Ahora o nunca

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David Bravo *

“El mago hizo un gesto y desapareció el hambre en el mundo,
el mago hizo otro gesto y desapareció la injusticia,
el mago hizo otro gesto y se acabó la guerra.
El político del país hizo un gesto y desapareció el mago.”
(Cuento anónimo oído al grupo de teatro cubano Proyecto Cuyac)

david_bravoHubo un tiempo en el que me creí eso de que los gigantes tienen los pies de barro. Las primeras victorias judiciales que situaron a España en un país pionero en sentencias sobre cultura libre, copyleft y libertad de expresión en Internet llegaron a hacernos pensar por un momento que se podía ganar. Llegamos a creer que las pequeñas resistencias que ejercíamos desde nuestras trincheras particulares eran suficientes para mantener a raya a las grandes multinacionales, que consideran Internet como un competidor a batir, y a los gobiernos, que lo ven como una amenaza a sus aspiraciones de control.

Está claro que nos equivocamos. En cuanto aquellas victorias arañaron la superficie de la gran estructura a la que nos enfrentábamos, ésta no tardó en revolverse, zarandearnos y lanzarnos mucho más lejos de la casilla desde la que empezamos. Cuando tienes delante al que hace las normas, bastan seis meses para resetear seis años de avances en los juzgados.

La industria y el gobierno se puso manos a la obra y recurrieron los pleitos perdidos por la vía rápida: cambiando las normas del juego. La llamada Ley Sinde-Wert, el nuevo Código Penal o la Ley Mordaza, son ejemplos claros que siguen esa línea de actuación. En pocos meses España ha pasado de ser un país con sentencias pioneras en copyleft, cultura libre y libertad de expresión en Internet, a ser un país que soporta un cuerpo legislativo especialmente retrógrado en estos aspectos. La estrategia seguida y la contundencia y rapidez con la que se ha trazado, demuestra que hay un tope en lo que se puede conquistar en la pelea judicial y que llegado un determinado nivel de logros en esta lucha, el contrario no tiene más que chasquear los dedos para que la situación se invierta. Si esto es así, si el resultado a la larga de este partido siempre les será favorable, parece claro que es la hora de cambiar de estrategia y centrarse en lo único que puede suponer un cambio real: jugar en su propio terreno.

Fue el 10 de enero de 2014 cuando dejé por escrito por primera vez mi frustración al tomar conciencia de esto. Ese día escribí:

“Parece evidente que las pequeñas resistencias que ejercemos muchos desde nuestras correspondientes trincheras son de patio de colegio en comparación con las armas que se manejan allá arriba. No hay cambio posible por la mera reforma del sistema. Las raíces son demasiado profundas. Esto no se arregla reiniciando. Este fallo de sistema tiene su origen en el hardware, no en el software. Afecta al corazón mismo de la máquina y no a lo que flota por encima. Estructura y superestructura, le llaman los clásicos.”

Dos meses después de estas palabras de desesperanza, nació Podemos.

Llegados a este punto es fácil entender mis motivaciones para entrar en Podemos. Como se puede adivinar, pretendo llevar también esta pelea que sostienen diversos colectivos en el debate social y jurídico, al debate político. Es decir, ir donde se hacen las normas del juego y hacer que haya un contrapeso también en ese desolado terreno donde los dos partidos mayoritarios vienen demostrando que solo nos ofrecen la posibilidad de elegir entre lo mismo y lo mismo. No soy yo el que hace el programa de Podemos y, por tanto, no decido personalmente nada de estas cuestiones, pero obviamente entro aquí para aportar lo que pueda en esa dirección.

Creo que Podemos es el instrumento idóneo para esto porque es un partido que, además de recoger el impulso ciudadano del 15M, tiene unos cimientos que están siendo construidos ahora, lo que permitirá que estos conceptos que venimos defendiendo desde hace tiempo, formen parte de su ADN y sean en el futuro una parte inescindible y no impostada de su identidad.

Además, Podemos es un partido que pretende ganar. Puede parecer una obviedad, -quién no quiere ganar-, pero créanme que no es tan sencillo. En el ambiente político donde la gente como yo se mueve desde hace muchos años, estamos tan acostumbrados a la derrota en la contienda política, que le hemos terminado por coger gusto.

El síndrome generado por estas décadas de derrotas consecutivas, ha propiciado esta convicción que llevamos años arrastrando de que este, el del perdedor, es el lugar que ocupamos en esta lucha por orden natural inquebrantable. Considerar que se es, ahora y siempre, un mero palo en la rueda del poder y aspirar solo a ser un poco más molesto el año próximo, es una idea tan reaccionaria como desmotivadora.

Por otro lado, esta pena de derrota perpetua a la que creemos haber sido condenados por orden divino, ha logrado el extraño efecto de hacernos pensar a muchos que perder es nuestro sello de identidad e incluso nuestro sello de distinción. Pensábamos que somos tan excelentes, tan refinados y puros, nuestros debates alcanzan tales cotas de sublimación, que nadie nos vota. Somos demasiado buenos para ganar. Ganar es mainstream. Ganar es cosa de perdedores.

En este contexto, de clasismo y de derrota aceptada como parte de nuestro código genético, si aparece un partido con el que coincido y que se rebela con esa idea que no nos deja avanzar, yo estoy en el barco.

(*) David Bravo es abogado especializado en propiedad intelectual y candidato en la lista de Pablo Iglesias para las primarias de Podemos.
1 Comment
  1. benicadell says

    » En el ambiente político donde la gente como yo se mueve desde hace muchos años, estamos tan acostumbrados a la derrota en la contienda política, que le hemos terminado por coger gusto.» No toca perder toca converger y aliarse con todo lo que no sea «derecha» Podemos es un medio y no un fin. Decidle a PI que es un eslabón más. Iglesias no necesita aduladores, con el le sobra.Por cierto te presentaste tu o te llamaron? Buenos días

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