La amenaza también está en Irán

2

Rahim Kaderi *

Rahim_KaderiLa justa y pacífica lucha del pueblo kurdo contra los regímenes de Turquía, Irán, Irak y Siria no ha sido suficiente motivo durante las últimas décadas para que los medios de comunicación occidentales abordaran de modo serio y continuado la cuestión kurda. La realidad es que el reflejo de dicha lucha en los medios de comunicación europeos y, sobre todo de España, ha sido escaso. Ahora, sin embargo, podríamos aplicar el proverbio “no hay mal que por bien no venga” porque no solo la prensa sino los Estados europeos han confluido con el pueblo kurdo para atajar la amenaza que el Estado Islámico supone no solo para Oriente Medio sino para todo el mundo. Con razón ha dicho el primer ministro británico: “Si no la paramos allí, la amenaza llegará a las calles de Londres”.

Afortunadamente, en estos momentos, se habla de los kurdos, de su papel en la defensa no solo de sus compatriotas sino de las otras minorías étnicas, religiosas y de los derechos humanos en Irak. Esto ha obligado a la comunicad internacional a apoyar a los kurdos con el suministro de armas y ayuda humanitaria. Pero también habría que analizar por qué un grupo tan radical y fundamentalista ha crecido y se ha expandido con tanta rapidez. Los dos países en los que el Estado Islámico campa a sus anchas –Irak y Siria- coinciden en que son regímenes centralistas, excluyentes y discriminatorios respecto a las distintas minorías étnicas y religiosas que conviven en esos países. Ambos han puesto en marcha –en Irak bajo el yugo de Al Maliki, ahora destituido- la misma política que la República Islámica viene realizando desde su fundación hace 35 años. Además de la brutal represión contra demócratas y liberales por sus reivindicaciones políticas y sociales, existe también una situación de “apartheid” y de exclusión sobre los árabes del Juzestán, los baluches, los kurdos, los baahais y los cristianos, debido también a sus creencias religiosas, por lo que estas minorías sufren en Irán una doble represión.

En los países mencionados, de naturaleza antidemocrática y represora, las justas y pacíficas reivindicaciones de las formación democráticas y liberales, que no utilizan la violencia, son sofocadas de forma inmisericorde por los respectivos regímenes. Esta situación en un verdadero caldo de cultivo para que surjan fuerzas radicales islámicas dispuestas a utilizar cualquier tipo de violencia, incluida la decapitación de quienes consideran sus enemigos.

Como observador que sigue de cerca y con preocupación los acontecimientos relacionados con el Estado Islámico, no oculto mi temor ante la aparición de este fenómeno también en Irán debido a las políticas discriminatorias de las autoridades. En el Irán chií de los ayatolás, por ejemplo, a la comunidad suní ni siquiera se le permite tener mezquitas en grandes ciudades, como Teherán, Trabriz, Shiraz o Isfahan, como tampoco pueden los suníes acceder a cargos de alta responsabilidad dentro de la Administración.

En este sentido, resultan especialmente preocupantes las declaración el pasado 23 de agosto del representante de un partido de la oposición kurda a una radio en farsi asegurando que en las ciudades de Sanandaj y Baneh, al noroeste de Irán, se habían visto motoristas con la indumentaria propia del Estado Islámico (encapuchados con ropas oscuras y banderas negras), mientras que al día siguiente, Hossein Azin, diputado por Rafsanyan, denunciaba ante el parlamento que en esta ciudad situada al sureste del país se estaban recogiendo ayudas para el Estado Islámico.

Ahora que se habla de alianzas internacionales y regionales ante la amenaza del Estado Islámico sería preciso preguntarse si la República Islámica de Irán puede ser un socio adecuado y fiable en esas alianzas. ¿Es sensato tender la mano a un régimen que ocupa uno de los primeros puestos en el ranking de la violencia contra los derechos humanos y de las ayudas prestadas a grupos radicales y fundamentalistas? En este sentido, pedir ayuda a las autoridades iraníes es como llamar a un pirómano para que nos ayude a apagar un incendio.

La reciente conferencia de prensa dada conjuntamente en Arbil por el ministro de Asuntos Exteriores de Irán y por el presidente de la Región del Kurdistán iraquí, Masud Barzani, pone en evidencia la ingenuidad de las autoridades kurdas por su confianza excesiva en el régimen iraní. No hay que olvidar que la República Islámica, en varias ocasiones, ha señalado al Gobierno Regional del Kurdistán como una amenaza para la región, llegando a calificarlo como “un segundo Israel”, además de oponerse a que se celebre el referéndum de autodeterminación anunciado por Barzani.

(*) Rahim Kaderi es exiliado kurdo de Irán residente en España.
2 Comments
  1. saeid says

    Amigo Rahim, es verdad lo que dices, pero esa actitud no solamente fue con el pueblo Kurdo sino en general y a nivel mundial a lo largo de la historia.

Leave A Reply