¿Políticos corruptos en una sociedad deshonesta?

Jesús López-Medel *

La dedicación a la política es algo arriesgada si vienes desde fuera y con intenciones nobles. Entre otras muchas cosas, se pierde la presunción de decencia y se pasa casi a la contraria. Ciertamente, todos conocemos muchos políticos honrados pero igualmente es verdad que es muy notable el número de ladrones que hacen de la política un modo de conseguir algo más que una retribución por su “dedicación”. Los prototipo de Martínez Pujalte o Gustavo de Arístegui son sólo una muestra.

Aunque muchos corruptos han tenido la fortuna de que no saliera a la luz su caso, porque no se investigó o porque se tapó o no lo reiteró mucho, tanto la impresión de ambiente abundante de corrupción como la realidad cierta, son innegables. Y muy nefasto es que, a pesar de juicios, existe una cierta sensación de impunidad siendo escasísimos los que están en prisión.

De hecho desde hace muchos años se considera en todas las encuestas como segundo problema  principal de España el de la corrupción, lo cual no puede desvincularse con el cuarto según esos estudios demoscópicos: la crítica a los partidos políticos. A pesar de ello, los partidos no han reaccionado en este tiempo desde que las luces rojas llevan encendidas.

Y no se han preocupado por el  motivo de que saben que existe un amplio margen de tolerancia y que eso apenas tendría un efecto limitado en el voto. En estas dos últimas y muy seguidas elecciones ya se ha visto. El partido con mayores causas penales, numerosas y además relevantes ha sido claramente el más votado. Y además, el partido que debía ser teóricamente su contrario, le ha dado su apoyo por vía abstención, permitiendo que siga gobernando España el partido con más podredumbre. Y eso lo hace efectivo  justamente en el momento en que se está celebrando la vista oral de un macroproceso con una de las redes de corrupción que más deberían afectarle a ese partido.

Y esa permisividad y cierta tolerancia sólo tiene su explicación si se sabe bien por los dirigentes que la sociedad que elige y sustenta esos políticos acaso no es lo básicamente honesta que debería ser. La corrupción no es sólo patrimonio de los políticos sino que existe en otros sectores que incluso aparentan tener una imagen pura, alejada de la mancha. Estos días el diario.es está desarrollando una sorprendente investigación revelando la indignidad de un rector que plagia, piratea y se apropia (sí, es un robo intelectual lo que hace, además de un engaño) ideas, libros y trabajos de sus alumnos y de otros escritores. Sin recato alguno, páginas enteras. Eso no lo hace un simple profesor meritorio sino un catedrático y, para mayor inri, un rector de una Universidad.

Con ello, no sé si hace honor o deshonor a quien da nombre a ésta, el Rey Juan Carlos. Como en los partidos políticos, el “pájaro” llamado Fernando Suárez se aferra a su cargo y a pesar de que ha sido descubierto, sigue atrincherado y no dando importancia a lo que es un escándalo. No tiene decencia ni él ni su equipo rectoral que le acompaña.

Pero, amigo lector, no piense que esto es un caso único en el mundo universitario. Entre otras cosas lo de utilizar trabajos de alumnos. Esto ha existido casi de siempre. Hoy todo se agrava con la disponibilidad de millones de documentos a través de internet. Y esa actuación sucede en más y más casos. Lo que ocurre es que a éste le han atrapado, su nivel de plagio es inmenso y, además, es rector. ¿Y cuántos colegas catedráticos reaccionan, dejan el corporativismo y piden la cabeza de éste? Pues muy pocos. El ínclito rector, no es un político, pero es un corrupto.

En la sociedad existen multitud de manifestaciones de conductas deshonestas. Y todos, acaso en alguna ocasión, las hemos hecho como puede ser lo del pago de un servicio sin factura. Aunque en esto algo se ha mejorado, existe una subcultura y unas redes donde estos comportamientos están muy generalizados. Menciono también otras manifestaciones como la de un amigo me relataba. Había acudido a una organización de venta benéfica solidaria que duraba una semana. Extravió una bufanda y no la recuperó. Pero su mayor sorpresa es que acudió incluso físicamente al recinto y en organización del evento, le enseñaron lo que se había entregado en objetos perdidos en una semana:tres objetos. Esto es lo que se había encontrado por gente de cosas extraviadas, en una semana de lluvias donde, por ejemplo, se supone que algún paraguas se olvidaría alguien. Pues no fue entregado ningún objeto de este tipo.

Son muchos los elementos que evidencian que existe en número creciente de comportamientos poco honestos en la sociedad. Y que si pudieran acceder otros ciudadanos a lo que representa gestión de lo público, sus comportamientos, si tuviesen oportunidad, no serían más limpios que quienes están en la política y caen en la tentación.

Se dice que cada sociedad tiene los políticos que merece. Y esto, en el tema de la honestidad, creo desgraciadamente que quienes tienen comportamientos nada honrados en el ámbito político, no son sino reflejo de una sociedad donde el valor ético está en retroceso y muy relativizado, aunque los dos elementos, política y sociedad se retroalimentan. Una y otra es más corrupta en la medida en que la otra lo es.

(*) Jesús López-Medel es abogado del Estado.