Es mediodía del miércoles, y estoy en Ávila, sentado en una terraza, leyendo el periódico mientras me tomo una cerveza y unas patatas revolconas. Se me acerca una chica alta y guapa que, señalando la muleta apoyada en la mesa, me pregunta si necesito ayuda. ¿Perdón? Asegura, sin dejar de señalar al bastón inglés, que tengo algún problema, que no me puedo mover bien, que está claro que necesito amparo, protección. ¿Se cree usted que no voy a poder yo solo con una tapa de patatas picantillas y un tercio de Mahou? Bromeo. La joven se crece, da un paso al frente y me pregunta si sé cuánto tiempo me queda en esta tierra. ¿Cómo? La vida es limitada y termina, dice. Cuando se presente delante de Dios, ¿está seguro de poder justificar sus mentiras, sus robos, sus infidelidades? Todos somos culpables de romper las leyes del señor, los Diez Mandamientos, y esto nos condena a una eternidad lejos de su presencia. Estoy paralizado: dudo entre amenazar a la chica con la muleta o pedirme otra cerveza y seguir escuchando sus sandeces. Hay una buena noticia, dice, sonriendo por primera vez. Al parecer, Dios se hizo hombre porque me amó, y pagó el precio de mis pecados en la cruz, pero resucitó tres días después y ahora tiene el poder de salvarme. Solo tengo que renunciar a mis pecados, arrepentirme delante del señor y entregarle mi vida. Si me uno a ella, podré entrar en el cielo y tener la vida eterna.
¿Me puede traer un pincho de morcilla, por favor? Y a esta señorita lo que quiera tomar. No quiere tomar nada. Tras el monólogo, me deja junto a la birra una invitación para un espectáculo de "Música, amistad y meditación bíblica". Próximo domingo en el hotel Don Carmelo, a las 11:30. Entrada libre y gratuita. Y no olvide que es usted un pecador en un mundo de pecadores, sentencia.
El pecado. Una fuerza irresistible, por los siglos de los siglos. Sobre todo cuando viaja acompañado por su eterno aliado, el miedo. Pienso en que acaba de morir el gran H.R. Giger, creador de Alien, inventor de un mundo terroríficamente bello. Recupero la compostura con un mordisco a la morcilla, de arroz, y un sorbo de cerveza. Y retomo el periódico en el lugar donde lo dejé: "Los madrileños defraudan en impuestos uno de cada cuatro euros". En los últimos 11 años la cifra... digamos que sisada, asciende a 5.227 millones.
El peor pecado, lo dijo Bórges, es no ser feliz. Rapiñar en los impuestos está feo, pero cada vez menos. Es un pecado mucho menos que venial, piensan algunos, en esta España corrupta de principio a fin. Veniales como no pagar el IVA al fontanero, trabajar mientras cobras el paro o aparcar en el carril bus. Pecado es que Fomento pague, en seis años y por sistema, 10.000 millones en sobrecostes, el equivalente a los recortes en sanidad y educación. Pecado es que el partido que Gobierna pague la reforma de su sede con dinero negro. Pecado es que el Gobierno de todos los españoles renuncie a la mezquita de Córdoba en favor de la Iglesia.
En España, el pecado ha dado un bajón, se ha convertido en algo muy relativo, en una anécdota. Vivimos un nuevo Siglo de Oro, hemos recuperado una picaresca que no es pecado. Es instinto de supervivencia. Me pido otra de morcilla y otra cerveza. Que no me esperen en la cumbre de pecadores del domingo por la mañana. Me siento seguro, pleno, sin pecado concebido.
¡Menuda loba te has encontrado en la mismita ciudad! Tu exquisita prudencia te impide explicitarlo, Jefe, pero: ¿a que la moza estaba de buen ver?
A sus ojos, lo que cometemos nosotros son pecados. Pero según ellos, lo que ellos mismos perpetran son sacrificios necesarios, acciones elevadas en pos un bien común tan inmarcesible que escapa a nuestro vil entendimiento pecador. Entreguémosles nuestras almas justo a continuación de nuestras carteras, solo ellos saben lo que nos conviene, solo ellos pueden salvarnos, solo ellos conocen el secreto de la paz y la dicha eternas.
Benditos sean sus sobres. Amén.
«Inmarcesible». ¡Tú eres mi dios, Qq!
Claro que la moza estaba de buen ver, meca. Es puro márketing; a ver quién se va a dejar que encima sea un orco quien le coma a uno la oreja con semejantes idioteces.
El Señor está contigo, Jefe.
…Lo que sí es pecado es que exista una colección de entidades tan estrafalarias, supersticiosas, falócratas, anacrónicas y adoctrinadoras como los diferentes sectas cristianas y en especial, esa Iglesia católica, apostólica y romana, tan soberbia como mendaz y ego´ista