Jesús Cuadrado *
Nuevo milagro del PP. No existen precedentes internacionales de un país en el que, iniciado el curso, se desconozca de qué se van a examinar los alumnos en la prueba de acceso a la Universidad, ni con qué tipo de prueba o con qué valor. Están cavilando sobre qué hacer, mientras los profesores programan sus clases a ciegas y en los claustros se hacen apuestas sobre qué decisión adoptarán finalmente. Hace pocos días aún declaraban desde el Ministerio de Méndez de Vigo, IX barón de Claret: “La prueba final de segundo de Bachillerato será muy parecida a la Selectividad de los últimos años”. Eso, tras más de dos meses de curso. “¿Malos ministros o malos profesores?”.
Pero, sobre milagros del PP, la mentira más repetida va de éxitos en política económica, de los “ratistas” de ayer y de los de hoy. Hasta los periodistas de la sección de Economía de TVE han tenido que rebelarse ante las presiones para que den una imagen falsa sobre la situación económica. Quieren imponer en la opinión pública ese cuento tan repetido de “siempre tiene que llegar el PP para arreglar la economía”. En esta narrativa destacan las alabanzas desde Alemania, como se vio recientemente en Berlín, en la reunión de dirigentes europeos para despedir a Obama, donde Angela Merkel impuso la presencia de Mariano Rajoy, al que bautizó como su “Piel de Elefante”. ¿De dónde nace esta admiración alemana por tanto fracaso en la política económica española?
Cada vez que Rajoy repite eso de “no me pidan que incumpla con Europa”, para entenderle hay que recordar la idea de la “Europa alemana”, la que describió el sociólogo alemán Ulrich Beck, la de una unión monetaria diseñada al servicio del crecimiento y la estabilidad económicas de Alemania. En Maastricht aceptaron la nueva moneda a cambio de que fuera una fotocopia del viejo marco, regulado y regido por los principios fiscales del Banco Central alemán. Ya en 2005 Tony Judt advirtió que los requisitos exigidos “condicionarían las políticas públicas y que podrían incluso impedir el crecimiento”. No podía intuir entonces hasta qué punto. Para la historia dejó escrito esto en su obra “Postguerra”: “Jacques Delors, presidente de la Comisión, prácticamente sobornó a los ministros de Hacienda de Grecia, España, Portugal e Irlanda, prometiéndoles un enorme incremento del monto de fondos estructurales de la Unión Europea a cambio de su rúbrica en el Tratado”. Cuando se estudia la historia con seriedad, cuánta desmitificación se necesita, se trate de la Construcción europea o de la Transición española.
De momento la historia le ha dado la razón a Judt y, como ha demostrado la crisis, la estructura diseñada por los alemanes para la unión monetaria ha ahogado a países como España y ha favorecido a Alemania. Lo decía él entonces y, ahora también, los economistas más importantes del mundo o el propio FMI. Hasta el pobre Pierre Moscovici, responsable de Economía en la Comisión Europea, se atreve ya a decir, bajito, que ha llegado el momento de “otra política económica en Europa”. Nunca debió aplicarse en la eurozona, en medio de una crisis de caballo, una política de austeridad que beneficiaba a Alemania y ha condenado al sufrimiento a la mayoría de la población en países como España. Y todo porque la unión monetaria se planificó desde el Bundesbank como una liga en la que el país germano siempre gana. Cómo no ensalzar a su Rajoy “Piel de Elefante”: ahí le tienen, “sigue nuestras políticas y, además, gana elecciones”.
Qué chollo para Alemania. El resultado es que el euro vale menos de lo que valdría el marco, lo que favorece sus exportaciones. Con la imposición de duras medidas de austeridad consigue que los países “débiles”, como España, deban abandonar sus “políticas industriales” como, por ejemplo, las que incentivan las tecnologías de la energía eólica, con lo que, casualmente, se benefician las industrias alemanas del sector. ¿Por qué en Alemania sí y en España no? El ministro de Economía alemán, Wolfgang Schaüble, suele responder que, como España y otros “sures” están tan mal, no pueden permitirse políticas que Alemania sí puede. Entendido, maestro. Por supuesto, añádanse recortes en gasto educativo comprometidos por Rajoy para los próximos años, o en I+D, donde el hachazo es de vergüenza. Un modelo de unión monetaria que consigue el milagro de la “Europa alemana”, que el capital y los jóvenes mejor preparados circulen hacia el paraíso germano. Cómo no felicitar a “Piel de Elefante”.
Lo que consigue la actitud genuflexa de Rajoy es que las reformas que son más urgentes para España estén bloqueadas. Lo que impide Merkel, por puro interés de parte, incluido el electoral, es que se abra la puerta a un sistema financiero común en la eurozona, a alguna forma de mutualización de la deuda, a una política coordinada para la estabilidad con un fondo solidario europeo para el crecimiento, o a un marco fiscal común, para empezar. O el proyecto europeo se basa en un objetivo de prosperidad común, o deja de favorecer la divergencia y gira hacia la convergencia entre países, o hasta aquí llegó el sueño europeo.
Las reformas que interesan a los depredadores del Bundesbank no son las que convienen a España. Los resultados ciertos de la economía española, no los que el PP quiere imponer en los telediarios, lo demuestran. Ahí están las consecuencias de una reforma laboral que, centrada en debilitar la capacidad de negociación de los trabajadores, entregaron escrita a los ministros De Guindos y Báñez desde Berlín. Sin políticas activas de empleo, el paro de larga duración se estanca en cifras insoportables, la caída de los salarios, que se refleja en una reducción de cinco mil millones de euros en los ingresos de las cotizaciones, sobre 2011, sigue imparable; la inaceptable brecha salarial, como reflejan los datos del INE o el informe de Oxfam Intermón, no para de crecer. Y el crecimiento de la desigualdad, esa parte del puzzle que tanto evitan tratar los tertulianos de “cuota PP”, bate marcas en España. Y ante cualquier inestabilidad futura, la amenaza cierta de, otra vez, primas de riesgo por las nubes: bueno para Alemania, tragedia para España.
Hace unos días oía en una tertulia televisiva al siempre charlatán García- Margallo. Explicó a los tertulianos, incluidos dos de “cuota izquierda”, cómo el actual sistema de pensiones es insostenible porque, les decía, no puede ser que una joven doctora gane seiscientos euros y tenga que cotizar para pagar pensiones de dos mil euros. ¿Solución? Pagar las pensiones con el IVA. Lo que proponen estos tipos es un modelo de salarios bajos y pensiones bajas. Romper un pacto social sagrado, en el que reducir las pensiones sobre el nivel prometido es “una apropiación indebida de los salarios”, del que forman parte las cotizaciones. Pero lo que me sorprendió fue que los dos de “izquierda” aplaudieran, es decir, no se enteraran de nada.
Y así nos va. Rajoy puede subordinar el país a los intereses de Alemania y ganar elecciones, porque tiene enfrente unas izquierdas desnortadas, entretenidas en sus guerras de los “treinta años”. ¿Sería posible una posición de mínimos en las izquierdas para obligar a Rajoy, en minoría, a cambiar su posición sumisa en Europa o, al menos, a ponerle en evidencia ante la opinión pública? No. De momento, es impensable. Algún día, espero.