El Partido Popular ha bautizado una de sus medidas estrella para este final de legislatura de manera francamente atractiva: “Ley de Segunda Oportunidad”. Si usted escucha a un miembro del Gobierno explicar su contenido puede llegar a pensar que esta nueva norma facilitará que las familias en situación de vulnerabilidad puedan reestructurar sus deudas mediante un acuerdo extrajudicial de pagos. Pero si va un poco más lejos, si busca una opinión alternativa, por ejemplo la de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), comprenderá que se trata de una medida electoralista/populista, puesto que la efectividad del procedimiento depende de la voluntad de los acreedores.
Tras más de 600.000 ejecuciones hipotecarias desde 2008, el Gobierno no quiere follones de este tipo durante la campaña electoral: los desahucios son muy tristes y aparatosos, dan mala imagen del país, ponen a la gente en contra del Gobierno de Mariano Rajoy. La Ley de Segunda Oportunidad está diseñada a la medida no de los ciudadanos, sino de un partido que quiere tener una nueva oportunidad. La Ley de Segunda Oportunidad no está pensada para las más de 60.000 familias que, según datos de la propia banca, han visto cómo los bancos se apropiaban de su vivienda solo en 2014, un 11% más que en 2013. No. La Ley de Segunda Oportunidad es una campaña de blanqueo de imagen diseñada por un Gobierno que no quiere perder, que quiere repetir, que se resiste a ser desalojado del poder.
Las segundas oportunidades pasan de manera obligatoria, como no podía ser de otra manera en este mundo tan mediático, por ofrecer segundas imágenes. El PP tiene que lavarse la cara, deshacerse de espantajos como Esperanza Aguirre o Ignacio González, e imitar a un PSOE y a una IU que ya se han calzado los disfraces de modernidad y cambio, que ya lucen rostros nuevos, que se creen guapeados y maqueados: Ángel Gabilondo y Luis García Montero. Dos extraterrestres en el mundo de la política, dos fichajes que vienen a ofrecer aquello que la política no tiene: normalidad, sentido común, equilibrio, credibilidad, prudencia, educación...
Podían haberle puesto una careta a Tomás Gómez, o haberle modificado el rostro a Llamazares en una clínica para reconstrucción de identidades de narcos, pero han preferido cambiar al muñeco entero. ¿Es suficiente regeneración una cara lozana, una nueva talla en el mascarón de proa madrileño? Algún mal pensado podría creer que el cambalache es una burla al votante, que no basta con sustituir al cabeza de cartel, que la enfermedad reside en las entrañas del partido.
La política no es lugar para segundas oportunidades. En política hay que dejar el paso libre, no bloquear el camino, permitir que corra el aire fresco. La política no es una profesión, pese a que algunos políticos lleven décadas viviendo de ella. La política es cosa de poetas y filósofos. De Montero. Suerte. Porque la va a necesitar, porque la vamos a necesitar todos: con él no gozaremos de una segunda oportunidad.
Una matización: el artículo parece enfocar la responsabilidad de que no corra el aire en los que están arriba, pero yo más bien creo que la responsabilidad es de quienes estamos abajo. Sin una presión desde abajo efectiva, sin una masa social que bulla, sin una garantía de reemplazo, los que están en las sillas seguirán en ellas, incluso a pesar de que algunos prefirieran irse. Y esto es más palpable en política local a pequeña escala: la desmotivación generalizada hace que los 4 frikis del pueblo que están interesados en lo público repitan una y otra vez candidaturas a gestionarlo, con el convencimiento absoluto de que, si no lo hacen ellos, no lo hará nadie.
Una vez más, los últimos responsables de que los sindicatos no funciones, los partidos se corrompan y el Estado se desmorone somos los ciudadanos que no nos sindicamos, no nos afiliamos y no ponemos de nuestra parte para construir un proyecto común.
Gabilondo y García Montero son luces de esperanza en el panorama madrileño. Pese a cargar el lastre pesadísimo de organizaciones que no están a su altura, sobre todo en el caso del primero, su valía personal puede que se sobreponga a las zancadillas internas que seguramente recibirán. Y lo más importante de todo es que son gente de diálogo y unidad. Con ellos, es más posible la convergencia hacia un frente común que ponga en marcha la limpieza urgente que Madrid necesita tras muchos años de gobiernos enfangados en corrupción, despilfarro y gestión depredadora de lo público. Espero que no solo ellos, sino todos los ciudadanos, estemos a la altura de este desafío y esta responsabilidad, porque seguramente es ahora o nunca.
La mafia controla el PPSOE y cambian de caras pero mantienen sus mismas pretensiones mafiosas. Gabilondo no me merece ninguna confianza y García Montero tampoco, y aún menos las organizaciones que los han colocado a dedazo de cabezas de cartel electoral. Más de lo de siempre. Floreros.
El autor del artículo debió quedar satisfecho de sus análisis y descalificaciones. El nivel intelectual del autor, JAVIER PÉREZ DE ALBÉNIZ, está a la altura de la caverna mediática.
Si Gabilondo y García Montero tuviesen un debate, el candidato del Partido Popular de los Sobres solo serviría para llevar los cafes
La política no es cosa de poetas y filósofos, sino de políticos. Pero, en fin, como frase queda muy bien para alguien que no tiene nada que decir más allá de su odio sempiterno al universo entero.