Podemos: apuntes para una reconstrucción

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Javier Mestre *

javier_mestreDesde las principales voces de Podemos se ha venido diciendo que se abre una nueva etapa para esta organización porque ya ha pasado la ofensiva relámpago y es preciso rearmarse y prepararse para una legislatura en la que partimos, tras dos años frenéticos, con un saldo más que aceptable (cinco millones de votos, 71 diputados y una relevancia política central extraordinaria), aunque decepcionante después de las expectativas creadas con la coalición con Izquierda Unida y el parto apresurado de la marca Unidos Podemos. Podemos concentra las esperanzas variadas de una parte relevante de la población que quiere un cambio real, profundo, en la España de la corrupción y los recortes, y es el referente principal para los restos del ciclo de movimiento social que nació con el 15M de 2011 y llegó a su cenit con la gran manifestación de las Marchas de la Dignidad en Madrid, en marzo de 2014, poco antes de las elecciones europeas que hicieron emerger con fuerza sorprendente la hipótesis Podemos.

Ahora parece que algunos de los principales dirigentes del partido morado están pensando en convencionalizar (valga el neologismo) la organización y establecerse como uno de los grandes partidos del régimen vigente en España. Pasaríamos de la ofensiva express a una especie de guerra de posiciones que implicaría regularizar las huestes y, en cierto sentido, atrincherarse.

Las metáforas bélicas son poco afortunadas para describir la situación y afrontar el futuro próximo porque anulan algunos matices importantes que se pierden en la dicotomía fuerzas irregulares/ejército regular. Probablemente esconden algunas de las críticas necesarias para entender cuáles son los errores organizativos que es urgente corregir y que vienen de la Asamblea Sí Se Puede (conocida, mediante sinécdoque, como asamblea de Vistalegre), que sirvió como proceso constituyente sui generis del partido político y determinó en gran medida su funcionamiento y disfunciones posteriores.

Por otro lado, es imprescindible abordar con sentido y honestidad intelectual y política la cuestión de la convergencia, porque es fundamental a la hora de trazar las líneas política y organizativa que hay que debatir y acordar para la nueva etapa, en la que Podemos y los procesos de confluencia tienen como objetivo afianzarse como la alternativa de Gobierno que representa las necesidades y anhelos de las mayorías sociales de nuestro país.

Y necesariamente asociado a la opción de la confluencia está la cuestión de la relación entre el partido político y los movimientos sociales. Es un asunto central, estratégico, que tiene que atravesar política y organizativamente a Podemos. Hay que alejarse de la falsa oposición entre movimientismo y política institucional. Esta era una de las claves de la idea de maquinaria electoral impuesta en el proceso de Vistalegre. Y debe ser corregida urgentemente. Podemos se ha nutrido de una parte relevante de los cuadros políticos que sostenían la tensión social, las luchas principales que caracterizaron los años centrales del proceso abierto con la crisis de 2008 y sin cuyo concurso no se puede entender el auge de Podemos. El ascenso político de Podemos coincide con el retraimiento de las grandes luchas sociales, cuyo impulso se ha visto muy menguado por la absorción de energías y expectativas que supuso el intento de construir una gran organización a toda prisa, tratando de correr al tiempo que se ataban los cordones, como explica de maravilla la metáfora de Pablo Echenique.

El bloque nacional popular

Empecemos por la cuestión de la confluencia. Si en algo ha tenido éxito la reacción sistémica ante el fenómeno Podemos ha sido en el proceso de reubicación ideológica del partido en la izquierda más allá del PSOE. Una parte relevante de actores internos de Podemos ataca el proceso de convergencia con Izquierda Unida para las elecciones del 26J precisamente en nombre de la transversalidad, dando a entender que la coalición con IU no ha sumado porque es la confirmación definitiva, el movimiento clave que ha cerrado el proceso de identificación de Podemos como la izquierda a la izquierda del PSOE, restaurando definitivamente el eje político principal del régimen, que se había roto supuestamente a través del eje viejo/nuevo con la irrupción populista de una fuerza fuertemente impulsada por amplios sectores de la sociedad y mucho más fuerte y relevante que la izquierda a la izquierda del PSOE de toda la vida.

Esta argumentación es parcialmente aprovechable para la construcción de la unidad popular a la que todo proyecto populista aspira. Probablemente esté errada en el peso que da a la cuestión de la ubicación y los ejes a cuenta de la coalición con IU, porque la hipótesis más plausible es que la pérdida de un millón y pico de votos que han ido a parar a la abstención tenga más que ver con las posibilidades reales de éxito de Unidos Podemos como alternativa real (al tiempo que precipitada) de Gobierno. Un análisis serio y sereno de los resultados apunta a la hipótesis de que la abstención que nos ha perjudicado es de causas muy variadas, pero en su mayor parte corresponde seguramente a exvotantes de Podemos el pasado 20D que probablemente han virado en intención de voto en un entorno de enorme presión social y mediática asociando a Unidos Podemos con la inestabilidad. No podemos olvidar que todos los estudios demoscópicos muestran que Podemos en percibido en general como situado muy a la izquierda del PSOE, incluso más a la izquierda que IU. La jugada sistémica que apuntaló de algún modo el resurgimiento del eje izquierda-derecha fue la apuesta por Ciudadanos, que venía a representar la invasión de lo nuevo con una opción de derechas que restauraba en ese espacio la geografía política clásica. A pesar de todo, Podemos ha salido bien parado porque el mero hecho de verse respaldado por cinco millones de votos y 71 diputados muestra que las cosas ya no son como eran y que para un segmento muy importante de la población las etiquetas de siempre están desgastadas para intentar arrumbar a la marginalidad a una opción política.

Así que la cuestión crucial es: ¿optar por la confluencia es optar por el bloque de izquierdas? Y la respuesta ha de ser un no rotundo. La opción irrenunciable es la de la consolidación de un bloque nacional-popular transversal y articulado en torno a un programa básico reconstituyente, regenerador, defensor del estado de derecho y la soberanía popular, e impugnador del consenso neoliberal. Hay que acentuar que se trata de una opción amplia que no tiene por qué ser incompatible con las ideas conservadoras, porque es una opción patriótica. Hay que recuperar la idea de que no importa de dónde se venga, la cuestión es si se está de acuerdo en levantar las alfombras, hacer que se cumplan las leyes por encima de los poderes fácticos y revertir desde ya la política de recortes y privatizaciones. ¿Están de acuerdo las diversas izquierdas, incluida IU, con estos planteamientos generales? Pues bienvenidas a la unión de todos y todas.

La reconfiguración de Unidos Podemos como bloque nacional-popular contará con dos grandes ventajas. En primer lugar, a Ciudadanos y Albert Rivera se les ha caído ya la máscara y se hallan en una encrucijada ante una deglución acelerada por parte del PP: o bien optan por la deriva dextro-populista, o bien optan por pelear en el campo de la derecha del PSOE. Su condición de partido funcional para el statu quo lo ha alejado de la pugna directa por el voto del descontento, por mucho que se encarara con Unidos Podemos en la campaña electoral.

En segundo lugar, Unidos Podemos va a ser la auténtica oposición al programa neoliberal impulsado desde el norte de Europa y asumido sin vacilación por los partidos del régimen. Si se hacen las cosas bien, en esta legislatura se pondrá de manifiesto el nuevo eje político que trae a colación, como a un elefante en una cacharrería, la consolidación del bloque nacional- popular y que tiene que redefinir el futuro político del país: soberanía sí, soberanía no.

Un nuevo ciclo de movilización social

La coherencia con la hipótesis de la construcción-consolidación del bloque nacional-popular exige un replanteamiento profundo de la relación de Podemos con los movimientos sociales. En el conocido párrafo del documento político impuesto en Vistalegre se hacía una crítica de desmarque de planteamientos clásicos de la izquierda: “Por otra parte, las hipótesis movimientistas y de gran parte de la izquierda, instaladas en un cierto mecanicismo por el que “lo social” ha de preceder siempre a “lo político”, se han demostrado incorrectas para romper la impotencia de la espera y proponer pasos concretos más allá de la movilización más o menos expresiva”. Ahora, tras el drástico decaimiento de la movilización social de estos dos últimos años y los resultados insuficientes para asaltar los cielos en la ventana de oportunidad, es necesario reconocer que hay buenas razones en dos planteamientos que no deben ser excluyentes. La legitimación social de un bloque nacional-popular claramente diferenciado de los partidos tradicionales pasa por revitalizar las luchas sociales y conseguir que, con toda su imponente complejidad y diversidad, se articulen en torno a un horizonte político común. La lucha muestra en carne y hueso la urgencia del cambio. La calle es una forma de poder popular opuesto a los dispositivos del poder económico y de clase en la sombra. Estimular y visualizar las luchas, y dotarlas de elementos comunes en la diversidad que las pongan en contacto con la unión de fuerzas políticas, es el objetivo que ha de regir la reconstrucción organizativa de Podemos y del Unidos Podemos que aspira a ganar el Gobierno del país. Se viene encima una nueva vuelta de tuerca en la revolución de los ricos contra los pobres y la gente no puede esperar a nuevas elecciones para reaccionar y plantar cara a una agenda de destrucción de lo público para la que las pasadas elecciones no han legitimado a ningún partido.

La organización ha de estar pensada para cultivar la politización concreta del descontento de las clases medias y populares. Desde círculos o agrupaciones de base del tipo que sean hay que ofrecer apoyo y recursos y animar a la ciudadanía a ejercer sus derechos y organizarse. La gente tiene que saber que cuando se produce una situación de injusticia, la organización del bloque nacional-popular es la puerta a la que hay que llamar para encontrar fuerzas, asesoría y recursos para la pelea por los derechos. Y las propias organizaciones de base del partido pueden optar por empujar reivindicaciones decaídas pero no resueltas o necesarias ante una nueva agresión gubernamental contra las condiciones de vida o los derechos de la ciudadanía. Asimismo, las organizaciones autonómicas y estatal deberían plantear campañas de acción social para estimular los movimientos de base.

Esta concepción tiene importantes repercusiones en la organización del trabajo institucional. Partiendo del reconocimiento de un claro déficit comunicacional a la hora de hacer llegar a la gente las diversas iniciativas parlamentarias a todos los niveles, porque se ven muy filtradas por el sistema mediático, es urgente revertir esta tendencia tejiendo una poderosa alianza con los movimientos sociales. Frente a estos no se puede seguir teniendo una actitud de espera y consulta, hay que buscar nuevos grados de complicidad. Cualquier iniciativa parlamentaria debería hacer un recorrido inverso al habitual. No se trata de ir a la sociedad con las buenas ideas que se les ocurren a los parlamentarios, no es presentar una ley y luego que se conozca y pueda ser o no apoyada. La tendencia debería ser a ofrecer las ideas y proyectos a la sociedad y sus organizaciones antes que a los parlamentos, para que estas decidieran apoyos, enmiendas y replanteamientos, de modo que lo que alcance las cámaras legislativas sea siempre algo más que la idea brillante de un partido. La labor parlamentaria ha de concebirse como instrumental en la construcción del bloque nacional-popular y transversal, y tiene que servir para articular y fortalecer la movilización social en un tiempo en el que sin duda el país tiene que plantar cara a los vendepatrias.

Una reconstrucción organizativa desde el consenso y para la implantación territorial

El proceso constituyente de Podemos fue anómalo desde el punto de vista organizativo, probablemente por la urgencia con la que se hizo y la fragilidad de la situación de partida ante posibles contraataques del establishment. Por lo general, cuando se constituye algo, se hace buscando el máximo consenso de sus partes, de modo que lo que sea que nace lo hace con vigor y la máxima legitimidad. Pero la asamblea de Vistalegre se cerró con una votación en la que el equipo de Pablo Iglesias e Íñigo Errejón planteaban un todo o nada, un órdago a los apoyos: o se aceptan todos los planteamientos sin fisuras, o no seguimos adelante. Era un paquete completo que llevaba en su interior el germen de muchas de las dinámicas negativas que ahora pueden lastrar la construcción de una organización amplia, abierta y con verdadera implantación en el vasto territorio. Aun teniendo en cuenta que el balance organizativo tras Vistalegre es espectacular por la consolidación de Podemos como una realidad estable, duradera y poderosa en España, hay que reconocer que, sobre el terreno, el partido pagó muy cara la falta de consensos de partida. La derrota de una parte importante de la militancia a través de un sistema de listas plancha y un ultimátum del grupo fundador, lastró poderosamente la legitimidad de los órganos de dirección intermedios. La falta de integración de las minorías, algunas de ellas muy activas políticamente, se saldó con fuertes tensiones subterráneas que enrarecieron la marcha de muchos círculos y consejos ciudadanos municipales. Para colmo, en el bloque ganador, supuestamente homogéneo y garante de la robustez que permitiría afrontar con garantías los ataques, surgieron fuertes disensiones y algunos pretextos de importancia para que los medios del establishment sustentaran la idea de que Podemos es como los demás partidos. Asimismo, desde el principio el partido padeció de un fuerte madridcentrismo y una falta profunda de comprensión de la realidad social y organizativa de amplios territorios del país: la carencia de organizaciones provinciales en el organigrama emanado de la asamblea Sí Se Puede es un claro síntoma de esto.

Ahora, Podemos tiene la oportunidad de restañar heridas y reconstruirse con ilusión desde la base superando los errores que estos dos años de aceleramiento han ido poniendo de manifiesto. Es el momento de alcanzar consensos, de plantear la reconfiguración organizativa desde un diálogo profundo, negociando un acuerdo lo más amplio y comprensivo posible, incluyendo a las minorías en los órganos de dirección y reconociendo las realidades territoriales más grises, las de la España rural que sigue siendo el caladero fundamental de votos y legisladores para el sistema bipartidista. Es el momento de profundizar en la descentralización y la ampliación de rostros y voces asociados a Podemos, para conseguir una interlocución con la sociedad más coral e inclusiva, representativa del proyecto de bloque social de cambio del que Podemos está llamado a ser la estructura principal sobre la que se construye.

También es importante tratar de multiplicar círculos y sedes, y comprometer para ello los recursos humanos y materiales disponibles. Los rostros más conocidos, los dirigentes con los que la gente identifica al partido y sus propuestas, tienen que llegar a las ciudades pequeñas y pueblos de todo el país para hablar con los simpatizantes y animar así el impulso de los círculos y la creación de uno en cada localidad. Y establecer procedimientos de financiación estables que liguen las aportaciones locales al desarrollo local de la organización, de modo que los activistas puedan tener sedes y recursos sin tener que fiarlo todo a una capital de provincia o de autonomía.

La implantación territorial, unida al estímulo de la movilización social, dos procesos que deben marchar entrelazados, se acabará convirtiendo en la principal respuesta a la necesidad de formar nuevos cuadros y dirigentes de la organización, nuevas voces que la representen a todos los niveles. La organización de los procesos de lucha y resistencia es la mejor escuela de militancia política, la que puede conseguir que Podemos crezca mucho en capacidad política a todos los niveles y se convierta realmente en una organización profundamente popular, representativa de la realidad social y a la vez capaz de llegar a todas partes por sus propios medios y de gobernar escuchando a la base.

En conclusión, si Podemos pretende llegar a gobernar para defender a la mayoría social que sufre en sus carnes las consecuencias de las políticas de ajuste y la corrupción, es imprescindible que se reorganice para ser capaz de catalizar un nuevo ciclo de movilización y respuesta social ante la nueva oleada de reformas, recortes y privatizaciones que sin duda va a sufrir España tras el resultado electoral del 26J. El objetivo primordial ha de ser construir el gran bloque social por el cambio, patriótico y transversal en torno al consenso democrático por la regeneración, el estado de derecho soberano y la impugnación radical del orden neoliberal. El bloque ha de articularse a partir de la simbiosis entre la movilización social y el trabajo institucional, ofreciendo un horizonte político común a la diversidad y complejidad de las muy diferentes luchas y reivindicaciones que han de florecer por todo el país. Estos objetivos han de marcar el proceso de reconstitución organizativa de Podemos.

(*) Javier Mestre es escritor, profesor de Lengua y Literatura y Secretario de Análisis Político y Social de Podemos Castilla y Léon.
3 Comments
  1. Mudito says

    De acuerdo en general solo se echa en falta algo más de profundidad en el análisis de las causas de la abstención. ¿En serio se puede pensar que alguien que vota a UP se abstiene por miedo? ¿De qué? En mi opinión se ha abstenido por la falta de movilización contra las agresiones continuas. Podemos se ha centrado excesivamente en lo institucional, Parlamento y ayuntamientos del cambio, con escasos o nulos resultados. Desmovilizació ne ineficacia aliñadas con una campaña llena de concesiones (socialdemocracia, Zapatero) e indefiniciones (Grecia y Venezuela), noescasualidad que los mejores resultados hayan sido en Cataluña y Pais Vasco donde se defienden derechos con rigor y contundencia y los peores en Madrid y Andalucía donde los trabajadores se han podido sentir más abandonados y confundidos («somos socialdemócratas»confluencia con IU)

  2. Volare says

    ¿Y las herramientas teóricas más allá de los talleres de squirting?

  3. Luis de Castro says

    Luís de Castro, de “Por Arenas”————Reconozco que cuando escribo no hago amistades, pero “es lo que hay”. Leyendo el comentario de Javier Mestre no deja de sorprenderme que en un comentario en facebook no acuda a un lenguaje asequible a los internautas sino a un lenguaje que más de especialidad es un lenguaje críptico, ininteligible para los que no tiene familiaridad con el “argot”. Javier Mestre no hace asco a la hora de utilizar un lenguaje arcano “Bloque Popular Patriótico” que a quienes ya peinamos canos nos recuerdan sonoros nombres: Álvarez del Vallo y Frente Revolucionario y Antifascista Patriótico.——- Seguramente esta forma de expresarse le sirva a Mestre para enmascarar tras un eufemismo petulante “tras un análisis serio y sereno” hechos que él da por supuestos. Por la importancia que tienen en la posición que va a tomar en el futuro Podemos reseño dos de ellos: Mestre asegura que la confluencia de Podemos con Izquierda Unida no fue la causa principal que produjo el debacle electoral de Podemos en estas últimas elecciones generales, además afirma con rotundidad que los electores de Podemos se sitúan a la izquierda de Izquierda Unida. Sobre lo primero (obviamente la dirección de Podemos tiene encuestas y análisis de grupo) no se han publicado aún ningún análisis homologable , por lo que aún no tenemos una información fiable sobre este debacle electoral; en relación a la ubicación política de los votantes de Podemos nos encontramos ante un interrogante resuelto por los politólogos y sociólogos que trabajan en estos temas y que se resumen en que el espectro en el eje Izquierda-derecha de los electores de Podemos es muy amplio y va desde una cuña en el Centro Derecha hasta la Extrema Izquierda.——–Lo que intenta Mestre es criticar la nueva estrategia de la Dirección de Podemos que quiere implementar tras el hecho de que Podemos es hoy en día el tercer partido político del arco parlamentario, para ello insiste en tres puntos: el primero sobre la “transversalidad “de Podemos. Mestre argumenta de forma muy confusa que ocupación (a la que contribuye la confluencia con Izquierda Unida) del espacio de la Extrema Izquierda no perjudicó a la “transversalidad” de Podemos. Mestre quiere soplar y sorber al mismo tiempo; en segundo lugar Mestre habla de que hay que articular la lucha de los movimientos sociales con la lucha institucional y que Podemos ha de llevar a las instituciones las demandas populares. Obviamente estoy de acuerdo, siempre que no nos olvidemos de la “Centralidad” de los Parlamentos en la Democracia y frases como las siguientes de Mestre son inquietantes “la gente no puede esperar a nuevas elecciones para reaccionar y plantar cara a una agenda de destrucción de lo público para la que las pasadas elecciones no han legitimado a ningún partido”; en tercer lugar Javier Mestre crítica la decisión de construir Podemos como un partido político tomada en la Asamblea de Vista alegre (él que salió como miembro del Consejo Social de Castilla y León en la lista afín a Pablo Iglesias) y renunciar al “asamblearismo” para a los pocos párrafos pedir que Podemos tenga organización, provincial, sedes locales y todo lo que tiene cualquier partido. “soplar y sorber” al mismo tiempo. Si algo es patético en el análisis de Javier Mestre es su farragosa y confusa interpretación de Ciudadanos, salvo en su afirmación de que Ciudadanos rompe la Cleavaje “lo viejo y lo nuevo” y vuelve a traer a la Agenda Política, la de “Izquierda-Derecha”.——————–Éste señor es el responsable del análisis político de Castilla y León ¡Así nos va!

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