Un medio de comunicación especializado en televisión dice que Pablo Iglesias “acusa el desgaste como talismán de audiencias”. Al mismo tiempo, otra web similar afirma que “Iglesias da alas a La Sexta Noche” con un 13.4% de share y 1.500.000 espectadores, el mejor dato del programa presentado por Iñaki López desde el 28 de febrero, cuando tuvieron como invitado a Joaquín Sabina. Los medios especializados en política, desde diarios a emisoras de radio pasando por tertulias televisivas, destacan el retroceso de Podemos en las encuestas nuestras de cada día. Según Metroscopia, desde principios de año el apoyo a Podemos ha descendido 6 puntos porcentuales, siendo aún mayor la caída en intención directa de voto, que pasa del 22,2% en noviembre al 12,8% actual. Todo parece indicar que el partido de Iglesias se encuentra en un momento crítico. Los argumentos para justificar este frenazo se apoderan de las barras de bar: han tocado techo, se están moderando, les frena el ascenso de Ciudadanos, no tienen programa, comunican cada día peor, están pagando su soberbia…
“¿Por qué Podemos comienza a no poder?”, titula el diario antaño progresista El País su sección La cuarta página, el espacio VIP dedicado a opinión. “Seguramente el error ha estado en distinguir 'vieja política' de 'nueva política'”, escribe Ignacio Urquizu en el periódico de Juan Luis Cebrián, empresario que, casualidades de la vida, acaba de anunciar que no diría que no a una de las seis nuevas licencias para canales de TDT que acaba de convocar el Gobierno.
¿Por qué Podemos comienza a no poder?, se preguntan los analistas más serios y sesudos. Pues porque todo es una cuestión de equilibrio, de una consonancia que va mucho más allá del bipartidismo y que afecta directamente a la sagrada armonía entre empresas de comunicación y partidos políticos. Es decir, que Podemos dejó de ser una opción política en el mismo día en que se convirtió en una alternativa de Gobierno, de poder.
Los grandes medios saben que al Gobierno se le puede apretar, pero no ahogar: están en el mismo barco, tienen los mismos intereses, son hermanos de sangre. Podemos tuvo su gracia: aire fresco, democracia en estado puro, etc. Y no olvidemos que, con Pablo Iglesias, algunas cadenas consiguieron grandes audiencias. Pero ahora no es momento de frivolidades, sino de asegurar el futuro. Es decir, momento de repartir dividendos, de concursos de licencias de TDT, de acceder a publicidad estatal, de renegociar créditos con los bancos… En estas circunstancias, en el mundo real, Podemos pierde fuelle. Y lo gana Albert Rivera, un candidato sin coleta y con traje, fotogénico y formal, sin tonterías de Juego de Tronos y "se acabaron los desahucios". Un tipo de derechas. Es decir, uno de los nuestros.
La primera campaña mediática sirvió para aupar a Podemos, el partido que recogió el descontento ciudadano y las ansias de cambio, que nos recordó que no hay democracia sin alternativas. Ahora es el momento de recoger los frutos de la segunda campaña, la destinada a frenar el ascenso de Podemos, el partido que quería acabar con la vieja política, el bipartidismo y la corrupción. ¿Recuerda usted todo el follón de Monedero? Sí hombre, el terrible escándalo del miembro de Podemos que, al presentar una declaración complementaria, añadió su nombre a la lista de indeseables en la que están Bárcenas, Granados, Rato y tantos otros. Pues, posiblemente, la pérdida de fuerza del partido de Iglesias sea el resultado de la campaña anti-Podemos, con Monedero y el chavismo como principales argumentos, que han llevado a cabo tanto los grandes medios de comunicación como el resto de partidos. “Espero que Podemos no esté pensando en poner al frente de Hacienda a Monedero”, ha bromeado el cachondo de Pedro Sánchez.
El poder se ha puesto las pilas y está haciendo su trabajo. Y cuando se pone tiene los medios y recursos necesarios para lograr objetivos.
Hay que tratar de no dejarse llevar por el «ruido», serenar la locura que nos rodea, sosegar el espíritu… y no tener miedo. El miedo es el arma del poder. Podemos es el arma del que solo tiene su voto.
Podemos lo ha modelado Pablo Iglesias con la única finalidad de gobernar. Por ello ha sacrificado su carácter asambleario y ha optado por crear un partido a la vieja usanza. El resultado: un partido montado deprisa y corriendo, con unos candidatos de bajo perfil político, un programa en proceso y una sobre exposición mediática. Aporta menos luz que sombras frente a otras opciones políticamente mejor definidas. Es de centro, de izquierdas…? Es republicano? … Lo hincharon artificiosamente los mismos medios que ahora lo cuestionan, mientras aúpan a Albert, más mono y con menos sombras: este sí es de derechas!
El principal escollo de Podemos es parte su propia cúspide empeñada en centrarse, en no concretar para no molestar a según quién, en querer abarcar sin señalarse. Decepcionando a muchos, en especial a los ninguneados círculos o a las abandonadas mareas, decepcionando a los motivados le ha puesto alfombra roja a Ciutadans llegados con el turbo de toda la maquinaria del Sistema para que recojan el descontento de los acomodados, que tanta coleta y tanta venezuela no les gustaba.
Las primeras cuatro noticias de El País.com, dedicadas a la crisis de Podemos.
En El Mundo, las cuatro primeras.
Titular apertura El Confidencial: «Los padres de Podemos alertan
del fin prematuro de la formación».
Se equivocan los que critican un aumento de la moderación en el mensaje de Podemos. El Problema no es de Podemos sino de una sociedad alienada que no desea para nada ese mensaje pero que es la que otorga la mayoría en las urnas. No podemos perder la perspectiva de que para cambiar algo primero hay que ganar las elecciones en tanto que las leyes se aprueban en el Parlamento.