A qué llaman recuperación económica: una meditación antes de las elecciones

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Francisco Serra

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Una persona muestra las papeletas de voto de las 14 formaciones que concurren a las elecciones autonómicas en Navarra, durante los preparativos de un colegio electoral de Pamplona. / Jesús Diges (Efe)

“¡Pilla el paro! ¿Sabes qué? ¡Pilla el paro!”. Un profesor de Derecho Constitucional estaba esperando su turno en el cajero, acompañado de su hija, cuando una joven vestida con una bata blanca pasó por delante de ellos, muy excitada, hablando por el móvil. En los tiempos de hoy, en la 'sociedad transparente', nuestra intimidad se muestra a la vista de todos. Aunque no queramos, todos nos vemos envueltos en las conversaciones que mantienen nuestros vecinos en la calle, en el autobús, en el mercado. Por eso solo quienes viven en un mundo 'ficticio', sin tener contacto con la realidad cotidiana, pueden pensar que se ha producido una auténtica recuperación económica.

El profesor sabía, por lo que lo que había leído en los periódicos (y lo que le  habían contado algunos amigos bien situados), que se estaban volviendo a comprar viviendas, que de nuevo se vendían coches, pero la gran mayoría de la población apenas había apreciado la supuesta mejoría. La desigualdad se ha incrementado de tal forma en los últimos tiempos que es posible el crecimiento a nivel general mientras empeora la vida de los individuos concretos. Las llamadas 'reformas' han expulsado del mundo del trabajo a sectores enteros de la producción que nunca volverán a encontrar un empleo. Otros han visto cómo se desvanecían sus puestos estables desempeñados durante más de una década para verse obligados a aceptar 'minitrabajos' (y por los que perciben 'minisueldos').

En esta sociedad todos llevamos vidas precarias, desechables: basta una decisión desafortunada de los que detentan el poder económico para poner en peligro toda nuestra existencia, pensaba el profesor mientras se dirigía a casa con su hija de la mano, teniendo cuidado de no pisar a un indigente que dormitaba en el suelo, agarrado a sus pertenencias.

El profesor recordó que un amigo suyo estaba preparando un curso sobre el 'decrecimiento', porque, afirmaba, las constantes demandas por aumentar la producción no pueden llevar más que al agotamiento de los recursos naturales. Ya Hegel llegó a comparar la actitud egoísta de los estamentos en la Alemania de su época con una “muchedumbre que, lanzándose sobre un río helado, trata de arrancar, cada uno para sí, tanto hielo como le sea posible”, sin darse cuenta de que, cuanto más se enriquecen, tanto más aceleran su destrucción y la de todos.

La globalización hace casi imposible que los Estados puedan sostener políticas económicas independientes, pues nunca como hoy lo que sucede en un lugar lejano puede afectar a nuestras vidas. La conciencia de la necesidad de adoptar directrices comunes no ha llegado a plasmarse en actuaciones efectivas y seguimos considerando muy distantes las instancias en que se toman las decisiones fundamentales.

A la mañana siguiente, el profesor se encontró con un compañero de estudios al que hacía tiempo que no veía. Aunque había sido hippie en sus años jóvenes, ahora ocupaba un cargo de nivel medio en la Administración. Después de intercambiar noticias sobre su vida personal, comentaron la situación política. Ambos estaban indignados ante los últimos escándalos que habían salido a la luz, pero extraían consecuencias muy distintas de su análisis.

“Desengáñate”, decía su colega, “en el mundo de hoy no hay espacio para las utopías. Los dos podemos estar de acuerdo en que el sistema está podrido, pero yo soy un “indignado con chaqueta” y tú eres un “indignado sin chaqueta”. España es un país de extremos y yo, como buen español, voy a votar a Ciudadanos, un partido de extremo centro”.

Todo un sector de las clases medias parece haber adoptado esa misma postura y se apresta a convertir a ese hasta ahora pequeño partido en el depositario de sus ilusiones y sus ansias regeneradoras. Tal vez lo ideal sería que todos los desencantados con la situación actual (con o sin chaqueta, con o sin corbata) se unieran para proceder a una necesaria depuración de la vida pública, pero parece dudoso que los poderes reales (solo en apariencia 'invisibles') aceptaran siquiera esa posibilidad, reflexionó el profesor, tras despedirse de su antiguo camarada.

Durante mucho tiempo los españoles recordaremos 2015, el año que votamos 'peligrosamente', sin darnos cuenta de que lo realmente temerario era no introducir modificaciones sustanciales en la política nacional. No solo se trata de alterar las reglas de juego (modificar la Constitución o las leyes más relevantes), sino de que entren en la escena nuevos actores que dignifiquen la lid.

Es muy probable, concluyó el profesor, que no llegue a tener lugar todavía un cambio significativo, porque las cosas de verdad importantes tardan mucho en llegar a producirse, pero al final esa marea quizás acabe arrollando lo que parecía más sólidamente establecido.

1 Comment
  1. ramón moreno palau says

    Votar a CIUDADANOSPP es votar a la muleta del PP como acertadamente dijo PABLO IGLESIAS,bajo esa apariencia falsamente tranquilizadora de un «cambio sensato» se esconde la misma politica economica de la derecha de siempre ,eso si,convenientemente maquillada,peluqueada,manicurada,pedicurada y con buenas dosis de lifting y botox,CIUDADANOSPP es la gran amenaza para las fuerzas progresistas porque puede dar el poder al siniestro PP y nos podemos encontrar en otoño con los mismos perros y los mismos collares y un 2016 que puede ser de terror para clases medias y bajas,porque el PARTIDO PODRIDO esta dispuesto a cumplir a rajatabla el objetivo de deficit,aunque corra lasangre de millones de españoles,es indignante que el miserable registrador de la propiedad se haya permitido la desverguenza de decir que ya nadie habla de crisis ni de paro,cuando la supuesta «recuperación» tan solo se nota en ambitos macroeconomicos y los empleos que se estan crean do son autenticamente ESPELUZNANTES,vamos,seguramente en el pais vecino del norte no serian considerados ni siquiera empleos,se esta condenando a generaciones enteras a subempleos precarios,con salarios de miseria y condiciones draconianas,lo cual a medio plazo hundira a la Seguridad Social y creará una sociedad mucho mas parecida a cualquier nación centroamericana que a cualquier otra europea,pero eso al miserable registrador de la propiedad y a sus secuaces se la trae al pairo,el que ESPAÑA sea una de la s sociedades mas injustas y desiguales de EUROPA les parece lo mas logico y normal y que cientos de miles de españoles acudan a comedores sociales o miles de ellos-jovenes cualificados con idiomas-huyan del infierno español,les parece incluso saludable,es la sociedad del cinismo y la corrupción desenfrenada-eso si,»muy española»-que nos va a dejar en herencia el Partido Podrido si lo echamos al cubo de la basura entre mañana y el otoño

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