austericidio”, y se dice que los desastres electorales del Partido Socialista francés se deben a la renuncia de las políticas “de izquierdas”. No lo creo. Los fracasos electorales son la consecuencia de la falta de resultados concretos de esas políticas y, de paso, el pago por hacer promesas que no se pueden cumplir. Los datos: frente al 18% de apoyo a Hollande en las encuestas, 58% a Manuel Valls, siendo ambos de la misma mayoría política. Qué apoyan los franceses, qué esperan. En una interesante película de Tavernier, Crónicas Diplomáticas, en la que se retrata en tono sarcástico al engolado Dominique de Villepin, ex ministro de exteriores francés, uno de los personajes se pregunta “y ese, qué sabe hacer, en concreto”; además de hablar tanto, se entiende. Creo que la gente, y no sólo en Francia, quiere resultados concretos, frente a declaraciones etéreas, y además saben que hay que hacer reformas. Y, si se les oferta, parece que prefieren respuestas socialdemócratas, como reflejan para España encuestas de la Ser o del Cis, o la elección de valores en otra del BBVA. Un país socialdemócrata, pero lo que no ven hoy los españoles es una oferta socialdemócrata reconocible.

Frente a las “fantasmagorías anticapitalistas” a las que se refería Tony Judt, hoy lo que se espera de una opción alternativa de centro-izquierda son respuestas para un escenario económico real, en el que no sirven, como se ha comprobado, los simplismos, sean de un mayor estímulo fiscal con deudas públicas que ya alcanzan el 100% del PIB o más austeridad sin salidas, cuando los problemas de fondo son endeudamiento, rigideces en nuestros sistemas productivos, escasa inversión o débil competitividad. Es decir, como respuesta, se necesita una política económica basada en la realidad, no en prejuicios ideológicos, medidas que se evalúen por resultados, no por querencias doctrinales. A diferencia de Matteo Renzi, que no perdió ni un minuto para iniciar las reformas, empezando por quitarse de en medio el equivalente a nuestras inútiles Diputaciones, Hollande en veinte meses de gobierno ni se ha estrenado. Es ahora Manuel Valls el que tiene que darse prisa para hacer algo por lo que, como señalan los socialdemócratas Michel Rocard y Dominique Moisi, Francia no puede esperar, si quiere sobrevivir con un modelo basado en un gasto público del 57% del PIB: aliviar la carga fiscal que ha estado reduciendo la competitividad de las empresas francesas, como muestran los déficits de su balanza por cuenta corriente. Algunos recuerdan que Francia sólo tiene u 4% de déficit público, pero olvidan que lo que hace insostenible su situación es la pérdida de competitividad de sus empresas, que es a lo que se dirigen las medidas de Valls (“redresser la France”). Ese es el “giro a la derecha” al que se refieren quienes en España creen que en economía los milagros existen. El crecimiento sólo será posible desde formas fiscalmente responsables, al menos en un proyecto socialdemócrata serio.

Nos queda Europa, el territorio de Angela Merkel. Pero, para girar en Europa hacia otra doctrina económica, hacia medidas de inversión que fomenten el crecimiento, son imprescindibles liderazgos socialdemócratas sólidos y creíbles. Ed Miliband, Matteo Renzi, Manuel Valls, o alguien que sea capaz de romper con la parálisis que se ha adueñado del PSOE, tendrán que fortalecer previamente su liderazgo nacional si quieren ganarle ese pulso al gobierno alemán.

¿Y en España? En la construcción de una respuesta socialdemócrata autónoma, más allá de perseguir cada liebre que salta, como hace la actual dirección del Partido Socialista, todo por hacer y mucho tiempo perdido. Hoy muchos grupos de izquierdas ofrecen sus alternativas, son sus opciones, pero el PSOE, si quiere seguir la trayectoria histórica de la socialdemocracia europea, debe armar un proyecto bien definido y alejarse de cualquier tentación de inviables “casas comunes”. Lo que espera la gente de un proyecto socialdemócrata es, como paso previo para la recuperación de confianza, el reconocimiento de las dificultades y un discurso sincero sobre las reformas inevitables. Ese nuevo PSOE no puede ir a las próximas elecciones generales como en las anteriores con Rubalcaba, o cómo hizo Hollande, con viejas promesas que ni sirven ni se pueden cumplir. Lo que se observa en las encuestas, con Valls o con Renzi, en Portugal o en Reino Unido, y con las reformas que ya dan frutos en los países nórdicos, es que la regeneración de la vieja socialdemocracia es posible y que, si se desguazan los aparatos de partido que la bloquean, aún puede ser útil. Como señalaba el socialdemócrata Barack Obama, la auténtica prueba es “si somos capaces de reconocer nuestros fallos y después levantarnos juntos para enfrentarnos a los desafíos de nuestro tiempo”. En fin, cuestión de liderazgo; de eso se trata.

(*) Jesús Cuadrado es militante y exdiputado del PSOE.
8 Comments
  1. Ricardo says

    En lo que coincido con Cuadrado es en que Rubalcaba y su grupo no saben por donde se andan

  2. Piedra says

    Muy buen análisis, sólo que el problema principal de un país que no despunta en nada, absolutamente –salvo hormigón, sol y playa y patrimonio cultural mal gestionado– es una derecha reaccionaria y depredadora que detesta la ciencia y la educación y no invierte, sino que se lleva el capital a suiza y a los paraisos fiscales cuando no manda por decreto y legisla ella. Ese el verdaero problema de España.

  3. Binah says

    La socialdemocracia no es más que ir poniendo parches al capitalismo depredador existente. Los nuevos liberales disfrazados de mejores gestores del capitalismo.
    Claro que existe alternativa al capitalismo de economía especulativa de nuevos liberales, y mercado libre para oligarcas.
    Por muchas vueltas que le deis al capitalismo no os salen las cuentas.
    Lo que pasa es que no queréis aceptar que la sociedad tiene que evolucionar. Y una sociedad evolucionada no es competitiva ni individualista.
    Una sociedad evolucionada es colaboradora y colectivista.

  4. Reiniciando says

    Lo cierto es que es verdad que los que dicen que hay que sustituir el capitalismo por otro sistema como dice Jesús Cuadrado deberían decir exactamente qué es eso. De momento yo no conozco mejor sistema que los socialde3mócratas como los de los países nórdicos por ejemplo. En España de momento….

  5. ¿Cómo dice? says

    Los grandísimos colaboradores con el capitalismo, en el gobierno y en la oposición, hablándonos de los «problemillas» que nos crea el capitalismo. ¿Cómo viven los políticos del Psoe tras de apoyar estas políticas y cómo vive el pueblo tras de las mismas? No se trata de asaltar el palacio de invierno, se trata de implantar una verdadera democracia y una economía basada en las necesidades del pueblo y en la justicia social.

  6. Verbarte says

    Es patético que el PSOE se defina como partido de izquierdas. Siempre que ha gobernado ha favorecido los intereses del capitalismo sin complejos. http://wp.me/p2v1L3-vj

  7. Evilasio says

    Podemos ponerte a ti de candidato, y así destruíamos el país para siempre. Que morro tienes Jesús. Ahora vas de intelectual de la izquierda? Pues en 24 años que estuviste trincando de Procurador y Diputado podías haber aportado alguna idea de izquierdas. Anda que estás más calao que los melones de Castroverde…

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