"Si nos tenemos que tragar lo que hemos dicho hasta ahora, nos lo tragaremos". Juan Carlos Girauta, portavoz de Ciudadanos en el Congreso de los Diputados.
Albert Rivera, el títere creado por el poder para que parezca que algo podría cambiar, pero garantizando que nada cambie, convocó a los medios en una rueda de prensa que debería pasar a la historia del teatrillo español más chusco. Un sainete político sin una gota de talento, sin pizca de gracia. Ojeroso y cariacontecido, como si le doliese España, Rivera se puso la chaqueta de patriota (aquí lo importante es que haya Gobierno) y se burló de todo el mundo: de los periodistas que asistieron a la pantomima, de los ciudadanos que siguieron con atención sus contradicciones, de su socio hasta hace cuatro días Pedro Sánchez, de los votantes a los que prometió la cabeza de Mariano Rajoy…
El acuerdo Ciudadanos-PP está cerrado. Pero Rivera interpretó el papel de duro negociador y puso sobre la mesa del PP seis condiciones para abandonar la abstención y votar “sí” a Rajoy. ¿A Rajoy? ¿Seguro? Sí, a Rajoy, el mismo tipo al que días antes había considerado incompatible con el futuro de este país: “No vamos a apoyar a ningún Gobierno de Mariano Rajoy”, advirtió el líder de Ciudadanos, sudores fríos y lengua de serpiente, en El País del pasado 12 de julio. ¿Vileza? ¿Deslealtad? ¿Farsa? De ninguna manera: instinto de supervivencia. Hasta Felipe González, el dios del socialismo, el estadista más importante de la galaxia, el señor de los bonsáis, la todopoderosa deidad de las puertas giratorias, X Man, ha hablado: “La decisión de Rivera es el primer acto de responsabilidad política desde las elecciones”.
En nuestros días, Judas podría haber justificado su actitud traicionera alegando “responsabilidad política”. Nadie hubiera podido reprochárselo. Como nadie parece echar en cara a Rivera que su propuesta a Rajoy, “un pacto contra la corrupción y por la regeneracion democrática”, sea una tomadura de pelo, un auténtico paripé: a un leopardo no se le pueden quitar las manchas. El Partido Popular es la corrupción en estado puro. "Una organización criminal", según la Guardia Civil. Un partido imputado en su totalidad por destruir pruebas de... ¿lo adivina? Efectivamente: un caso de corrupción.
Personajes como Rita Barberá o Ignacio González votarán las medidas sobre corrupción que exige Ciudadanos. Una jugada maestra que confirma a Rivera y sus chicos como la gran esperanza de la regeneración democrática española.
El comentario sobre Judas es sencillamente genial. Yo hubiese puesto por «sentido de Estado».