Jesús Cuadrado *
No hay un solo dato del mercado laboral español por el que no tengamos que avergonzarnos. Con la actual regulación laboral, con la anterior o con la anterior de la anterior, España se ha convertido en una fábrica de parados. Ahora, con la crisis, y antes, en plena burbuja. En un informe de la OCDE de 2007 se señalaban espectaculares mejoras en el empleo, “España ha creado más de seis millones de nuevos empleos en la pasada década, más de un tercio del total del empleo neto creado en la UE-15”, se puede leer, pero, a la vez, se decía que teníamos tasas de paro juvenil y precariedad altísimos, de los más altos de la OCDE. Es decir, en España, incluso cuando el empleo va bien, va mal.
Después estalló la burbuja, el limbo laboral en el que vivíamos, y pasamos a la habitual destrucción masiva de empleo, con su acompañante inseparable, el crecimiento rápido de las desigualdades sociales y el de los grupos más vulnerables. Han pasado tan sólo siete años y ahora los informes de la OCDE lo que dicen es que “un mercado del trabajo débil y desigual ha llevado a muchísimos trabajadores jóvenes o poco capacitados a la pérdida del empleo y existen serios riesgos de que estas dificultades económicas perduren”. Ahora, España aporta el 55% del alza del desempleo de toda la Eurozona entre 2007 y 2013 y unos datos escandalosos de crecimiento de la precariedad. Recientemente, la Organización Internacional del Trabajo publicaba un informe, “De la gran recesión a la recuperación del mercado de trabajo”, en el que el experto Sher Verick estudia cómo la crisis se ha cebado en los grupos más vulnerables y por qué, y utiliza a España como paradigma para mostrar el tsunami laboral entre jóvenes, trabajadores con bajos niveles educativos, con contratos temporales, sobre todo en la construcción, inmigrantes, trabajadores de hogares con pocos recursos, es decir empleados que en plena burbuja tenían una mayor probabilidad de ser despedidos y ahora están entrando en masa en situación de parados de larga duración (en la última EPA, casi cuatro de los seis millones de parados) o se desaniman y dejan de ser activos o, en el caso de los inmigrantes, abandonan el país.
¿Qué rasgo singular tiene España para haberse convertido en una fábrica de paro? Muchos señalan que las razones hay que buscarlas esencialmente en la envergadura de la crisis económica; pero, aunque la relación es evidente, hay que preguntarse por qué no ocurre lo mismo en países con indicadores económicos similares o peores. Así, para el período 2008-2013, con datos de Eurostat (aquí y aquí), mientras en España, con una caída acumulada del PIB de 5,8 puntos porcentuales, la tasa de paro creció 18,6 puntos, en el caso de los “sospechosos habituales”, Irlanda, Portugal o Italia, con caídas del PIB de entre 6,9 y 8,9 puntos porcentuales, los descensos en sus tasas de paro no superaron los 8 puntos. Nuestros datos de paro son comparables a los de Grecia que, con una caída en el crecimiento económico de más de 26 puntos en esos años, no es equiparable. Así que algo debe tener nuestro mercado de trabajo, las opciones de derecho laboral elegidas en los últimos treinta años, que pueda explicar esta debacle. Debate de urgencia, antes de que termine por consolidarse la alternativa ya en marcha de Rajoy y los suyos de mucha flexibilidad y “olvídense del componente de seguridad”.
Hay muchos modelos laborales en Europa, algunos con resultados de éxito evidentes, que no son trasplantables sin más, pero es obligado fijarse en ellos, en los instrumentos, y no sólo laborales, que aplican. Por razones familiares conozco, en su funcionamiento práctico, el tan reconocido modelo laboral de Dinamarca. Siendo consciente de que un modelo laboral debe ser analizado como un puzzle en el que las piezas no pueden ser consideradas aisladamente, lo que más me sorprende es su alto grado de empleabilidad, que se refleja en la rapidez con la que el sistema es capaz de recolocar, y en buenas condiciones, a los trabajadores desempleados, con lo que el paro de larga duración es de los más bajos de Europa. Entre las razones que explican el éxito danés hay una que es de enseñanza directa para el fracasado modelo español, se trata de las políticas activas de empleo. En una comparación de las tablas de datos de Eurostat, las conclusiones no pueden ser más obvias. Mientras en Dinamarca, con datos no sólo de ahora, con la crisis, sino también de 2007, en pleno crecimiento, de todos los recursos para políticas de empleo, se destina el 55% a las políticas activas, mientras en España apenas suponen el 20%. Insisto, no sólo ahora, con el 26% de paro, también en 2007. Y, de todas esas políticas activas, la que más destaca, en los datos y en la realidad social danesa, es la formación continua de trabajadores ocupados y en paro; así, Dinamarca tiene el mayor índice de la OCDE de trabajadores realizando algún tipo de formación, en torno al 50% del total en cada momento. Con datos de Eurostat, Dinamarca, un país de seis millones de habitantes, destinaba en 2011 mil doscientos millones de euros a formación de trabajadores, en tanto en España, con cuarenta y siete millones de habitantes, se destinaron algo menos de dos mil millones de euros, señalados además por Eurostat con la “u” de “datos poco fiables”, como se puede comprobar. No es el único factor de éxito a considerar, pero si se analizan las dificultades concretas para la empleabilidad en nuestro sistema, si se observan las condiciones de los grupos más vulnerables, si nos detenemos en las enormes diferencias en las tasas de paro según niveles de estudio, como ha puesto de relieve para España la OCDE, o los propios datos del INE , y si se añade nuestra situación de liderazgo en la UE en abandono escolar, concluiremos que la formación es un elemento nuclear en el fracaso estrepitoso de nuestro sistema laboral.
Ahora que se habla en la campaña electoral de los seis mil millones de euros de la UE para luchar contra el paro juvenil, hay que recordar que la cuestión decisiva no es cuánto dinero nos toca, sino qué instrumentos de políticas activas vamos a aplicar; ¿las habituales? En España solemos criticar el modelo laboral de la Alemania de Angela Merkel, especialmente los mini-jobs, pero debería recordarse que, a la hora de hablar de eficiencia de los modelos laborales, un indicador tan contundente como el de subempleo, el porcentaje de los trabajadores a tiempo parcial que tienen ese tipo de contrato “contra su voluntad”, como se puede ver en los datos de Eurostat para 2013, España está a la cabeza en la UE, pero Alemania está por debajo de la media. Y es que, también con el caso alemán, el gran diferencial con España es, antes y ahora, la prioridad que otorgan a las políticas activas de empleo y la eficiencia demostrada en su aplicación. En mi opinión la conclusión no puede ser más obvia, si atendemos a la realidad, hemos fracasado todos, como país, en los modelos laborales elegidos y toca enfrentarse, de una vez, a los cambios de rumbo, necesarios y urgentes.
Más allá de un debate, que hay que hacer, sobre flexiseguridad o modelos de contrato, incluida la propuesta sobre contrato único indefinido para todas las nuevas contrataciones, con una indemnización por despido creciente con la antigüedad, que yo no despacharía sin más en un país con los resultados laborales conocidos, lo más urgente para hacer frente a nuestro gran problema está, en mi opinión, en la recomposición de los liderazgos sociales y políticos seriamente averiados, incapacitados, todos, para construir el compromiso nacional sin el que no hay nada que hacer a la hora de optar por nuestro modelo, aún inédito, para combinar la flexibilidad laboral necesaria, en un mundo globalizado y con un ritmo de cambios tecnológicos endiablado, y la seguridad laboral sin la que es imposible un consenso. Algunos descalifican el objetivo de la flexiseguridad como un simple oximeron, un camino inviable, pero otros países lo han construido y les va muy bien. No seremos tan singulares ni estaremos tan atados al pasado, incluidas las viejas gramáticas, hoy inútiles, del viejo derecho laboral, como para desechar experiencias triunfadoras sin más.
¿Qué esperaría del nuevo liderazgo transformador que el país necesita con urgencia? En primer lugar, que fuera capaz de recuperar la credibilidad de los actores básicos en cualquier reforma seria del mercado laboral, es decir, representantes empresariales, sindicales y líderes políticos; con los actuales niveles de crédito público que refleja el CIS para Rajoy, Rubalcaba, Rosell, Fernández Toxo, Cándido Méndez, o sus organizaciones, nada que hacer. Además, se debe esperar de ese liderazgo que entienda que para conseguir condiciones laborales dignas es imprescindible un movimiento sindical fuerte, con credibilidad, como el sindicalismo danés, por ejemplo, con niveles de afiliación que superan el 80% de los trabajadores. Y, a la vez, que debe, igualmente, promover las condiciones para que los empresarios españoles cuenten con un medio favorable para crear empleo en un mundo tan competitivo. Que promueva una flexiseguridad negociada, y adaptada a las condiciones propias del país, que haga de las políticas activas, sobre todo la formación continua de los trabajadores, el eje de un consenso nacional para terminar con esta fábrica de paro en la que se ha convertido España, como hace cuatro años explicaba en Madrid el ministro Mogens Lykketoft, uno de los artífices del modelo laboral danés que sacó a su país de la crisis laboral de los años noventa.
Charles Darwin decía que las especies que sobreviven no son las más fuertes ni las más rápidas ni siquiera las más inteligentes, sino aquellas que se adaptan mejor a los cambios. Aplicado a nuestra especie, y a lo que nos ocupa, podríamos concluir que vamos a necesitar mucha inteligencia colectiva para adaptar nuestro mercado laboral obsoleto a los cambios, como ya han hecho otros con éxitos visibles. Veremos.
Pues es verdad algo habrá que cambiar en el país del paro
Reflexionemos sobre las reformas laborales, sobre abolición de derechos, devaluación de salarios, escalada del paro, arbitrariedad horaria, beneficios del IBEX 35, movilidad exterior o jubilación más que arrugada. http://wp.me/p2v1L3-w0