18 de julio

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Plaza de Arriba España en Madrid, uno de los símbolos que aún quedan del franquismo en España. / Efe

Quedan tres meses para el 18 de julio. Un 18 de julio especial, puesto que se cumplirán 80 años del comienzo de la Guerra Civil española (1936-1939). Bueno, depende del especialista al que consultemos. El escritor Sánchez Dragó ha escrito para el diario El Mundo que "la Guerra Civil española no comenzó el 18 de julio, sino el 14 de abril". Y El Mundo le ha publicado el texto, un análisis histórico brillante que se titula '¡Abajo la República!' e incluye auténticas necedades, como calificar la Ley de Memoria Histórica de "dañina" e "inútil".

Sánchez Dragó es el ejemplo perfecto de opinador guerracivilista a sueldo, una subespecie intelectual que ha hecho de las tertulias televisivas y las columnas de prensa su decadente hábitat. Podría muy bien defender ideas contrarias, pero los medio de comunicación que financian sus soflamas son muy de derechas.

Apuestan por el desprecio a las víctimas del franquismo evitando cualquier política de memoria, negándose a que se haga justicia. Olvido y burla, la Guerra Civil comenzó el 14 de abril, para los más de 100.000 republicanos que aún permanecen enterrados en fosas anónimas. Desprecio y abandono para los 30.000 niños arrancados de sus madres presas para ser entregados a familias franquistas durante la dictadura. Desconsideración y repulsa por todos aquellos que lucharon por la libertad, contra la dictadura.

Cada día paso al menos cuatro veces por la Plaza del Generalísimo Franco de un pueblo castellano manchego. Y cada una de esas veces recuerdo la tibieza de los últimos gobiernos frente a lo que prevée el artículo 15 de la Ley de Memoria Histórica. Las administraciones deben tomar medidas de una vez por todas para retirar escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil o de la represión de la dictadura.

Se cumplen 80 años del comienzo de la Guerra Civil. Ochenta años de uno de los conflictos más brutales y sangrientos del siglo XX, aunque algunos se empeñen en emborronar la historia, en alterar fechas, en hacer apología fascista. No se trata de llevar ante la justicia a los criminales. Eso queda para sociedades más avanzadas, como la alemana. Simplemente se trata de aceptar que el franquismo fue una atrocidad, y de reconocer el derecho de las víctimas de la dictadura a una reparación moral. Será difícil mientras decenas de columnistas, tertulianos y opinadores, a sueldo de medios y políticos ultraconservadores, hayan hecho de la mentira, la tergiversación y la injuria una profesión.

5 Comments
  1. Jorgen Boris says

    Estimado Pérez de Albéniz: le ruego que corrija la falta de ortografía que aparece en el cuarto párrafo. Debe ser «prevé», que usted ha confundido con «provee» (que, además, iría sin tilde).

    Un saludo.

  2. negras tormentas says

    Gracias Sr. Pérez de Albéniz por denunciar tanta miseria moral.
    Es lo importante de su escrito, no si tiene faltas de ortografía.
    Un abrazo.

  3. Spectator says

    Gracias por tratar de forma tan clara del negacionismo, relativismo que se vive en este país cuando se habla de la Guerra Civil por no decir de las mentiras que se empeñan en repetirnos y que algunos se creen

  4. CHATA says

    ¿Pó y comu?

  5. Josu says

    Hace 30 años en Santurtzi empecé una clase de Lengua de 2 BUP proponiendo a mis alumnos euskaldunes como tema para una redacción que pusieran todo lo que sabían sobre Franco… Se montó la de dios… «Un hijo puta», » un tal y un Pascual»… Comenzaron a escribir y a los 10 minutos se miraban los unos a los otros y nadie escribía… Después de 40 años de reprensión franquista los adolescentes vascos, inmersos en una ola nacionalista, no sabían nada del mayor asesino y represor del nacionalismo… ¿Qué sabrán hoy los hijos de estos? La mayor vergüenza de este país ha sido anestesiada: todo son trabas para culminar un proceso hacia la reconciliación… La Transición dio la espalda a esa España republicana, obviando a los vivos y a sus muertos: un error grave que nos condujo a tender un tupido velo manteniendo símbolos vergonzantes en vez de caminar hacia una democracia limpia y renovada. El subyugante camino de «el fin justifica los medios» hipotecó nuestra democracia y nuestra dignidad.

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