Garantizar la dignidad de la persona y sus derechos, base y meta de toda política

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Benjamín Forcano *

Benjamín-Frocano

La persona no es de derechas ni de izquierdas

Comienzo por apuntar a la raíz donde acaso se  encuentra el origen del árbol socioeconómico de la convivencia. Llevamos siglos clasificando a los ciudadanos en dos bandos: la Derecha y la Izquierda. Dos bandos desiguales, contrapuestos, irreconciliables, seguramente porque la historia ha ido tejiendo con esos dos hilos la suerte y el desarrollo de unos y de otros. Y tan pertinaz y cruel se ha mostrado esa figura que, llegada hasta nuestros días, no acertamos a salir de ella y nos resignamos a mantenerla como clave descifratoria de nuestra política. Y lo peor es que , sin nada que lo haya demostrado, no hay como clavarle a uno el sambenito de ser de derechas o de izquierdas para dejarlo irremisiblemente calificado. 

Contra el sentir de esta historia nuestra tesis es otra: la persona humana no es ni derechas ni de izquierdas, no nace inscrita en uno de los dos bandos, ni le corresponde por genética estar en la clase dominante o dominada y, en consecuencia, ser rica o ser pobre. Esa es una concepción de la convivencia darwinística, inspirada en  el hollar  de la estirpe, que condena a perpetuar la lucha de unos contra otros y descarta lo más propio del ser humano: su libertad, condicionada ciertamente, pero no atada al yugo de ningún determinismo, sea clase, edad, género, derecho, patria o religión.

Nosotros no caminamos como dos carriles de tren que nunca se encuentran, sino como railes que sustentan el redondo, complejo y armónico girar de una rueda. La humanidad avanza y descubre lo absurdo de un convivir enfrentado, innecesario y destructor,  pudiendo ser fraternal y solidario, con ausencia de sufrimientos, frustraciones, retrocesos y pérdidas enormes.

No hay mayor falacia que la de reducir el ser humano a cosa, a valor de mercancía, despojándolo de su dignidad sagrada. Y esa dignidad es el motor que siempre funcionará cuando la perversión humana pretenda despreciar, explotar, someter o corromper esa dignidad.

La marca de todo ser humano es esa dignidad, inviolable, como inviolables son los derechos que de ella brotan, por más que una concepción neoliberal burdamente materialista busque encubrir o borrar esa marca.

Desecho, por tanto, partir de una denominación clasista para juzgar a los humanos y valorar la política que ellos hagan según militen en la Derecha o en la Izquierda, en Partidos de la Derecha o de la Izquierda. El criterio para medir la autenticidad del ser humano -el camino para su realización y felicidad- no viene inscrito en esa categoría sino en el comportamiento que se guarda con respecto a la dignidad, el bien y los derechos de los demás, copia del que uno tiene respecto a la dignidad, el bien y los derechos de sí mismo: “Trata a los demás como tú quieres que te traten a ti” (Regla de oro de la ética universal).

Es ésta, ni más ni menos, la base con que las Naciones Unidas quisieron proclamar una nueva época para la convivencia humana, individual y colectiva, tal como lo consigna en su artículo 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “Todos los seres humanos nacen libres  e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”. Cosa que nuestra Constitución Española reafirma en su artículo 10: “La dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad, el respeto a la ley y a los derechos de los demás son fundamento del orden político y de la paz social”.

Las elecciones del pasado 20 de Diciembre: salto hacia OTRA política

Han sido casi 40 los años desde los que se inició la Transición española. Surgió una nueva situación de libertad, de derechos, de cooperación y de gobierno. Un período en el que la sociedad española realizó notables cambios y logró implantar no pocos derechos que en la Dictadura no eran reconocidos.

En los últimos años, a partir sobre todo del 15M, la conciencia ciudadana fue analizando que muchas de las actuaciones de los viejos Partidos PP y PSOE no correspondían a los anhelos de una mayor igualdad y justicia, ni  al respeto de los derechos humanos  diseñados en la Constitución Española.

La crisis económica no era casual sino causal. La letanía de abusos, fraudes, corrupciones, transgresiones  e irregularidades de todo tipo era repetida casi a diario y tras ellas había unos Partidos que, en lugar de promover y mejorar la vida de los sectores más débiles y necesitados, los sumergía en un mayor empobrecimiento y desespero. Como recogía el Manifiesto “NECESITAMOS UN NUEVO GOBIERNO”, firmado por 20 intelectuales, “una gran parte de la  sociedad española no quiere seguir prisionera de un sistema económico que acrecienta sin cesar  las desigualdades, ni esclava de una política despiadadamente injusta, patriarcal, discriminatoria y que atenta contra los principios y derechos básicos de nuestra Constitución”.

Tres Partidos (PSOE, Podemos y Ciudadanos), doblaron los votos del PP, reclamaban cambio, regeneración política, reforzamiento de una democracia cada vez más amenazada y se proponían combatir la política europea de austeridad. Hemos crecido en prosperidad, medios y riqueza, pero esa riqueza los Gobiernos la han redistribuido a favor de los grupos sociales de mayor renta. Hay que avanzar hacia otro Gobierno, que se caracterizará por el cambio, los intereses generales, la defensa de nuestra soberanía frente a los a los intereses económicos, que propicie grandes acuerdos de Estado para combatir todas las manifestaciones de desigualdad, que ponga las bases para una nueva política económica, que frene el crecimiento de la deuda y no pague lo ilegítimo de ella, etc.

Pactar con quienes, dando por ineludible el cambio, proponen reformas

Son cuatro los principales actores del drama que estamos viviendo: PP, PSOE, Podemos, Ciudadanos.

EL PP se presenta como el único Partido que:

  • Ha desarrollado un proyecto propio, con mayoría absoluta, impugnado y rechazado por todos los demás partidos.
  • No admite la necesidad de un cambio y, frente a todos los datos y razonamientos, persiste en mantenerlo tal cual, descartando todas las reformas como innecesarias, ineficaces y nocivas.
  • Invoca la necesidad del diálogo y del pacto, pero sin apearse un ápice de la política seguida. Debe pilotar, por ser el Partido con más votos, el nuevo momento de la Política.
  • Es público y firme su no al cambio, a las reformas, al pacto, al diálogo.
  • Conclusión: se pone de espaldas al cambio, a la evolución, a los retos y demandas más graves de la sociedad actual. Si se encuentra bien con su proyecto socioeconómico es porque en él ve asegurados los privilegios, monopolios y beneficios de unas poderosas minorías y no acepta que ese proyecto caiga de raíz, por ser contrario a la dignidad, al  bien y derechos de las mayorías.

En el fondo, su inmovilismo demuestra un natural horror a la igualdad y a la justicia, no tomar en serio la dignidad y derechos fundamentales de la persona. Y en tanto en cuanto se aleje de esa dignidad y derechos, es rechazable, se revista de las siglas que quiera.

Los otros tres Partidos han recibido de la sociedad un encargo neto y contundente: cambiar de política e implantar numerosas reformas que se han demostrado urgentes y necesarias.

Ninguno de ellos, por sí mismo, es suficiente para impulsar el cambio ni las reformas que desean. Todos aportan unas u otras reformas. El objetivo no es salir triunfador sino urdir y aplicar las mejores reformas que hagan visible el cambio.

Ninguno de ellos debe ser mirado con prejuicios y apriorismo. Prejuicio es incapacitar al PSOE por considerarlo  prisionero del bipartidismo. Prejuicio es que Podemos se niegue a negociar con Ciudadanos por verlo encasillado en la Derecha y defender un modelo económico incompatible con el de Podemos. Prejuicio es que Ciudadanos descarte pactar con Podemos por no concordar con uno u otro de sus puntos. Prejuicio es no asumir el núcleo de las reformas  del PSOE-Ciudadanos y negarse a comparar, profundizar y avanzar desde ellas.

A ninguno le corresponde proceder a priori con sentencias excluyentes.

Es decir, es el momento de la verdad y la coherencia, no de luchar por ver quien saca más puntos de poder.

  • Cada uno de los Partidos tiene estudiadas una serie de reformas, unas más intensas y avanzadas que otras; se trata ahora de ponerlas en común, compararlas, para unir, completar y enriquecer.
  • La voz de la ciudadanía está acuciada por reformas que no se pueden aplazar. Los electores están unidos en querer resolver situaciones y problemas que afectan a la gente de esos Partidos, que son los más.
  • Con la máxima cesión de una y otra parte y el máximo consenso posible. ¡Posible! Si no en un 100 por 100, en un 90 por 100, o en un 70 por 100.
  • La disponibilidad al diálogo y al pacto está en todos, si no la tenemos hipotecada por alguna ideología extraña. Lo natural en todos es la bondad, el cuidado por los demás, compartir la responsabilidad, el derecho y la solidaridad con los otros. Lograr eso, colaborar a que todos se sientan Comunidad, a no regirse por el egoísmo, la avaricia, la prepotencia, la hipocresía y se pueda construir una sociedad más justa y equilibrada, más adecuada para asegurar los derechos y felicidad de todos.

El hombre es hermano no lobo para el hombre. Estrictamente, a nadie, porque milite en tal o cual Partido, se le puede encasillar como bueno o malo, leal o enemigo, progresista o conservador; sería aplicar en un plano individual lo que en el plano internacional osó hacer una política estadounidense al marcar a ciertos países como miembros del  eje del bien y del mal.

Hay una humanidad ontológica, que todos compartimos, desde la que cada uno puede realizarse sin traicionar la naturaleza que a todos nos constituye y fundamenta nuestra dignidad y derechos, nuestra fraternidad y responsabilidad.

En principio, nadie queda excluido para pactar, es lo propio del ser humano si se respeta a sí mismo y a los demás, si reconoce su dignidad y derechos en la dignidad y derechos de los demás. Ningún otro criterio puede garantizar una política de igualdad, justicia,  libertad y paz para todos.

(*) Benjamín Forcano es sacerdote y teólogo claretiano.
1 Comment
  1. Fernando.com says

    El buenísmo claretiano asume los planteamientos del IBEX… Análisis simplista donde los haya!

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