Jesús Cuadrado *
Según Pedro Sánchez, sí, sin duda. En la noche electoral escenificó la victoria, una exhibición de cómo perdiendo votos es posible ganar. La tesis sería: el desplome del PP provoca un vuelco a favor del PSOE, un triunfo de Sánchez que justificaría su candidatura a la presidencia del Gobierno. Estaríamos, pues, ante algo similar a un movimiento tectónico, un choque de rocas que provoca movimientos imprevistos. ¿Se puede ganar, perdiendo? Y perder, ganando, por supuesto. Como muestra, este ejemplo.
En la noche electoral, el gran triunfador entre los candidatos socialistas de Castilla y León, la foto del “triunfo”, fue el aspirante socialista a la alcaldía de Valladolid, Oscar Puente. El PSOE ha ido perdiendo votos desde el 39% allí en 2007 al 27%, con este mismo candidato, en 2011, para caer en estas elecciones al 23%. Pero podría ser el alcalde si IU y Podemos le dan su apoyo. Esta pérdida espectacular de votos era el triunfo que Luis Tudanca, candidato a la presidencia de la Junta, y el candidato a la alcaldía pucelana celebraban con los brazos en alto en la noche electoral. Ambos habían logrado el peor resultado en la historia del Partido Socialista en la capital y en la Comunidad, pero se camuflaban como triunfadores.
“Los dioses ciegan a quienes quieren perder”. Es la ceguera lo que lleva a Mariano Rajoy a verse como el mejor candidato del PP para las próximas generales, después de perder dos millones y medio de votos, y a Pedro Sánchez a postularse como la mejor opción del PSOE para la Moncloa, tras empeorar en setecientos mil votos el ya pésimo resultado de 2011. Para el líder socialista elevar los brazos en señal de victoria significaba celebrar como éxito propio la explosión electoral de partidos emergentes, especialmente Podemos, que le regalarían el milagro de ganar, perdiendo. Es decir, Pablo Iglesias salvaría de la quema a Pedro Sánchez, nada menos. Pero, de estas elecciones, lo importante no es si los líderes de los dos partidos tradicionales se miran o no en el espejo electoral; lo decisivo está en otra parte
Se trata de averiguar hacia qué marco político se dirige el país en el nuevo ciclo que abrió con fuerza el 15M, un terremoto, este sí, y de ver con qué velocidad evolucionan los acontecimientos. Lo que demuestra la ceguera exhibida por los dirigentes de los partidos tradicionales, los del viejo bipartidismo, es que son incapaces de aplicarse la regeneración que exigen los electores, que están obsesionados en un único objetivo, el de su propia continuidad. En un país en el que la desconfianza en las organizaciones políticas se ha hecho crónica, no hay peor respuesta que el espectáculo de ver a políticos, a los que los electores han castigado con decisión, enredados en su “pase lo que pase, yo sigo”. En lo que al PSOE se refiere, resulta obvio que Pedro Sánchez y su grupo se han empeñado en, lejos de abrir un proceso de adaptación del partido al nuevo marco político, cerrar el ciclo de Rubalcaba, el de “aguantar, a ver si escampa”.
Pero el protagonismo político se ha desplazado a otra parte. La agilidad con la que Manuela Carmena y Ada Colau, especialmente, han invadido la plaza pública de nuevo lenguaje político desde la noche electoral representa una evidencia del cambio de ciclo, en contraste con el agotado discurso lleno de trampas para “demostrar” que se ha ganado, aunque se haya perdido. Ambas nos han regalado un lenguaje y una expresión de alegría auténtica, esa que no se puede improvisar para la foto. Estas nuevas fuerzas políticas están teniendo éxito en su función de ser útiles como intermediarias de la gente, sea en relación con desahucios, con pobreza energética o con cualquier situación de emergencia social. El contraste de imágenes entre la política tradicional y la nueva política es tan contundente que anticipa cambios aún mayores, y no va a haber “encuesta express” que los disimule. Lo que se demuestra es que la voluntad de cambio político de los españoles ha arraigado con fuerza; es decir, que irá a más.
Lo que dicen los datos electorales permite pocos artificios; unos bajan y otros suben. Y es una tendencia constante en encuestas y procesos electorales. En las elecciones, incluidas las últimas, se demuestra que la incapacidad de PP y PSOE para asumir que las exigencias de regeneración política que explosionaron en España con el 15M han provocado la implantación acelerada de un nuevo sistema de partidos políticos. Ahora son ellos, Podemos y Ciudadanos, los que marcan el paso. Habrá que ver cómo superan los desafíos más complicados, el de los pactos de gobierno, el de la gestión donde la asuman, y el de las ofertas electorales para las generales. En la competencia entre ambas formaciones por liderar la regeneración política, parece que, en estas elecciones, Podemos ha obtenido más protagonismo con una mayor implantación territorial. Mayor aún si se tienen en cuenta los datos de encuestas como las del observatorio de la Generalitat y las del Euskobarómetro, en las que Podemos se ha convertido, destacado, en el partido alfa de la izquierda en País Vasco y Cataluña
En cualquier caso, habrá que seguir con atención cómo se mueven ambos partidos entre los dos ejes que dominan la política española, el de izquierda-derecha, tan relevante en un país en el que no para de crecer la desigualdad, y el de nueva-vieja política, dominado por una prioridad de la sociedad española, la de la lucha contra la corrupción. Me parece inteligente cómo afronta esta cuestión Pablo Iglesias en un artículo escrito después de las elecciones, pero tendrá que demostrar que es capaz de compatibilizar ambos objetivos. Se verá en el uso que hagan del poder obtenido en la formación de gobiernos, en ayuntamientos y autonomías, y en cómo van a hacer viable impedir gobiernos de derechas y, a la vez, luchar contra el bipartidismo tradicional. No podrán defraudar a quienes esperan de ellos que, junto al PSOE y otros, colaboren para “desbancar al PP”, y tampoco a la marea de indignados contra la vieja política, en la que sitúan al Partido Socialista. Vamos a ver cómo gestionan las emociones políticas Pablo Iglesias, Iñigo Errejón o Carolina Bescansa.
En cuanto a Pedro Sánchez, lo acepte o no, ha perdido estas elecciones, como las ha perdido Rajoy, aunque insista en que el PP ha sido el partido más votado. Servirá de poco retorcer el lenguaje, como cuando el dirigente socialista dice que “ya hemos alcanzado al PP”, ignorando que, ya que los dos han perdido votos, serían los 'populares' los que han alcanzado a los de Sánchez en la caída. Los socialistas tuvieron la oportunidad de responder a las demandas de regeneración política que inundaron las plazas el 15M y no lo hicieron. Ahora se comprueban las consecuencias lógicas: los electores emigran hacia las ofertas políticas que respondieron a sus demandas. Pedro Sánchez dice que se siente reforzado por los resultados electorales para ser candidato a presidente del Gobierno y su número dos, César Luena, hace ver que sería mejor que no hubiera más candidatos en las primarias. Lo que le faltaba al PSOE, que, en plena guerra por decidir quién lidera el centroizquierda en España, le regale a Podemos el espectáculo de un simulacro de primarias. Los resultados llegarán en noviembre, cuando ya no haya posibilidades de corregir el tiro. Veremos.
Pedro Sánchez que cada día dice una cosa lleva al PSOE al desastre. Dijo que con Podemos ni a atropar duros y ahora suplica a Podemos que le salve el culo. Con líderes como éste, hay PASOK.