PSOE / En el lugar donde debiera haber la izquierda propia de una democracia occidental, en España hay un enorme boquete
Los interminables 15 minutos de Warhol de Pedro Sánchez
En el Times Square de Nueva York es frecuente que las multitudes reunidas en la plaza en Año Viejo canten con temperaturas gélidas el Imagine de John Lennon justo antes de la medianoche, como han hecho en 2017 y 2018. Hace casi medio siglo el ex Beatle lanzaba en solitario un tema que hoy es un clásico versionado por David Bowie, Elton John, Randy Crawford, Madonna, Seal, Coldplay o Lady Gaga e interpretado a diario por los músicos callejeros del mundo. En el otoño de 2014 UNICEF grabó una versión global interactiva de Imagine producida por David Guetta, en la que colaboraron Katy Perry, Idris Elba, Courtney Cox, Hugh Jackman, Pau Gasol y Ban Ki-moon, con la astronauta Samanta Cristoforetti cantando desde el espacio, acompañados por orfeones de niños desde Bulgaria, Filipinas y Jamaica. Como es sabido, Imagine encarna el viejo sueño hippie de la igualdad: un mundo sin países ni fronteras, sin ideologías ni guerras, sin religiones ni idiomas, sin propiedad privada ni dinero, sin avaricia ni hambre. Para los izquierdistas del mundo entero es un canto universal al progreso: la auténtica 'Internacional'.
«El desencanto con la democracia y el recelo ante los partidos políticos e instituciones van en aumento, con un desconcertante apoyo popular a movimientos rupturistas»
Casi medio siglo después, al oír el tema de Lennon sobrevuela una pregunta. ¿Se ha cumplido algo de aquella utopía igualitaria o la izquierda nunca se ha visto en tiempos peores? En el siglo XX la materialización del igualitarismo nos trajo una versión infernal de aquel paraíso bohemio que nos vendía el Beatle más politizado. En el Libro negro del comunismo, el académico estadounidense Martin Malia ―profesor en la izquierdista universidad californiana de Berkeley durante treinta años― hablaba de una cifra de muertos entre los 85 y los 100 millones de personas. Diríase que la vieja izquierda occidental vivió sus mejores tiempos antes de hacer realidad sus sueños. En el siglo XXI, tras la peor crisis económica desde la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial, la socialdemocracia occidental se agrieta por los conflictos identitarios y culturales. El efecto de la integración migratoria sobre los cimientos de la identidad nacional y el temor ante el terrorismo islámico han hecho resurgir fanatismos que fomentan la desunión y resucitan los movimientos nacionalistas. El desencanto con la democracia y el recelo ante los partidos políticos e instituciones van en aumento, con un desconcertante apoyo popular a movimientos rupturistas como el Brexit, la elección de Trump y el secesionismo catalán. En España nos encontramos con la paradoja de unos partidos nacionalistas enemigos del bien común, cuya corrupción subvencionada ha durado cuatro décadas con el beneplácito nacional. En cuanto a personajes españoles que simbolicen la decadencia de la izquierda occidental, tenemos a Pedro Sánchez, alumno aventajado de José Luis Rodríguez Zapatero. Habrá quien diga que el fracaso de la izquierda es un fenómeno mundial, pero ¿alguien imagina al expresidente Obama repitiendo obsesivamente que Estados Unidos no es una nación, exigiendo suprimir el Partido Republicano y apoyando la independencia de Texas?
«Alfonso Guerra dijo que: “El partido que actuó con total coherencia en Cataluña va a ser premiado en toda España”. Sospechamos que no se refiere al PSOE»
Cuando a comienzos de 2015 la prensa española presagiaba el desplome del bipartidismo, nadie previó que el Partido Popular resistiría mientras el omnipotente Partido Socialista Obrero Español se iba encogiendo ante los incrédulos ojos del público como una sorprendente atracción de feria. ¿La explicación? Durante toda la democracia ha sido el PSOE quien movía los resortes del poder, con el PP a rastras. El desguace del posfranquismo implica por fuerza el final del socialismo español en su metástasis felipista. Si en el PSOE quedara todavía algo de la inteligencia previa a Zapatero y Pedro Sánchez, alguien sabría que al gran partido de izquierdas español le corresponde ser una alternativa nacional democrática, funcional y responsable. Pero en el lugar donde debiera haber la izquierda propia de una democracia occidental, en España hay un enorme boquete. El revanchismo de partido bananero tercermundista que practica Pedro Sánchez con todos los temas de gran calado ―la última campanada la ha dado con el pacto educativo― le quita votos por minutos y por segundos. El sanchismo está haciendo del PSOE un partido muy pequeño, que patalea como Fay Wray en la mano gigante de King Kong. ¿Y cuál es el partido King Kong de la política española? Alfonso Guerra nos da una pista: “El partido que actuó con total coherencia en Cataluña va a ser premiado en toda España”. Sospechamos que no se refiere al PSOE.